lunes, 1 de julio de 2013

Mal día para hablar de Neymar

  Primera luna de julio

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Como los mozos de Manganeses de la Polvorosa tiraban a la cabra desde el campanario, los mozos de la prensa deportiva tiran al entrenador del Madrid al pilón.

    Por chulo a Mourinho, y a Ancelotti, por latin-lover.
    
España es así, y el presidente alemán ya ha dicho que no quiere que sus nietos terminen siendo como los españoles, y eso que el Bayern ha fichado a Guardiola, aunque todo el mundo sabe que Pep es un español que no quiere serlo, es decir, el español por antonomasia: un español sin medida.
    
El duelo mediático que interesa en Europa es el de Pep con su Bayern frente a Mourinho con su Chelsea.

    Ancelotti, recibido con trato de Casanova por el periodismo global en español, está en otra cosa.

    –El club más ambicioso tiene que hacer el fútbol más espectacular –es el resumen del programa de Ancelotti, con gracia de Pardeza y letra de Butragueño.
    
Si el espectáculo del fútbol es el gol, como creo yo, para ser espectacular Ancelotti se condena a hacer 121 goles en la Liga para igualar el espectáculo del fútbol cinegético de Mourinho.
    
Pero si el espectáculo del fútbol es la posesión, como sostiene el piperío devoto del Xavi de Tarrasa, para ser espectacular Ancelotti debe limitarse a perder 7 por 0 con el Bayern, aprovechando los saques de centro para jugar hacia atrás y arañar minutos de balón.

La caza
    
Como el Caballero del Verde Gabán, Europa no concibe otros ejercicios que la caza y la pesca.
    
El fútbol-caza con galgo y halcón (y a veces, ay, con perdigón manso y hurón atrevido) de Mou y el fútbol-pesca (con caña) de Pep.

    Los Rolling Stones y “Los Planetas”.

    Los alemanes han sucumbido a la modorra del tiquitaca: en Bruselas critican la siesta, pero en Munich, la Atenas alemana, compran el fútbol-chicle, que es su forma de rumiar la decadencia (los bávaros han perdido por jubilación a un Papa sabio y a un entrenador imperial) que supone que sus hijos prefieran para hablar el inglés al alemán, cuyas palabras se les hacen demasiado largas.
    
Tan largas, decía Mark Twain, que tienen perspectiva.
    
No son palabras: son procesiones alfabéticas. Con un poco de imaginación se pueden ver banderas y hasta oírse la música.
    
Cuando la juventud alemana empieza a hablar como Luis de Guindos, llega Pep y dice sin tropezarse: “Waffenstillstandsunterhanlungen”.
    
Por cosas así dijo Camba que en alemán no se puede escribir un libro en monosílabos como el que Bernard Shaw escribió en inglés.
    
Al contrario de Neymar, muchas consonantes y muy poco “esprit”.

    ¿Que qué tiene que ver la gramática con el fútbol?

    El fútbol se juega con el pie, y el pie es la base de sustentación de toda la filosofía alemana, incluido… el fútbol (el juego de Lineker que al final siempre ganaba Alemania). ¿Cómo un pueblo de naturaleza invasora contrata para “kapellmeister” a un pescador de caña como Guardiola?
    
Allá ellos.
    
Sostiene nuestro costumbrismo que el español llega a Alemania con media onza de cerebro y vuelve a España con una cabezota enorme.
    
Del Bosque siempre vio en Guardiola al próximo caudillo de “la Roja”, igual que uno ve en Ramoncín al actual Raimon de la Catalunya Lliure.

La pesca


CRISTIANO Y EL LOBO
    La cultura de la posesión y la cultura de la depredación quedan grabadas en el minuto 90 de cada partido. La imagen de la cultura culé de la posesión es Lobo Carrasco yendo en el último minuto al córner a chupar del frasco para aguantar el balón. La imagen de la cultura madridista de la depredación es Cristiano lanzado en el último minuto por Xabi, Di María u Özil a un sprint total para hacer el enésimo gol. Ni que decir tiene que para la beatería de la cultura (con sus gacetilleros y sus ramones) la cultura bondadosa es la de la posesión.



 El agua