Musgo playero de Lastres
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El veloz Bale se acerca a Madrid, la ciudad de la lentitud, esa maldición que mató a Michael Owen, un Balón de Oro.
La “lentitud” que Owen padeció en Madrid (en España) es el “ahorita” que los españoles fingimos padecer en México.
La manifestación futbolera de la lentitud sería el tiquitaca, un recurso zarzuelero de Luis Aragonés para jugar con bajitos la Eurocopa de Austria y Suiza, donde sólo había tres culés: Puyol, Iniesta y Xavi.
“... esa ensortijada gracia oscura / cárcel de luz, recóndita angostura”…
El totalitarismo culé vino luego, movido por la Camorra mediática, con sus tontos útiles y sus compañeros de viaje (no son lo mismo), que hicieron del tiquitaca la deconstrucción del fútbol, una espuma de Adriá servida en un “Bulli” (otro campeón del mundo) que se hace llamar “la Roja”.
El tiquitaca con tumaca como fuego sagrado de toda una industria cultural.
Por los psicoanalistas sabemos que el hombre primitivo tomó la costumbre
de satisfacer en el fuego un placer infantil, extinguiéndolo con el
chorro de su orina cada vez que lo encontraba en su camino.
Mourinho y Heynckes, pues, serían los dos salvajes que tuvieron el placer de extinguir por la micción el fuego tiquitaquero, desatando la furia de una Camorra mediática que vivía de calentarse a él.
“...una cuca afeitada es como una ostra: insípida y horrible”…
Los psicoanalistas sostienen que hubo un primer hombre que renunció a ese placer, apropiándose del fuego para someterlo a su servicio. Es el papel que los furibundos tendrían asignado a Ancelotti, empujado a hacer un tiquitaca de imitación, centralista y manchegón, con yoyós de tuya-mía tratando al cuero como las bocas de los viejos a la corteza de cerdo.
El secreto de este fútbol majadero está en lo que Xavi, el Séneca de Tarrasa, llama “céspet”.
Si el “céspet” está alto, como en el Bernabéu de Mou, o seco, como en el Manzanares de Simeone (Xavi es nacionalista del “senyor” Mas y no ha leído a Quevedo, con lo cual no sabe que en el Manzanares está seco hasta el río), el tiquitaca con tumaca no emulsiona.
Pero ver a Xavi culpar de sus derrotas al “céspet” es como ver a Don Juan culpar de sus gatillazos al monte de Venus.
Ni a Quevedo ni tampoco a Salomón, en la biblia de la Masía, ha leído Xavi:
–Corre, amado mío, corre como un venado, sobre los montes llenos de aromas. Tu ombligo es un ánfora donde no faltan vinos aromáticos. Tu vientre, un haz de trigo rodeado de azucenas.
¡Haz de trigo rodeado de azucenas!
Son las imágenes rescatadas por Rodrigo Maya Blandón al frente de una agrupación de defensores del Monte de Venus (“césped alto y seco”) que arranca con una referencia a Henry Miller en “Trópico de Cáncer” (“una cuca afeitada es como una ostra: insípida y horrible”) y culmina con la gran alusión del poeta Rafael Montesinos: “... esa ensortijada gracia oscura / cárcel de luz, recóndita angostura”…
Literariamente, la pulsión herbicida de Xavi pasa por Whitman (“Hojas de yerba”), poeta del franco onanismo: la imagen que prevalece en su poesía, nos dice Harold Bloom, es derramar la propia semilla sobre el suelo tras la autoexcitación.
Y esto es a lo que se enfrenta Bale.
VICIOS Y VIRTUDES
Vicios
privados, virtudes públicas. El Madrid es un club privado, pero
Casillas puede jugar, contra el criterio de su entrenador, porque lo
pide la prensa, en cuyo caso la reclamación, cuando falle Casillas, no
será al entrenador, sino a la Asociación de la Prensa, que lógicamente
habrá de hacerse cargo del sueldo del futbolista, recuperando así la
función social (“paz social” es terminología gironista) que en una
democracia se le supone a la prensa. Como los viejos periodistas de vida
social a la hora de pagar las copas en las boites, Casillas, para tener
franca la portería, sólo ha de gritar: “¡Prensa!”
Playa de Lastres, Asturias