Abc
Anoche, cuando cenaba algo en un kiosko de la zona del Bernabéu, fui llamado por mi joven vecina de comedor a mediar en su discusión con el camarero sobre gambas y langostinos, que son los galgos y podencos de la capital.
Ella había pedido gambas, pero creía que le habían servido langostinos y apelaba a la autoridad que veía, más que en mi improbable personalidad de líder sindical, en el hecho de ser “la otra mesa” del establecimiento.
–¡Eh, señor! –me dijo–. ¿Me hace el favor de echarme un vistazo a las gambas?
–¿Huelen mal?
–Al contrario, están estupendas. Pero me parecen grandes. Para mí que son langostinos.
–Bueno, hasta donde yo sé, el tamaño no importa.
Y expuse la teoría chulapona de la gamba blanca del Real Madrid y del langostino a rayas del Athletic de Bilbao.
Pero aquella mujer era de una belleza jardielesca (directamente escapada de “Eloísa está debajo de un almendro”), y no atendía a razones de fútbol.
El camarero sostenía que lo del plato era gamba blanca de Huelva, y para demostrarlo trajo una bandeja de langostinos rayados como tigres indios (“Panthera tigris tigris”).
Así entenderemos que don Eduardo Lamela, el amo de “Pombo”, se negara en redondo a servir gambas en su café.
Y el caso es que el gran logro de la crisis es que todo Madrid vuelve a ser “Pombo”, cuyo dueño, por cierto, se distraía, como nosotros, paseando en el tranvía de recorrido más largo, donde le robaron por dos veces la cartera, proporcionándose desde entonces una falsa cartera para los ladrones en que todo era falso: calendario, décimos de lotería, un cheque y los retratos.
Éste es, ahora, el ambiente.
–¿A que no saben ustedes escribir un millón con nueves? –preguntaba en “Pombo” un tío de la generación del 88.
Y escribía: “999.999 9/9.
¿Cómo no ver ahí a ese Montoro que calcula que la reforma laboral ha evitado la destrucción de 918.000 empleos, y sin castizo que le ladre?
–En nueves, don Montoro. En nueves.