Jorge Bustos
Cuando la confrontación parlamentaria desciende inmoderadamente a la
calle; cuando la más ígnea de las controversias sobre el tipo
superreducido del IVA se desarrolla en el interior de un autobús; cuando
dos señoras de edad venerable se tiran de los pelos a cuenta de un
Consejo de Ministros con la virulencia que el costumbrismo satírico
destinaba a la mejor causa de unos rollizos lomos de merluza en el
mercado; entonces, entonces podemos decir que en España –en la España de
alquitrán y marquesina, no en la de tertulia y sindicato–, ha estallado
decididamente la contestación social.
-Usted es un elitista intolerable, incapaz de atribuir capacidad de juicio a las capas más populares del pueblo soberano.
Pues qué quiere que le diga, pero hasta ayer uno nunca había
atestiguado una verdadera estampa de folclore analítico, de encendida
dialéctica urbana a propósito del modo en que Mariano Rajoy,
nacido en Bruselas como todo el mundo sabe, ha agarrado a los españoles
de los tobillos y los ha volteado para asegurarse de que no se reservan
céntimo alguno en la faltriquera. Será que Rajoy, en
previsión del abrupto ajuste que tenía en mente, decidió suprimir este
año el Debate sobre el Estado de la Nación dando por supuesto que lo
celebraría por su cuenta la indignación ciudadana, y ya se sabe que de
lo que se trata es de eliminar duplicidades.
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