martes, 18 de septiembre de 2012

Las damas de hierro también lloran

RAMÓN

Jorge Bustos
 
Las damas de hierro también lloran, pero nunca lo harán por frivolidades como una balacera terrorista en Bombay o un accidente de helicóptero. Esperanza Aguirre sólo llora cuando dimite y por eso sólo la veremos llorar una vez en la vida. A una dama de hierro se le quiebra de veras la voz cuando se despide de sus periodistas más incisivos, como ella misma reconoció. Y en esa nostalgia anticipada de la emboscada mediática revela Aguirre su temple anacrónico de auctoritas sin complejo, de político previo a los sonrosados tiempos del gabinete profiláctico. ¡Dimitir en una rueda de prensa con preguntas, dejarse preguntar entre lágrimas hasta que enmudecen los preguntadores atónitos! Fue el postrer desafío torero de Aguirre a Rajoy, alérgico a la modalidad interrogativa del lenguaje y al propio concepto de curiosidad civil, de modo que el alivio cierto que bajo los chorretones de la emoción constatábamos en la lideresa ha coincidido por primera y última vez con el alivio superviviente de Mariano, ingeniero mayor del puente de plata.

¿Por qué se va Esperanza?
 
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