Aquel maestro del ratoneo
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Cuatro muchachas muertas, y nadie ha sido.
Es lo que en España, háblese de Annual, Casas Viejas o Madrid Arena, se llama ratoneo, o forma castiza de escaquearse de las responsabilidades.
–Ese aparecer y desaparecer del hociquito del ratón por el agujero donde menos peligro encuentra, mientras su enemigo está, un poco ridículamente, con la escoba en alto, en el otro rincón de la estancia…
Así es como en lo de Casas Viejas retrató Fernández Flórez a Azaña, el gran maestro del ratoneo.
En una comunidad poco inteligente, las grandes cuestiones se achican: la fatalidad, una bengala, la licencia, a mí que me registren, esos padres que pasan…
Cuatro muchachas muertas, y nadie quiere saber nada.
–El Gobierno no puede saber lo que se trama en un pueblecito perdido en una sierra –se defendía el Gran Ratón Colorado en lo de Casas Viejas.
(Argumento reversible para desórdenes en una gran ciudad: “El Gobierno no puede vigilar lo mismo una capital que un pueblecito perdido”).
A todo esto, España encabeza la lista de países productores de responsabilidades. ¿Qué hacer con ellas? Encontrar una responsabilidad no es como encontrar una cartera, sino como cosechar la aceituna: hay que trabajarla. Los políticos arman grandes algarabías ante ella:
–Andan cacheándose y olfateándose, para ver quién esconde una. Si la encuentran, se dan un hartazgo de hablar. ¿Y después? Después, nada. Se almacena la responsabilidad y se va pudriendo lentamente, junto a las otras.
Ahora la fuerza municipal habitualmente destinada a arruinar a ciudadanos sorprendidos con una mahou en la mano se vuelca sobre las discotecas de la capital en busca de responsabilidades (papeles sin póliza, goznes de puertas que chirríen…), es decir, de queso para los ratones.