Bismarck, inventor del Kulturkampf
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Las bibliotecas están vacías, pero en los medios todo progre llora por la cultura.
La cultura que tantos singultos (y euros) nos cuesta es la cultura titiritera del compromiso, es decir, el “Kulturkampf”, un invento prusiano de Bismarck que Nietzsche despachó en un sarcasmo:
–¡Fenómeno nuevo! El Estado como estrella para guiar la cultura.
¿Y cómo tenemos el “Kulturkampf” (“impulso cultural”, traducido por Fumaroli)?
La derecha callejera acusa al subsecretario kulturkampfiano Lassalle de impulsar culturalmente, que es decir ministerialmente, sólo a los columnistas de un periódico, que es una cosa que hasta ahora sólo había hecho un alcalde de Getafe, Pedro Castro, que pasó a la posteridad por su frase “hay que ser tonto de los cojones para votar a la derecha” y que puso en su pueblo una calle en vida a todos esos columnistas.
En Burgos, el concejal pepero del “Kulturkampf” tiene puesto el premio de poesía de la ciudad en manos del granadino García Montero, poeta de máximo progreso que se ha venido del pueblo con su propio poeta bajo el brazo, un epígono al margen de los preseleccionados, al estilo de las contemporáneas figuras del toreo, que van por esas plazas de Dios con sus toretes bajo el brazo (“6 escogidos toros 6”, avisan los carteles), unas monas domésticas frente a las cuales el toreador (torero es otra cosa) compone cursimente la figura que le granjea el título de figura, privando a la tauromaquia contemporánea de cualquier interés, si la comparamos con cualquier pared de Casa Salvador (¿no es verdad, querido Pepe Blázquez?).
El final de todas las civilizaciones es la cursilería, y nuestra decadencia manifiesta, cuya manifestación es este “Kulturkampf”, no puede ser más cursi.
Lassalle, subsecretario del Kulturkampf hispánico