Gabinete (ibérico) del Doctor Caligari
Madrid
(Colección Look de Té)
(Colección Look de Té)
Pedro Ampudia
En un día de primeras planas con agonizante que no era y licencias poéticas aplicadas al periodismo sólo cabía volver a la Primera Plana de Wilder y recordar la definición que Hildy Johnson, magníficamente interpretado por Jack Lemmon, daba de su propio oficio: "Un hatajo de pobres diablos, con los codos raídos y los pantalones llenos de agujeros, que miran por la cerradura y que despiertan a la gente a medianoche para preguntarle qué opina de Fulanito o Menganita. Que roban a las madres fotos de sus hijas violadas en los parques. ¿Y para qué? Pues para hacer las delicias de un millón de dependientas y amas de casa. Y, al día siguiente, su reportaje sirve para envolver un periquito muerto".
Los tiempos han cambiado y aquellas palabras que definían un periodismo de provincias y tabloides se puede aplicar ahora a una prensa que un día consideramos seria. El que agonizaba en una cama no era Chávez sino el señor de un vídeo de Youtube y las comillas aparecían y desaparecían de las informaciones de Marca como si Campillo fuera Houdini o más bien Juan Tamariz, haciendo chistes entre truco y truco. La comparecencia de Florentino Pérez desmintiendo rotundamente la información del diario deportivo no hizo sino acelerar la deriva de gran parte de la profesión hacia el ridículo más absoluto. Como trasfondo, la sagrada protección de las fuentes y el olvido doloso de una de las normas incluidas en el Código Deontológico de la FAPA (Federación de Asociaciones de Periodistas de España): “El periodista deberá fundamentar las informaciones que difunda, lo que incluye el deber que contrastar las fuentes y el de dar la oportunidad a la persona afectada de ofrecer su propia versión de los hechos”. La coartada utilizada por el diario en el día de hoy para demostrar la veracidad de su información sólo puede mover a la risa. Capturas de pantalla de unos supuestos mensajes de texto que bien podrían haberse mandado Segurola y Carpio de una mesa a otra de la redacción convenientemente instruidos por algún becario más puesto en las nuevas tecnologías. Gran parte de la profesión periodística está convencida de que les ampara una especie de inviolabilidad regia y sólo les falta gritar aquello que otro ilustre periodista cinematográfico, el Dutton Peabody de El Hombre que mató a Liberty Valance, gritaba al conocer las normas a seguir por los ciudadanos: “¿No hay excepciones, ni siquiera para la prensa? ¡Eso es llevar la democracia al extremo!”. Todo este espectáculo de fuegos artificiales ha servido para demostrar a los que aún tuvieran dudas que el objetivo final de algunas líneas editoriales no es José Mourinho sino Florentino Pérez y en último caso el Real Madrid. En una época de crisis generalizada en los grandes grupos mediáticos el caramelo blanco endulzaría la boca de siniestros especuladores que aspiran a que el control sobre el Real Madrid sirva para maquillar el fracaso de su política empresarial.
Periodistas que desoyen la deontología y primatólogos que juegan a la Antropología de la Señorita Pepis, de todo hay en la viña del Señor. El pasado domingo nos sorprendía en la sección de Ciencia (nada menos) de la edición digital de El Mundo el artículo de un tal Pablo Herreros que identificaba a José Mourinho con el “macho alfa” de algunas especies de primate. Un macho alfa a lo Mariscal Tito, si hemos de creer al médium porteño de El País que nos informaba al día siguiente de la decisión de los intelectuales orgánicos de la plantilla del Real Madrid, Casillas y Ramos, de abrazar los postulados del socialismo autogestionario. Para dar base científica a su tesis, el primatólogo nos remitía a los estudios de campo de Jane Goodall y Robert Sapolsky obviando la frase más importante de cuantas haya pronunciado el segundo: “Es virtualmente imposible comprender cómo funciona la biología fuera del contexto del medio”. A muchos les molestó que el primatólogo encontrara rasgos propios de los primates en José Mourinho, pero a uno le parece más atrevido que el primatólogo encuentre rasgos humanos en los primates y que su método científico a la hora de catalogar al entrenador portugués esté basado en artículos de prensa, leyendas urbanas y Punto Pelota. A Goodall y Sapolsky les podríamos acusar de ser víctimas de la falacia del espejo, pero al menos ellos convivieron con los primates. No tenemos noticias de que el primatólogo español haya dormido en casa de los Mourinho y nadie lo recuerda presenciando un entrenamiento. Ciencia. Ficción.
En medio de este agit-prop tuvieron que enfrentarse los primates yugoslavos a una trilogía levantina que concluyó con el Madrid en las semifinales de Copa y tres puntos recortados al Barcelona en liga. El partido de ida en el Bernabéu se rigió por la norma que siempre impone Mourinho en estos casos, anteponer la seguridad defensiva a cualquier otra cosa para evitar goles del rival. Estuvo inconmensurable Khedira tapando la boca por enésima vez a los líricos que ven poesía en las películas de Éric Rohmer, pero no en las de Sam Peckinpah. Benzema despertó ligeramente del letargo y su gol y otro de Guardado en propia meta dejaron prácticamente sentenciada la eliminatoria. La derrota del Barcelona en San Sebastián pareció espolear al Madrid, que ofreció en el encuentro liguero en Valencia un recital de 45 minutos de hardcore melódico al que sólo le faltó una banda sonora de Bad Religion. Higuain, Di María y Cristiano bailaron al son que marcaba un Özil en trance místico y destrozaron al equipo valenciano con arremetidas brutales entre las que emergían las sutilezas. En el partido de vuelta de Copa lo único reseñable fue una patada de Álvaro Arbeloa en la mano de Casillas, que andaba por el área vendimiando, y que va mantener al de Móstoles “looking for paradise” con su cervecita, sus patatas fritas y su peli sentadito en el sofá durante los próximos tres meses. Para cubrir la baja del portero ha fichado el Madrid a Diego López, español y canterano, al que la prensa trató como a Adán cuando Capello lo puso de titular en un trofeo Santiago Bernabéu dejando en la grada al yerno de España. Déjà vu. El Real Madrid es un eterno retorno y, como escribió Borges:
"También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable".
Periodistas que desoyen la deontología y primatólogos que juegan a la Antropología de la Señorita Pepis, de todo hay en la viña del Señor. El pasado domingo nos sorprendía en la sección de Ciencia (nada menos) de la edición digital de El Mundo el artículo de un tal Pablo Herreros que identificaba a José Mourinho con el “macho alfa” de algunas especies de primate. Un macho alfa a lo Mariscal Tito, si hemos de creer al médium porteño de El País que nos informaba al día siguiente de la decisión de los intelectuales orgánicos de la plantilla del Real Madrid, Casillas y Ramos, de abrazar los postulados del socialismo autogestionario. Para dar base científica a su tesis, el primatólogo nos remitía a los estudios de campo de Jane Goodall y Robert Sapolsky obviando la frase más importante de cuantas haya pronunciado el segundo: “Es virtualmente imposible comprender cómo funciona la biología fuera del contexto del medio”. A muchos les molestó que el primatólogo encontrara rasgos propios de los primates en José Mourinho, pero a uno le parece más atrevido que el primatólogo encuentre rasgos humanos en los primates y que su método científico a la hora de catalogar al entrenador portugués esté basado en artículos de prensa, leyendas urbanas y Punto Pelota. A Goodall y Sapolsky les podríamos acusar de ser víctimas de la falacia del espejo, pero al menos ellos convivieron con los primates. No tenemos noticias de que el primatólogo español haya dormido en casa de los Mourinho y nadie lo recuerda presenciando un entrenamiento. Ciencia. Ficción.
En medio de este agit-prop tuvieron que enfrentarse los primates yugoslavos a una trilogía levantina que concluyó con el Madrid en las semifinales de Copa y tres puntos recortados al Barcelona en liga. El partido de ida en el Bernabéu se rigió por la norma que siempre impone Mourinho en estos casos, anteponer la seguridad defensiva a cualquier otra cosa para evitar goles del rival. Estuvo inconmensurable Khedira tapando la boca por enésima vez a los líricos que ven poesía en las películas de Éric Rohmer, pero no en las de Sam Peckinpah. Benzema despertó ligeramente del letargo y su gol y otro de Guardado en propia meta dejaron prácticamente sentenciada la eliminatoria. La derrota del Barcelona en San Sebastián pareció espolear al Madrid, que ofreció en el encuentro liguero en Valencia un recital de 45 minutos de hardcore melódico al que sólo le faltó una banda sonora de Bad Religion. Higuain, Di María y Cristiano bailaron al son que marcaba un Özil en trance místico y destrozaron al equipo valenciano con arremetidas brutales entre las que emergían las sutilezas. En el partido de vuelta de Copa lo único reseñable fue una patada de Álvaro Arbeloa en la mano de Casillas, que andaba por el área vendimiando, y que va mantener al de Móstoles “looking for paradise” con su cervecita, sus patatas fritas y su peli sentadito en el sofá durante los próximos tres meses. Para cubrir la baja del portero ha fichado el Madrid a Diego López, español y canterano, al que la prensa trató como a Adán cuando Capello lo puso de titular en un trofeo Santiago Bernabéu dejando en la grada al yerno de España. Déjà vu. El Real Madrid es un eterno retorno y, como escribió Borges:
"También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable".