El Mono Nuevo
Blasillo gesticulante, fisiología socialdemócrata perfecta,
Rubalcaba ha sido malévolamente comparado con el tío del Anís del Mono,
mono fáustico, vórtice darwinista con algo agazapado, juguetón y
sulfuroso. Y ahora se nos descubre un nuevo mono, el lesula, cuyo rostro
es como Emilio Aragón saliendo de un kiwi y en sus ojos no vemos un antecedente del hombre, sino un hombre encerrado y acaso una caricatura
Hughes
Entrevistaron el otro día a Rubalcaba en la primera. Le sentaron frente a la intemporal Victoria Prego (la transición es un animal mitológico con la cabeza de Victoria Prego y las piernas de Victoria Vera) y además de hacer algunos trabalenguas con la palabra ajuste e inventar el ajuste justo, vino a decir que el autonomismo es ya un federalismo, un federalismo sottovoce, para luego confesar algo:
-A mí me escribe una señora de Cuenca.
Y si le señora de Cuenca lo hace es porque le responden, así que Don Alfredo se escribe con una señora conquense y esa ternura no la conocíamos. Es algo que está entre los primores democráticos de un político virtuoso de listas abiertas, fiel a su circunscripción, y las confesiones del sexagenario voluptuoso que escribiera Delibes. Los enemigos hablan de espionaje y misterios, pero el secreto de Rubalcaba quizás esté encerrado en esas cartas con la señora de Cuenca donde vuelque tristezas, anhelos, incluso soledades que se quedan siempre soterradas en la madurez, porque la madurez es mucha memoria y la memoria a veces es el cruel soterramiento de cosas vivas. Y claro que Rubalcaba tiene una voluptuosidad: la política. Hay un alborozo en Rubalcaba, una fidelidad a la máquina electoral que es casi inhumana. Político puro, Rubalcaba renace con cada ciclo electoral, aparentemente inasequible a las melancolías.
Deslizó en la entrevista la catalanofobia del PP y su radicalismo centralizador, aunque luego salga Feijóo (jó, Feijóo) para decir que cómo va un gallego a decidir entre Galicia y España, si eso sería decantarse entre papá y mamá, como si la soberanía fuese una custodia compartida. En eso coincide con Rubalcaba, para quien Cataluña y España son dos vecinas a las que les ha ido bien juntas y la nación, claro, una unión de hecho conveniente.
Confundir federalismo y autonomismo es una especie de revolución por la vía del tocomocho. Como un país que se dejara pasar de la democracia a la plutocracia sólo por confundir las palabras. Como si fuera lo mismo vivir en la casa familiar -familia- que compartir un piso -contrato-.
-Tras cuatro años de gobierno de Patxi López, todos los vascos saben que son vascos.
-A mí me escribe una señora de Cuenca.
Y si le señora de Cuenca lo hace es porque le responden, así que Don Alfredo se escribe con una señora conquense y esa ternura no la conocíamos. Es algo que está entre los primores democráticos de un político virtuoso de listas abiertas, fiel a su circunscripción, y las confesiones del sexagenario voluptuoso que escribiera Delibes. Los enemigos hablan de espionaje y misterios, pero el secreto de Rubalcaba quizás esté encerrado en esas cartas con la señora de Cuenca donde vuelque tristezas, anhelos, incluso soledades que se quedan siempre soterradas en la madurez, porque la madurez es mucha memoria y la memoria a veces es el cruel soterramiento de cosas vivas. Y claro que Rubalcaba tiene una voluptuosidad: la política. Hay un alborozo en Rubalcaba, una fidelidad a la máquina electoral que es casi inhumana. Político puro, Rubalcaba renace con cada ciclo electoral, aparentemente inasequible a las melancolías.
Deslizó en la entrevista la catalanofobia del PP y su radicalismo centralizador, aunque luego salga Feijóo (jó, Feijóo) para decir que cómo va un gallego a decidir entre Galicia y España, si eso sería decantarse entre papá y mamá, como si la soberanía fuese una custodia compartida. En eso coincide con Rubalcaba, para quien Cataluña y España son dos vecinas a las que les ha ido bien juntas y la nación, claro, una unión de hecho conveniente.
Confundir federalismo y autonomismo es una especie de revolución por la vía del tocomocho. Como un país que se dejara pasar de la democracia a la plutocracia sólo por confundir las palabras. Como si fuera lo mismo vivir en la casa familiar -familia- que compartir un piso -contrato-.
-Tras cuatro años de gobierno de Patxi López, todos los vascos saben que son vascos.
Y esto es un ejemplo de perogrullada federalista sobre la que construir una convivencia. Con esto y con un perdón de Otegui, que es el perdón formalito, falso e inane del futbolista que mete un gol a su exequipo.
Blasillo gesticulante, fisiología socialdemócrata perfecta, Rubalcaba ha sido malévolamente comparado con el tío del Anís del Mono, mono fáustico, vórtice darwinista con algo agazapado, juguetón y sulfuroso. Y ahora se nos descubre un nuevo mono, el lesula, cuyo rostro es como Emilio Aragón saliendo de un kiwi y en sus ojos no vemos un antecedente del hombre, sino un hombre encerrado y acaso una caricatura. Unos ojos claros, juntos, tranquilos y levemente desesperados que ya nos van diciendo algo. Si en el lesula hay una melancolía deliciosamente humana de primate cesante, ¿cómo no va a haberla en Rubalcaba?
Blasillo gesticulante, fisiología socialdemócrata perfecta, Rubalcaba ha sido malévolamente comparado con el tío del Anís del Mono, mono fáustico, vórtice darwinista con algo agazapado, juguetón y sulfuroso. Y ahora se nos descubre un nuevo mono, el lesula, cuyo rostro es como Emilio Aragón saliendo de un kiwi y en sus ojos no vemos un antecedente del hombre, sino un hombre encerrado y acaso una caricatura. Unos ojos claros, juntos, tranquilos y levemente desesperados que ya nos van diciendo algo. Si en el lesula hay una melancolía deliciosamente humana de primate cesante, ¿cómo no va a haberla en Rubalcaba?
En La Gaceta
Confundir federalismo y autonomismo es una especie de revolución por la
vía del tocomocho. Como un país que se dejara pasar de la democracia a
la plutocracia sólo por confundir las palabras. Como si fuera lo mismo
vivir en la casa familiar (familia) que compartir un piso (contrato)