Juanito Navarro y Simón Cabido (Doña Croqueta)
Los narradores de nuestra vida
Pocas cosas hay tan desagradables en la España actual como la imagen de
un sevillano adulto cantando el himno del Sevilla; pero aún así, a Martínez, el narrador de nuestra vida, todo le parecía “poco electrizante”. A su lado, Robinson lucía aún a estas alturas un moreno congoleño, de verano de hispanista
Hughes
Al Madrid apetece verlo hacia atrás, como se escucha el vinilo de algún grupo con mensaje satánico, porque el Madrid culmina en Pepe y su disparatado satanismo de receptor de todos los golpes. Hoy se iba al descanso con un moratón naciente en su cráneo plateado, y ya le íbamos calculando el chichón, porque Pepe es de los jugadores que acaban con chichones, a la antigua. Su cráneo argentino hacía juego con la nueva indumentaria del equipo, cuya gafancia queda hoy inaugurada. Si la nueva camiseta culé parece un atardecer africano sampleado, once llamitas ardientes, un infiernillo de tiquitaca, el Madrid responde con el verde botella un poco picoleto, verde y plata, como olivos en invierno. Cristiano, la verdad, la trsiteza de Cristiano, queda muy otoñal y muy elegante con esa camiseta que yo me pondría perfectamente esta temporada con un traje oscuro.
El Pizjuán no estaba lleno hoy. La crisis, imagino, que en septiembre anda todo el mundo tieso porque quien más quien menos tiene vacaciones o hijos. Si estará jodida la cosa que Míchel salió al campo con las manos en los bolsillos y ya no las sacó en todo el partido.
Pocas cosas hay tan desagradables en la España actual como la imagen de un sevillano adulto cantando el himno del Sevilla; pero aún así, a Martínez, el narrador de nuestra vida, todo le parecía “poco electrizante”. A su lado, Robinson lucía aún a estas alturas un moreno congoleño, de verano de hispanista.
El Madrid salía con el once de gala, privándonos a los inconstantes del aliciente de ver a Modric y Essien y alguna de las posibilidades tácticas que ofrecen. A mí me cuesta mucho mantener la lealtad y la atención a las cosas como para poder seguir durante dos temporadas al mismo equipo. No sé, necesito cambios, alicientes, movidas. Seguimos a un equipo con la condición de que no sea nunca el mismo.
Marcó Trochovski nada más empezar. La defensa miraba como si todos fueran empleados de oficina en la hora del cigarro. Tras el gol, el Madrid tuvo un desempeño semidigno, pero un centro del campo endeble, frágil, intransitivo, un par de disparos voluntariosos de Cristiano y alguna pifia de Higuaín, que hoy remató de modo ignominioso. Lo de Higuaín, y lo dice un devoto, a veces es de liga de empresa.
El Madrid, lo mismo que un partido político, huía de toda posición extrema. Dos zonas erógenas fundamentales del fútbol, el extremo zurdo y el extremo derecho, permanecían sin pisar por un Madrid obsesionado con el centro. Pero en el banquillo no estaba Arriola, sino Mou, que se ponía de cuclillas con elegancia de golfista, calibrando el putt, viendo a ras de césped cosas que nadie vería.
En un momento dado salió Chendo y entonces la banda del Pizjuán, con Míchel a otra altura, era un monumento a la nostalgia. La crisis del hombre es la crisis del lateral derecho, porque anda que no ha cambiado el rol desde el de Totana para acabar en Cicinho, el nuevo Cicinho, que es un lateralillo volatinero, como volatinero fue Negredo, que atesora el talento dramático de todo canterano. Los canteranos son como los Larrañaga.
Al descanso, cero a cero y salía Modric sin Özil, lo que significa desconocer completamente el concepto valdanista de sociedad futbolística, porque si hay una sociedad perfecta, necesaria, revolucionaria del bodrio futbolístico de este Madrid es la de los dos. También salía Benzema, para estorbarse con Cristiano e Higuaín a su manera friolenta.
El Madrid eran fracasos nominativos, el cansancio físico, cierto galimatías táctico, pero también una evidente complacencia, propia de un equipo que todavía no ha decidido empezar la temporada. En la afectación de Arbeloa y Alonso el otro día, en los errores del muy honorífico Casillas y en la decisión de ser Ricky Martin de Sergio Ramos se percibe aún el laurel mundialista, la horrible resaca del champán.
En la segunda parte, cené y cenando se mira al plato, a la tele, al plato, a la tele y se cabecea como un mal futbolista y tácticamente es imposible enterarse de nada, pero la cosa pintaba mal. Se pudo empatar, pero se pudo empatar pocas veces, y Mou, si miraba al banquillo, encontraba a Kaká y a Carbajosa. La desesperación es eso: mirar al banquillo y ver a un periodista calvo.
Hubo un casi remate de Ramos, un disparo a Triana de Callejón, veinticinco repeticiones de posibles expulsiones de jugadores madridistas y un fuerte chut de Modric al palo. Una regla conocida es que cualquier nuevo jugador del Madrid tarda medio año en perder la fuerza europea de su chut. Hay dos excepciones: Roberto Carlos, que tenía pierna para hacer transplantes de muslo y Cristiano Ronaldo, que no pisa el Txistu.
El Barcelona se queda ocho puntos por delante. Con un millón de personas en Canaletas puede declararse campeón de esta liga.
El Pizjuán no estaba lleno hoy. La crisis, imagino, que en septiembre anda todo el mundo tieso porque quien más quien menos tiene vacaciones o hijos. Si estará jodida la cosa que Míchel salió al campo con las manos en los bolsillos y ya no las sacó en todo el partido.
Pocas cosas hay tan desagradables en la España actual como la imagen de un sevillano adulto cantando el himno del Sevilla; pero aún así, a Martínez, el narrador de nuestra vida, todo le parecía “poco electrizante”. A su lado, Robinson lucía aún a estas alturas un moreno congoleño, de verano de hispanista.
El Madrid salía con el once de gala, privándonos a los inconstantes del aliciente de ver a Modric y Essien y alguna de las posibilidades tácticas que ofrecen. A mí me cuesta mucho mantener la lealtad y la atención a las cosas como para poder seguir durante dos temporadas al mismo equipo. No sé, necesito cambios, alicientes, movidas. Seguimos a un equipo con la condición de que no sea nunca el mismo.
Marcó Trochovski nada más empezar. La defensa miraba como si todos fueran empleados de oficina en la hora del cigarro. Tras el gol, el Madrid tuvo un desempeño semidigno, pero un centro del campo endeble, frágil, intransitivo, un par de disparos voluntariosos de Cristiano y alguna pifia de Higuaín, que hoy remató de modo ignominioso. Lo de Higuaín, y lo dice un devoto, a veces es de liga de empresa.
El Madrid, lo mismo que un partido político, huía de toda posición extrema. Dos zonas erógenas fundamentales del fútbol, el extremo zurdo y el extremo derecho, permanecían sin pisar por un Madrid obsesionado con el centro. Pero en el banquillo no estaba Arriola, sino Mou, que se ponía de cuclillas con elegancia de golfista, calibrando el putt, viendo a ras de césped cosas que nadie vería.
En un momento dado salió Chendo y entonces la banda del Pizjuán, con Míchel a otra altura, era un monumento a la nostalgia. La crisis del hombre es la crisis del lateral derecho, porque anda que no ha cambiado el rol desde el de Totana para acabar en Cicinho, el nuevo Cicinho, que es un lateralillo volatinero, como volatinero fue Negredo, que atesora el talento dramático de todo canterano. Los canteranos son como los Larrañaga.
Al descanso, cero a cero y salía Modric sin Özil, lo que significa desconocer completamente el concepto valdanista de sociedad futbolística, porque si hay una sociedad perfecta, necesaria, revolucionaria del bodrio futbolístico de este Madrid es la de los dos. También salía Benzema, para estorbarse con Cristiano e Higuaín a su manera friolenta.
El Madrid eran fracasos nominativos, el cansancio físico, cierto galimatías táctico, pero también una evidente complacencia, propia de un equipo que todavía no ha decidido empezar la temporada. En la afectación de Arbeloa y Alonso el otro día, en los errores del muy honorífico Casillas y en la decisión de ser Ricky Martin de Sergio Ramos se percibe aún el laurel mundialista, la horrible resaca del champán.
En la segunda parte, cené y cenando se mira al plato, a la tele, al plato, a la tele y se cabecea como un mal futbolista y tácticamente es imposible enterarse de nada, pero la cosa pintaba mal. Se pudo empatar, pero se pudo empatar pocas veces, y Mou, si miraba al banquillo, encontraba a Kaká y a Carbajosa. La desesperación es eso: mirar al banquillo y ver a un periodista calvo.
Hubo un casi remate de Ramos, un disparo a Triana de Callejón, veinticinco repeticiones de posibles expulsiones de jugadores madridistas y un fuerte chut de Modric al palo. Una regla conocida es que cualquier nuevo jugador del Madrid tarda medio año en perder la fuerza europea de su chut. Hay dos excepciones: Roberto Carlos, que tenía pierna para hacer transplantes de muslo y Cristiano Ronaldo, que no pisa el Txistu.
El Barcelona se queda ocho puntos por delante. Con un millón de personas en Canaletas puede declararse campeón de esta liga.
En la segunda parte, cené y cenando se mira al plato, a la tele, al
plato, a la tele y se cabecea como un mal futbolista y tácticamente es
imposible enterarse de nada, pero la cosa pintaba mal. Se pudo empatar,
pero se pudo empatar pocas veces, y Mou, si miraba al banquillo,
encontraba a Kaká y a Carbajosa. La desesperación es eso: mirar al banquillo y ver a un periodista calvo