Cruyff firmando el contrato
El Tiqui
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
La marmota de Punxsutawney, Pensilvania, predijo hace un mes el adelanto de la primavera, y el Madrid, según Jabois, es ganar en primavera, que para los madridistas comenzó el martes en Barcelona, que es nuestro “Groundhog Day”, pues ahí lo tienen de nuevo hoy, en el Bernabéu, con su garbanzo dando vueltas en la boca del viejo como un hámster en la rueda: el tiquitaca.
–Lo nuestro no es el tiquitaca –ha dicho Xabi Alonso–. Lo nuestro es la portería de enfrente.
La lucidez de Xabi Alonso le va a costar un disgusto, pues humilla a los “hestetas” de hache cortazarina de Romero Peche (nada que ver con Eva Hache, que no sabe quién es Cortázar), que tienen en el tiquitaca la forma de tirarse el moco, es decir, de fabricarse una reputación (idiota, como todas las reputaciones) de estetas.
Desde luego, lo nuestro no es el tiquitaca. Pero tampoco lo es el burka, y el Supremo ha dicho que eso habrá que verlo.
Una solución suprema sería jugar al tiquitaca con burka.
Pero es que el tiquitaca no es español. Viene del danzón brasileño en los antiguos torneos veraniegos (Teresa Herrera, Ramón de Carranza) y del regateo holandés que trajo Cruyff para negociar sus contratos.
Es verdad que los holandeses cantan en su himno que al rey señor de España rindieron siempre honor, pero eso no los hace españoles.
Lo español es el contrataque, gracias al cual hemos exportado a todas las lenguas cultas la palabra “guerrilla”, que con “cojones”, “tortilla” y “gilipollas” constituye el idioma de que se vale el español para defenderse por el mundo.
Camba fue testigo de cómo algunos naturales del Ampurdán solían reunirse los domingos en cierta calle de Barcelona para bailar la sardana, y los barceloneses se morían de risa contemplando el espectáculo de su futuro baile nacional.
–Catalonia, Europe’s next state –decía un pancartero el martes en el Field New de Barcelona.
El baile nacional de ese futuro Estado sólo puede ser el tiquitaca.
Cruyff entre gorras de plato
El Taca