Silverio Lanza
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En “La tournée de Dios”, cuando Dios vino a Madrid, hizo pie en el Cerro de los Ángeles, que hasta allí hubo de desplazarse el director de ABC para entrevistarlo.
–Getafe es nombre caro a nosotros, los del 98 –dijo un día Azorín.
El 98 quería vivir de escribir y en Getafe vivía Silverio Lanza, que luchaba contra la causa del deterioro de la lírica en España: la prepotencia de “caciques y chuletines”.
La de cal y la de arena.
El equipo de fútbol de Getafe hizo una película porno de “zombies calientes” para captar abonados, pero este fin de semana unos jóvenes rockeros no pudieron tocar porque su nombre no acababa de sonar bien a los del Ayuntamiento de Juan Soler, un liberalón del esperancismo.
–¿Usted ha visto cosa más tonta que un censor? –dijo un día Franco a Pemán.
Y le habló de sus tiempos en la Academia de Zaragoza, donde había un censor que tachaba todos los adjetivos encomiásticos (“bellísima”, “graciosa”, “esbelta”) que los cronistas dedicaban a las zaragozanas, y lo hacía por eliminar competencias a sus hijas, “que eran feísimas”.
Los periodistas nos ponemos muy farrucos con las cosas de la censura, pero los políticos han de pensar que a Sócrates lo mató la democracia por corruptor de la juventud sana que sólo bebía horchata, como la de los 80 en las terrazas de la madrileña calle de Juan Bravo.
Por eso en los consistorios con sentido protector de la juventud hay un servicio de préstamo de nombres como el de corbatas en los bingos y casinos.
En caricatura de Hughes:
–¿Cómo dicen que se llaman? ¿“La oreja de Van Gogh”? Como aquí somos antitaurinos, ustedes van a llamarse “El Empeine de Soraya”.
Sicalípticamente, España está donde la dejó en 1975 el cabo Piris, quien al ver en el escaparate de una papelería de Cáceres una lámina de la Maja Desnuda de Goya entró y dijo: “Puedo cerrar este negocio porque se vende pornografía, y a ésa que tiene usted ahí tiene que quitarla”.
Por los jóvenes, más que nada.