El Bernabéu, anoche
Francisco Javier Gómez Izquierdo
La verdadera Copa de Europa de fútbol empezó el martes con esos duelos a vida o muerte que tanto gustan a los que nos tenemos por buenos aficionados. Un partido de fútbol necesita emoción, premisa que escasea en ese invento afanaeuros llamado liguilla, y no se exige el buen fútbol, que es cosa que se agradece en la victoria, y se desprecia con la eliminación... por eso al llegar a los rondas eliminatorias, vale tanto la calidad del equipo como las dotes competitivas de la plantilla. Los jugadores del Valencia, un poner, son peores que los del PSG, pero si Banega o Ricardo Costa supieran competir en el nivel alto al que han llegado, los parisinos sufrirían lo que les corresponde.
Banega es futbolista técnico y talentoso que tiene eso que se da en llamar visión de juego, pero en las tardes de mayor exigencia le vienen incomprensibles arrebatos de indolencia, letales para su equipo y motivo de infarto para su entrenador. Cuando al cuarto de hora perdió un balón por hacer el tonto y se quedó quieto, mirando el poderoso trotar de Lucas Moura, pensé que Valverde haría ya el primer cambio. Lo que me da que ha entendido el Txingurri es que en Copa de Europa se baten mejor los Albeldas que los Parejos y que no es obligatorio imitar al Barça para ganar. ¿Y ese Ricardo Costa todo interesante a la hora de renovar y al que parece que nadie quiere ver la tara que arrastra en defensa?
Perdonable es que por necesidad ejerza calamitosamente de lateral derecho, pero ya son demasiados encuentros trascendentales en los que no ha dado la talla... El PSG se apunta como candidato al título con un Lucas Moura que me ha impresionado, un Lavezzi que me confirma su casta competitiva y un Pastore al que no le quito lo guadianesco. El PSG también tiene a Ibrahimovic, un sublime esclavo de su egolatría, capaz de resolverlo todo con una genialidad y de tirar por tierra en un segundo lo construido con paciencia por sus compañeros.
El martes jugó la Juventus, y como corresponde a su tradicional nobleza europea pasará a cuartos. Anoche en el Bernabéu, un clásico: Madrid-Manchester. La plantilla de Sir Alex Fergusson es inferior a la de Mourinho, pero el defecto cualitativo se compensa con arrobas de concentración. Con tipos como Jhonson, Carrick... o Wellbeck, convertidos en tábanos bulliciosos solventando la estridente torpeza de un Rafael no apto para tanta exigencia. Los diablos rojos defendieron en enjambre y con mucha suerte. Opositaron a la derrota pero al Madrid le sobraron prisas en ataque, faltó cierta sensatez en defensa además de ese golpe de autoridad de Özil que el madridismo -ese ente- espera. A Cristiano no se le puede pedir más, pues ya hasta es capaz de rematar como Santillana. Khedira da más de lo que se le pide, Xabi no puede hacerlo todo y un día de estos va a reventar...; el déficit blanco está en la falta de concentración de algunos -pongamos Ramos-, la abulia de otros -tal que Benzema- ó el abandono momentáneo de la inspiración del zurdo Di María al que un servidor creyó iba a ser la clave en el partido de ayer. Me sorprendió que Mou no lo mandara a vérselas con Rafael.