The Rising of the Moon
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
El jueves, festividad de San Juan Francisco Regis, predicador misionero, mi amiga Eva O’Regan, irlandesa de Cork y periodista de la cosa militar, perdió por la mañana su empleo en Madrid, y por la noche, su partido con ese Combinado Autonómico que, para no decirse España, se hace decir “La Roja”.
Era jueves, pero no hubo milagro, como en la humorada de Berlanga que yo recuerdo a diario porque salía mi vecino Luis Varela, señorial actor con voz de auténtico odre (voz de falso odre es la que impostan los radiofonistas y tertulianos) y perfecta dicción, cualidad ignorada por los cómicos de ahora, que hablan con el hueso de una fresquilla en la boca, como los analistas financieros, para que no se entienda nada.
Estos irlandeses que, como dice Hughes, han inventado el irish pub, que es donde mejor se ve el fútbol, son unos irreformables tuercebotas: perdieron intentando el milagro de Trapattoni, amigo íntimo de Ratzinger, cosa que no sabe el mostrenquismo deportivo, y en su lírica derrota yo me acordé de Eva, a la que siempre veo como personaje de John Ford en “The Rising of the Moon”.
Con Eva almorcé una vez en la Casa de la Legión, donde nos postrearon con johnfordiana leche de pantera (sin gota de Torres Dulce), botellón enriquecido con pólvora por Millán Astray para que sus legionarios no se durmieran en las trincheras.
Irlandeses y españoles somos hoy los “zombies” del milagro económico del 2000. El jueves nos lo jugamos al balón, y ganó el tiquitaca español. Mas, como se dice en la “Farsalia”, la causa del vencedor fue grata a los dioses; pero la del vencido… a Eva O’Regan.