Abc
La abisal crisis nacional no afecta a los complejos, base de la psicología española.
–Pase que se lo lleven. ¡Pero que aplaudan!... –me dice un amigo que no se ha perdido un solo domingo democrático de votar.
Pero cuando Zapatero y Rajoy blanden una tijera y sus diputados les aplauden, no lo hacen por burlarse de mi amigo, como cree mi amigo, quien, por otra parte, se ha hartado a aplaudir a muertos en su vida; lo hacen por machismo.
Como el machismo de los que en México se agarran a un cable pelado por acreditar su resistencia a la electricidad, así Zapatero y Rajoy agarrados a una cizalla por probar su resistencia a la encuesta, pues el recorte que se lleva por delante la extra de un funcionario supone para el político un mordisco demoscópico, sin contar el desajuste que debe de producir en esa máquina diseñada para gastar que es el político verse condenado a recortar, ¿y que culpa tendrá Rajoy de resultar elegido macho alfa de nuestra recortaduría?
Que prueben, si no, la “señá” Rosa o el mismo Rubalcaba a jalar del cable.
A cuenta del “hecho vivo” de aquel aplauso en el Congreso, una política canaria hizo de “colillera” del voto bajo con una demagogia entre andaluza y cubana que nos distrajo por un rato de la crisis devolviéndonos a los felices tiempos en que un Jean Marais escandalizaba a la burguesía parisina sacándole la lengua a una espectadora que se plantaba de brazos cruzados mientras los demás espectadores aplaudían.
Ya puestos, uno, devoto de la excelencia donde sea que se encuentre, es más del rudo, pero bello, tenor Franco Corelli, que saltó del escenario y abofeteó a un espectador que aplaudía… a la tiple, señora Barbieri (más que a él).