Johnny Deep
Jorge Bustos
Querido Tom. Querido Johnny. La cantidad indecente de dinero que habéis ganado os obliga a reconocer que sois ricos, y la respetable suma de años que acumuláis bajo el maquillaje os habrá enseñado la única diferencia entre los ricos y los demás: los ricos tienen más dinero. Esto lo descubrió Hemingway –después de tantas vueltas como se le ha dado al asunto desde Thackeray–, y mi lacónico entrenador de boxeo no lo hubiera expresado mejor. Y a más dinero, más divorcios, indefectiblemente. También Chandler tiene diálogos que centellean como el fósforo raspado en la mejilla de un vaquero de Leone, y así uno de sus personajes, cuando es conminado a guardar silencio, replica a modo de garantía: “Sé cómo hacerlo. He estado casado”.
¿Habrá quemado una desaconsejable locuacidad los siempre delicados lazos del matrimonio, que es –como todo el mundo sabe– la primera causa de divorcio en el mundo? No lo creo. Ni tu Katie, Tom, ni tu Vanessa, Johnny, vinieron a inaugurar precisamente vuestros revenidos tálamos. Por ahí pasó de hecho Penélope Cruz, emblema en el extranjero de nuestro cine como lo es Fernando Torres de nuestro fútbol, y algunas raciales lecciones de emotividad femenina supongo que aprenderíais con ella. Desde entonces seguramente apreciéis más la importancia de no ser gritado.
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