Jorge Bustos
Volvía a casa de trabajar a eso de las diez preguntándome, como Di
María, qué vía tomar, de qué modo iba a atravesar el cerco policial y el
frente jacobino que obstruían todos los accesos a mi calle. La ventaja
de vivir junto al Parlamento es que si te das la vuelta en la cama te
caes prácticamente en un escaño y así se madruga menos para asistir a
las sesiones de control que Posada nos programa a las
nueve. Y lo malo es que cada vez que se colma el ibérico vaso ceñudo de
la indignación latina, la subsiguiente lucha prodemocrática le pilla
siempre a uno entre dos barricadas y mordiendo el DNI para acreditar que
sube al tercero a tirarse en su santa cama pagada a golpe de nómina, y
no a tomar posiciones para dejar caer macetas de geranios rojos entre la
madera. Llego al paso fronterizo, donde se desarrolla la siguiente
escena:
—Madero, has sido tú el de la hos..., ¿no? Pues que sepas que te he
hecho una foto y que la voy a mandar a Reuters, a ver si luego empiezas a
creer un poquito más en nosotros, ¡parásito del Sistema! —le espeta un
velloso camarada, con vocación de eurodiputado tipo Cohn-Bendit,
a un antidisturbios del tamaño de un aparador victoriano, que bloquea
la bocacalle junto a otras compactas muestras de mobiliario nacional.
—Anda, valiente, vete de aquí, que todavía cobras —le replica con cierta desgana pero muy tieso el policía, ante las sonrisas socarronas de sus compañeros, que me piden la documentación, aprueban mi rostro elocuente de buena persona y me dejan pasar.
Tras estas periódicas ocasiones que brinda la urbe a la épica para
pobres siempre se termina hablando de los grises y el franquismo, pero a
uno le evoca la figura de Pier Paolo Pasolini,
comunista y católico, homosexual y antiabortista, que venía a explicar
así su escandalosa alineación con la gendarmería durante el mayo
francés, tan feniciamente aprovechado por Sartre y otros prohombres de la Cultura para colocar a medio mundo sus tostones maoístas:
—¿Que por qué en las refriegas apoyo a los policías y no a los
estudiantes? Mire, los policías son hijos del proletariado. Yo siempre
estaré del lado del proletariado.
Es verdad que las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado
continúan reclutando a sus efectivos entre la clase obrera, pero no está
tan claro que lo que tuvieran enfrente el martes fuera la burguesía. En
1974, el general Franco, por entonces dictador de España, aseguró al teniente general Vernon Walters, por entonces director de la CIA:
—La clase media es mi gran legado histórico.