Ignacio Ruiz Quintano
Abc
En la alfalfa progre aparecen estos días, mezcladas con las habituales ruedas de molino, fichas de casino.
–Nuestro negocio no es promover el vicio –se defiende Mr. Leven, segundo de Mr. Adelson, el Midas de Eurovegas.
Los progres se levantan contra Eurovegas porque no quieren competencia (para tragaperras ya están ellos), sin contar con que Mr. Adelson es un republicano tremendo que se deja muchos cuartos en combatir políticamente a Obama, razón por la cual los catequistas del NYT andan ya como el predicador de Deadwood, suministrando argumentos del Ejército de Salvación a nuestros “bourreurs de crânes” socialistas, que fingen creer en la virtud íntegra y en el vicio totalitario.
–¿No vale más un gran vicio que una pequeña virtud? –se pregunta, a lo Jean Cau, Esperanza Aguirre, en lucha liberal por el vicio totalitario con Artur Mas, que sería un gran director del casino.
A Mr. Leven, que se parece un huevo a aquel maravilloso fox terrier de pelo duro que fue Thomas Bernhard, yo le diría que se olvide de Barcelona, donde la gente es de poco gastar, y se venga con sus tragaperras a Madrid, donde estamos hartos de que siempre ganen los chinos.
Los casinos sufren la leyenda negra del cine que Scorsese desmontó con su “Casino”: Las Vegas hoy no es más que el Benidorm de la tercera edad. De hecho, el único vicio garantizado por Aguirre en Eurovegas es poder fumar.
Mas el dinero llama al dinero, y a los viajes de los judíos verdaderos entre Barcelona y Madrid han sucedido los viajes de unos árabes falsos a Palafrugell y Getafe, donde el caballero de la frase inmortal:
-¿Es que va a venir un portugués a enseñarme a mí de fútbol?