martes, 5 de junio de 2012

Junio de 2005

Temporada 88-89.-  
Burgueña, Oscar, Portugal, Gálvez, Nando, Luna Eslava
Ortega, Serafín, López Murga, Hueso y Anquela.


Francisco Javier Gómez Izquierdo

       El Córdoba CF me atrapó definitivamente hace, justos, siete años. Desde 1988 -conocí el viejo Arcángel con Anquela y Portugal vestidos de corto- asistía como buen aficionado todos los domingos a El Arcángel, tanto en 2ª como en 2ªB, con mas demonios en el cuerpo de los debidos pues la presidencia de Sandokán era un castigo del que nadie parecía percatarse. Me fijaba en las posibilidades de jóvenes jugadores que pasaban con sus equipos y comentaba con resignación los despropósitos de un advenedizo del que se rieron todos los sinvergüenzas que rodean al fútbol.

     En junio del 2005 el Córdoba estaba condenado a 2ªB, pero quedaba un hilillo de vida antes de que nos visitara el Real Valladolid. Recuerdo el final de aquel partido como uno de los momentos más emocionantes que he vivido en un campo de fútbol y  al día siguiente me ocupé de mirar El Norte de Castilla, donde Marcos Alonso, el entrenador pucelano, había tenido las mismas sensaciones que un servidor.  El partido acabó 3-4 y los jugadores del Valladolid demostraron que les iba la vida en el resultado. Estaban en mitad de la tabla y no se jugaban nada que tuviera valor deportivo, pero Óscar Sánchez, Diego Mateo y el pequeñito Víctor se empeñaron en disputar una final y... se la llevaron.  Cuando a la hora y media el árbitro sopló el último pitido, los jugadores del Córdoba estallaron en llanto y las gradas de El Arcángel estuvieron aplaudiendo 10 minutos como si celebraran el mejor O sole mío de Pavarotti.

      Aquel largo rato dio para que me fijara en muchos detalles. En los abrazos de Óscar Sánchez a unos compañeros de equipo que parecían un tanto avergonzados ante la demostración de fidelidad de una hinchada casi irracional. En el metisaca de lengua de Albano Bizarri atónito ante los lagrimones de  Marc Bertrand , hoy lateral de Osasuna... y sobre todo en la dignidad de una afición orgullosa en la derrota. Vi que lo mejor del Córdoba era su público, y ya digo “mi Córdoba”.

  El otro día vino Óscar Sánchez con el equipo de su pueblo -el Real Murcia- y lo hizo en el mismo plan. Sacando rápido y buscando la portería nada más recibir el primer gol. Ha dejado su posición natural -interior derecho- donde era y es jugador de Primera División y se ha acomodado en el lateral derecho. Sigue siendo el jefe de su equipo. Los espectadores no tienen esa fijación con la trayectoria de los futbolistas modestos que gasta un servidor, y tampoco me gusta encender la mala baba del hincha, por lo que no desempolvé recuerdos. Seguro que Óscar Sánchez  me gana en memoria y sabe mejor que yo lo que pasó aquella tarde.

      Mañana miércoles, el Córdoba se la vuelve a jugar contra el Valladolid. Los amos del Córdoba han puesto el partido a precio de fuente de percebes -tengo comprado el suplemento de 22 euros que nos soplan a los abonados y como le prometí al chico invitarle al partido he tenido que aflojar otros 45 euros, que es el precio de una entrada en preferencia-, mientras en Pucela la directiva ha tenido a bien facilitar dos entradas a los socios por 10 euros cada una en la zona que corresponde a la que ocupo en El Arcángel. El Hércules ha pensado igual que el Valladolid. El déspota que vino hace un año dice hoy en el periódico que la plantilla la ha hecho él, que los play off tienen gastos, que el fútbol es suyo y que no lo va a dar gratis...  Parece que los voy buscando: después de padecer con Martínez Laredo, con el difunto Quintano Vadillo, el Fábregat del Castellón, con Sandokán... viene este González canario inventando de nuevo el fútbol.


 Óscar Sánchez
Dicen que es defensa
7 años en Pucela y 7 goles este año con el Murcia