Abc
La foto es Mariano haciendo el paseíllo en Nueva York con un puro en la boca y ojos como de Pla preguntándose ante el lucerío de la Gran Manzana: “¿Quién paga esto?”
¡Españoles en Nueva York!
Mariano no es Millán Astray, para quien los neoyorquinos cortaron la Quinta Avenida en su visita a West Point.
Y de Gallito, que triunfó en una fiesta de los Rockefeller haciéndose acompañar de una estrella mejicana que lucía sobre sus hombros su capote de paseo, Mariano tiene, asombrado ante la fabulosa ciudad, ese modo de comprender que si se aleja jamás volverá a encontrar su casa, limitándose a dar unas vueltas delante del hotel.
A la foto de Mariano con el puro en Nueva York, el “Times” podría responder con fotos de madrileños recogiendo colillas en la acera de Génova, 13, que ilustrarían la gran declaración de Rubalcaba:
–A Mariano, España se le va de las manos.
Que uno lee eso y piensa en la hija de Juan Simón, que “ella se murió de pena y yo / que la causa he sido sé que murió siendo buena”.
Aspirante a Tío Calambres de la situación, este Rubalcaba es quien metió a los militares en Barajas para parar los pies a unos controladores que ponían en peligro un puente de la Constitución, denunciándolos… por sedición.
Al controlador aéreo que juega con el puente de la Constitución se le pone bajo jurisdicción militar. Al catalán secesionista que juega con la Constitución se le envía dinero y, como en las galletitas chinas, una frase de fino jurista firmada por el primer marqués de Del Bosque: “Los catalanes tienen derecho a defender su independencia”.
El separatismo español no se contempla sino como un problema de egos, y para el piperío patrio el más reputado administrador de egos que tenemos es… Del Bosque.