Blade Runner
Derbi en el Bernabéu
Pedro Ampudia
Esa jugada en las postrimerías del partido de anoche con Cristiano Ronaldo corriendo desde su propia área hasta acabar estrellando con violencia el balón en el poste a pase de Mesut Özil nos hizo preguntarnos si estamos realmente ante un ser humano o ante un replicante Nexus-6 diseñado en una Tyrell Corporation situada clandestinamente en Madeira. Resulta complicado recordar algo más bello acaecido sobre un terreno de juego que esa carrera furibunda hacia el único destino que conoce Cristiano y no podemos dejar de recordar el punto cuatro del Manifiesto Futurista de Marinetti: “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad”. En esa cansina discusión que se mantiene por decidir quién ocupa el trono de mejor jugador del mundo en la actualidad nosotros lo tenemos claro. Si Messi es la gambeta y el fútbol suburbial, Cristiano es la violencia y el fútbol industrial. Cristiano es el capitalismo frente a ese Messi formado en La Masía, escuela protosoviética. Messi es la cumbia y Cristiano es Kraftwerk. Recurrimos para glosar a Cristiano de nuevo a Marinetti: “Nosotros queremos exaltar el movimiento agresivo, el insomnio febril, la carrera, el salto mortal, la bofetada y el puñetazo”.
Esa imagen de Cristiano como un Nexus-6 parece haber aparecido también en las mentes de una inmensa mayoría de los periodistas deportivos de este país que se han otorgado a sí mismos la categoría de Blade Runners y han incluido también en el lote de replicantes a aniquilar a todos los jugadores portugueses del Real Madrid y a todos aquellos que hayan sido fichados por Mourinho, que vendría a ser el Eldon Tyrell de la enésima versión de esta película. De ahí su sorpresa cuando Cristiano pregona su tristeza o Coentrao su estupefacción por las críticas perversas. Los replicantes no sienten y son incapaces de empatizar, así que los Cristiano, Coentrao, Pepe o Khedira son sometidos a diario a la prueba Voight-Kampff por parte de sebosos analistas en sus patéticos cubículos de engorde de las redacciones. Es la xenofobía cateta por lo diferente, por lo que te ves incapaz de controlar y llevar a tu terreno.
Llegaba el derbi en el mejor momento para el Atlético y en el peor para el Madrid después de la derrota ante el Betis, de la que sólo recuerdo a Jose I. López leyendo pasajes del programa electoral de Madridista Ateo, a Jorge Bustos dando respingos en la silla como si cada ocasión fallada fuera una descarga eléctrica y una tortilla. Sin embargo, el Atlético no quiso apartarse de una tradición que dura lustros y perdió contra el Madrid como si hacer algo diferente le fuera a enfrentar con su historia reciente. No es menos cierto que la actitud del equipo de Mourinho fue la necesaria para sacar adelante el partido con jugadores plenos de concentración durante noventa minutos que no consintieron que el equipo rojiblanco diera sensación de peligro en todo el partido. Abrió el marcador Cristiano con un libre directo ejecutado con precisión y violencia y terminó el partido para el equipo de Simeone. Fue uno de esos partidos de fútbol de otro tiempo, de tipos serios que dejan las sonrisas y los afectos para el final del encuentro. Duro, pero no sucio. La segunda parte sirvió para que Benzema, prácticamente ausente durante los primeros cuarenta y cinco, mostrase que en este equipo industrial él es el orfebre y que entre los ritmos de Krautrock él cuela siempre melodías trip-hop. Marcó el segundo Özil y el primero que llegó a felicitarlo fue su novio. Una nueva falta lanzada por Cristiano acabó en el larguero y acabó el partido con esa obra de arte del siglo XXI que admiraremos con frecuencia en el museo de nuestra memoria. Tan sólo esperamos que esos Blade Runners de abultada papada y escaso talento no acorralen definitivamente a nuestros replicantes y consigan que todo esos momentos se acaben perdiendo como lágrimas en la lluvia.
Esa imagen de Cristiano como un Nexus-6 parece haber aparecido también en las mentes de una inmensa mayoría de los periodistas deportivos de este país que se han otorgado a sí mismos la categoría de Blade Runners y han incluido también en el lote de replicantes a aniquilar a todos los jugadores portugueses del Real Madrid y a todos aquellos que hayan sido fichados por Mourinho, que vendría a ser el Eldon Tyrell de la enésima versión de esta película. De ahí su sorpresa cuando Cristiano pregona su tristeza o Coentrao su estupefacción por las críticas perversas. Los replicantes no sienten y son incapaces de empatizar, así que los Cristiano, Coentrao, Pepe o Khedira son sometidos a diario a la prueba Voight-Kampff por parte de sebosos analistas en sus patéticos cubículos de engorde de las redacciones. Es la xenofobía cateta por lo diferente, por lo que te ves incapaz de controlar y llevar a tu terreno.
Llegaba el derbi en el mejor momento para el Atlético y en el peor para el Madrid después de la derrota ante el Betis, de la que sólo recuerdo a Jose I. López leyendo pasajes del programa electoral de Madridista Ateo, a Jorge Bustos dando respingos en la silla como si cada ocasión fallada fuera una descarga eléctrica y una tortilla. Sin embargo, el Atlético no quiso apartarse de una tradición que dura lustros y perdió contra el Madrid como si hacer algo diferente le fuera a enfrentar con su historia reciente. No es menos cierto que la actitud del equipo de Mourinho fue la necesaria para sacar adelante el partido con jugadores plenos de concentración durante noventa minutos que no consintieron que el equipo rojiblanco diera sensación de peligro en todo el partido. Abrió el marcador Cristiano con un libre directo ejecutado con precisión y violencia y terminó el partido para el equipo de Simeone. Fue uno de esos partidos de fútbol de otro tiempo, de tipos serios que dejan las sonrisas y los afectos para el final del encuentro. Duro, pero no sucio. La segunda parte sirvió para que Benzema, prácticamente ausente durante los primeros cuarenta y cinco, mostrase que en este equipo industrial él es el orfebre y que entre los ritmos de Krautrock él cuela siempre melodías trip-hop. Marcó el segundo Özil y el primero que llegó a felicitarlo fue su novio. Una nueva falta lanzada por Cristiano acabó en el larguero y acabó el partido con esa obra de arte del siglo XXI que admiraremos con frecuencia en el museo de nuestra memoria. Tan sólo esperamos que esos Blade Runners de abultada papada y escaso talento no acorralen definitivamente a nuestros replicantes y consigan que todo esos momentos se acaben perdiendo como lágrimas en la lluvia.