Anson
(Colección Look de Té)
José Ramón Márquez
Anson es ya una inerme caricatura de sí mismo, con lo que fue este hombre cuando tenía a su servicio a un portadista como Dios manda. Ahora ya no es más que apenas un rinconcillo que le ha cedido en su diario Pedro J., que sin duda le tendrá allí para poder mirarse en el viejo periodista y así contemplar anticipadamente su propia vejez. Con esa caritativa presencia en el papel, con la asistencia a los debates de la Academia, donde es Inmortal por el tercio peridístico junto al autor de la espléndida novela ‘La Rusa’ y con sus cosas ansoneras, que con tantísimo interés seguimos, pues la verdad es que divierte, se van pasando sus días azules en los que no hay sol de infancia alguna, pues Anson, como es bien sabido, nunca fue niño.
La última de las cosas que nos ha regalado es un textito sobre el premio Paquiro, que, como el hombre está en la cosa del PPPP (Prestigioso y Pingüe Premio Paquiro), se ha tirado de cabeza al ruedo con una artillería de no te menees a hacer lo que mejor se le ha dado siempre, que es defender los garbanzos verdaderos y dejar generosamente los rastros precisos para que una franca sonrisa ilumine los rostros de sus seguidores, que somos legión.
Tratándose de unas líneas dedicadas a la tauromaquia, Anson nunca deja pasar la ocasión de referirse al famoso libro ‘Rito y juegos del toro’, de Luis Álvarez de Miranda, texto que de forma canónica siempre saca a pasear cuando de la cosa táurica se trata. Si hablásemos de la China nos ofrecería sin dudarlo y en V.O. los mejores versos de Li Po, el poeta inmortal; si de negros fuese la cosa nos abrumaría con su visión omnicomprensiva de la negritud, como en cierta ocasión apabulló en Dakar al mismísimo Léopold Sédar Senghor, a quien no permitió abrir la boca más que apenas para exclamar un alucinado ‘Trés bizarre...!’; si fuera de periodismo relataría su visión del ABC verdadero y del asco que tomó a los que no le permitieron quedarse con él, tornándole en ánima en pena desde entonces, en un Smeagol periodista que añora sin cesar su tesoro.
Pero estamos con los toros y aquí la cosa tiene otras reglas, porque aquí según vas leyendo las palabras del académico te vas dando cuenta de que los resortes que se manejan, para llegar a los fines trazados, son de gran altura, como cuando saca el hombre a relucir la taurocatapsia cretense y los santuarios de Dan y Bet El, dejando la cosa harto difícil de meterle mano para el que no esté en la pomada. Por hablar hasta habla el académico de Apis y unta que te unta ese fuagrás de tapa negra nos va llevando hasta el serio luto por nada que representa José Tomás, torero hegeliano ante quien toda reverencia ha de ser poca, pues al igual que en la antigüedad fue el toro ‘el que trae la lluvia’ aquí se le han traspasado puntualmente al torero de Galapagar los atributos de la deidad, ya que él es ‘el que trae la pasta’, que es muchísimo mejor que la lluvia, desde luego.
Dudo sinceramente que Anson haya visto torear a José Tomás más de tres o cuatro veces en toda su carrera; de su falta de conocimiento taurino, de su ignorancia de lo que es la auténtica afición puedo dar fe, pero esas cosas no hacen al caso. Para las cuentas del Paquiro, es como si el académico hubiese seguido al de Galapagar por esas plazas desde que era becerrista, y se hubiese dejado las pestañas en Las Ventas, ya que lo que aquí se ventila no tiene nada que ver con el toreo ni con la afición a las corridas de toros. Lo importante, lo realmente importante es el hecho de que Tomás venga de la mano de la sacrosanta Telefónica, avalado por su impenitente seguidor Luis Abril, ese ‘sabio de la tauromaquia’, en palabras del viejo periodista, que tantas mercedes procura y que, a poco que se descuide, se va a ver a sí mismo costeando una estatua a Ortega y Gasset, que es lo que tantas personas de la altísima cultura madrileña capitaneadas por el viejo Anson y la Fundación Ortega demandan con insistencia como cosa de lesa justicia, demanda a la que nos sumamos con respeto, especialmente si nos invitan a almorzar.
Y luego, la cancha a los jóvenes. Ante los que se llenan de extrañeza por el hecho de que de los siete PPPP que se han concedido, cuatro hayan ido a parar a las manos del serio Tomás, Anson ofrece como respuesta las finezas de un alevín que explica perfectamente que, al igual que Nadal se ha llevado siete Roland Garros, Tomás se puede llevar 4 ó 40 PPPP, argumento de enorme finura intelectual que apunta al hecho de que, posiblemente, el Roland Garros lo esté otorgando cada año un jurado manso y pastueño de veinte votos unánimes, ante el que sin duda el mallorquín se ha desgraciado la rodilla de tanto hacerle reverencias. Chiquilladas.
Al final siempre queda alrededor de Tomás la misma sensación de desmesura. Si lo de Tomás lo hubiesen llevado más morigeradamente, a lo mejor no daba tanto el cante, pero es que si por hacerle constantemente de más al torero, o más bien si por halagar al jefe que le adora y por adorar al santo por la peana, hay que poner en solfa a los toros de Guisando, estos son capaces de ponerlos... pero en su interesado delirio no se dan cuenta de que es más que dudoso que Tomás quisiera verse frente a frente con esos imponentes verracos de granito que, en la corraleta de piedra de la Venta Juradera, proclaman la seriedad del toro de Iberia, despreciada de forma patente y constante por Tomás y por toda su legión de palmeros y de estómagos agradecidos.
JURADO HISTÓRICO DEL PAQUIRO
Fernando Almansa (presidente), Luis Abril, Luis María Anson, Javier Aresti, Pedro Chicharro, Jordi García Candau, Pío García Escudero, José María García, Máximo García Prados, Jaume Giró, José Manuel Gómez, Araceli Guillaume, Carlos Ilián, Felipe Lafita, Manuel Llorente, Enrique Múgica, Antonio Petit, Borja Prado, Cristina Sánchez, Gonzalo Santonja, Javier Villán, Vicente Zabala y Víctor Manuel Zabala.