Leopoldo María Panero
Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
La loba capitolina no era etrusca, sino medieval, y a lo mejor un día descubrimos que la dama de Elche no era de Elche, sino de Juanito Cristóbal, el escultor del Cid de Burgos que los castellanos estampan ahora, para el fútbol, en la bandera de España.
–En España se puede mentir, robar y asesinar… –denuncia Panero (Leopoldo María) en el “Jot Down”, donde se ha dejado retratar en actitud goytisolesca y con cara de árbol–. ¡Pero ay de aquellos que meen en la calle!
Para la reparación de este mal, Almodóvar y otros 99 intelectuales quieren transformar el Círculo de Bellas Artes en la Casa de Europa: “No debemos permitir que el hundimiento de la Europa de los financieros entierre a la Europa de los ciudadanos y de la cultura”.
O sea, que el hundimiento del euro no pille debajo a Almodóvar y demás firmantes.
Y Panero, ajeno a la componenda, nos recita: “Tus ángeles orinan sobre mí. San Pedro y San Rafael en una esquina comentan mientras avanzo borracho sobre esa piedra, payo, que llaman España”.
España en llamas.
De Freud hemos sacado que el hombre primitivo acostumbraba satisfacer en el fuego (la llama serpentina y enhiesta) un placer infantil, extinguiéndolo con el chorro de su orina cada vez que lo encontraba en su camino.
En Atapuerca, pues, de dar crédito al doctor de Viena (si se lo damos a Arsuaga, ¿por qué no íbamos a dárselo al doctor de Viena?), la extinción del fuego por la micción era un acto sexual realizado con un hombre, un goce de la potencia masculina en contienda homosexual.
Y caemos en el fandango de Ricardo Bada a Rodrigo Caro: “Éstas, Fabio, ¡ay dolor!, / que ves con tantas pintadas, / son las letrinas usadas / por de Itálica la flor.” En referencia, según el autor, a los servicios del anfiteatro de la vieja Híspalis, donde se conserva el más viejo graffiti de la Península, y que dice así: “Ubi Sunt Omnia Meandra Beticae”. Con lo que volvemos a la loba capitolina.