lunes, 22 de octubre de 2012

Dos pelotas y un balón



Ignacio Ruiz Quintano 
Abc

    Así tituló Ramón Mendoza, hace ya más de tres lustros, sus memorias blancas.
    
Con el Barcelona, para que todos sintamos y seamos respetados por igual, hay que establecer el equilibrio del terror.
    
Que ése fue desde el principio el programa presidencial de Mendoza en sus relaciones con el Barcelona, frente a la leyenda pipera de los valores según la cual el antimadridismo nació con los galácticos (“yo no soy galáctico, yo soy de Móstoles”) y triunfó con Mourinho.
    
Otro tiempo, otro periodismo.

    Mendoza, que publicó sus “Dos pelotas y un balón” en El País/Aguilar, se planteó no volver al Campo Nuevo tras el segundo y último Desafío Canal +, cuando a la salida del palco un aficionado le tiró una patada:
    
Yo la esquivé porque vi lo que iba a hacer y el golpe se lo llevó Jesús Polanco, presidente de Canal +, que iba a mi lado.
    
Y es que, cuanto había que decir del “seny”, lo dijo Pla: “¡Oh, el seny no ha existido jamás! Es una contrapartida para decir que no lo hay.”

    Al cabo, Mendoza se veía en el cargo como el Gran Gatsby, "en una maravillosa mansión de la que no puedes salir ni disfrutar". Es una ley, según él, inexorable que después de un tiempo en la presidencia no pueda uno ir a ningún campo, y citaba Atocha, Mestalla y, por supuesto, Camp Nou.
    
En el primer año, Josep Carreras, el tenor, me hizo un corte de mangas al marcar el segundo tanto el Barcelona.
    
Pero fue Pilar Rahola quien nombró a Mendoza “jefe de la ultraderecha española mucho más que Blas Piñar”.
    
Harto de “las prebendas del Barcelona”, Mendoza llegó a la presidencia del Madrid convencido de que la mejor defensa era un buen ataque y, sobre todo, mucho mejor que un buen ataque era mantener el equilibrio del terror, el “no me toques, que te toco”.
    
Lo que se ha denominado en el argot europeo de los últimos años “la forcé de frappe”. Hay que tener siempre misiles, no se puede combatir un terror o un chantaje permanente con las manos en la espalda. No podía estar siempre consintiendo su envidia, sus ataques…Y siempre sentí que nos llevaban ventaja en su sentido de manipulación sensiblero-nacionalista.
    
Dos pelotas… y un balón.
    
¿Cristiano, extremo alto y guapo, pero portugués, o Messi, delantero bajito y feo, pero argentino?
    
Desengáñese, don Fulano –dice Salvador Boix, el apoderado catalán de José Tomás–. Los toros son marketing y glamour.
    
Lo único que tienen en común Cristiano y Messi es la producción de goles. Si mete más goles Cristiano, lo que cuenta para el Balón de Oro son los títulos. Pero si gana más títulos Cristiano, lo que cuenta para el Balón de Oro son los goles.
    
Frente a frente el otro día, empataron a dos goles. Los de Cristiano: “culpa de Valdés”. Los de Messi: de palomero el primero (“imposible para Casillas”) y de falta inexistente el segundo, sacada con trampa (“inaudita inteligencia”) en un “golpeo prodigioso” (entre los caretos de Khedira y Benzema, que se quitan a lo Míchel en el gol de Stojkovic del 90), “imposible para Casillas”.

    Un balón… y dos pelotas.

EL REMANENTE IDEOLÓGICO
    Jean-François Revel llama “la remanencia ideológica” a la persistencia de un fenómeno tras la desaparición de su causa. Ya no se cree en el socialismo, pero se continúa vituperando a los partidarios del capitalismo como si aún tuviéramos algo coherente que oponerle. Ya no se cree en el guardiolismo (devenido en titismo), pero se continúa vituperando a los partidarios del mourinhismo como si aún tuviéramos algo coherente que oponerle. La remanencia ideológica es la fuente principal de la mentira idológica.