DOMINGO, 29 DE JULIO
Después de esto, se fue Jesús a la otra ribera del mar de Galilea, el de
Tiberíades, y mucha gente le seguía porque veían los signos que
realizaba en los enfermos. Subió Jesús al monte y se sentó allí en
compañía de sus discípulos. Estaba próxima la Pascua, la fiesta de los
judíos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha
gente, dice a Felipe:
-¿Dónde nos procuraremos panes para que coman
éstos?
Se lo decía para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer.
Felipe le contestó: "Doscientos denarios de pan no bastan para que cada
uno tome un poco." Le dice uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de
Simón Pedro: "Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos
peces; pero ¿qué es eso para tantos?" Dijo Jesús:
-Haced que se
recueste la gente.
Había en el lugar mucha hierba. Se recostaron, pues,
los hombres en número de unos cinco mil. Tomó entonces Jesús los panes
y, después de dar gracias, los repartió entre los que estaban recostados
y lo mismo los peces, todo lo que quisieron. Cuando se saciaron, dice a
sus discípulos:
-Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.
Los recogieron, pues, y llenaron doce canastos con los trozos de los
cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. Al ver la
gente el signo que había realizado, decía: "Este es verdaderamente el
profeta que iba a venir al mundo." Sabiendo Jesús que intentaban venir a
tomarle por la fuerza para hacerle rey, huyó de nuevo al monte él solo.
Juan 6, 1-15