El Savi d'Hortaleza recibe a Ulagá
Jorge Bustos
Que no me entere yo de que alguien te pronuncia el nombre a la tosca manera mesetaria, “Oriol”, como el patentador de los trenes Talgo; y no así, “Uriol”, como “Ulegué” o como uro, término que admite varias acepciones. Están los uros con cuernos, bos primigenius taurus
o variedad salvaje del toro que no te afecta de cerca porque los tienes
prohibidos en aquel pequeño y quebrado país. Y están los uros sin
cuernos, que pueden aludir bien al acer monspessulanum o arce
de Montpellier que los leoneses llaman enguelgue; o bien a una etnia que
habita en las islas flotantes del lago Titicaca. Los uros o urus del
Perú disponían –como cualquier nacido en Cataluña– de dos lenguas para
comunicarse, el uruquilla y el chipaya, pero el uruquilla se les
extinguió por falta suponemos de subvenciones y de prensa vernácula. A
cambio, los ururs tampoco tienen corrupción, porque antes es preciso
tener dinero y los pobres urus no llegan ni al 3% del circulante de un
diputado mediano de CiU.
Cuando le formulé a Emma Ozores la consabida pregunta de si le pesaba el apellido me contestó que al contrario...
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