martes, 19 de junio de 2012

España, 1; Croacia, 0. Mi verdad



El hijo de Matías Prats Jr. lucía buena cuna y en inglés entrevistaba a Löw, el seleccionador alemán, que yo creo que es el que verdaderamente ha retirado a Pep y no Mou; ha sido Löw porque ha vencido claramente a Pep en el duelo que ambos llevaban en las últimas temporadas por ser el tipo que mejor luciese el suéter de pico


Hughes

 La última jornada de grupos añade emoción de transistor a estas competiciones. España se enfrentaba a la muy ardorosa y sentida Croacia y en el periódico contaban hoy cosas de Bilic, su entrenador. A Bilic lo recordaba de los tiempos de Suker y Jarni, zurdos conspicuos, creo que en el lateral derecho. Ahora resulta que es el Guardiola de allí, pero en más nacionalista, un poco radical y muy fervoroso. Con unos años encima, parece uno de los Sutherland, con el cuello de la corbata flojo, ojeras y desaliño como de contable que hubiera tenido que quedarse toda la noche a pasar una auditoría.

En nuestro banquillo, Del Bosque, rumiando su chicle eternizado, transmitiendo sin querer algo de su ritmo bovino a los muchachos.

El partido parecía tender al empate, pero España, señora excelente, no iba a pastelear. Los croatas con dos líneas de no sé cuántos, con Modric de talento mayor (es imposible que viendo a Modric Chantal, la esposa de Cruyff, no se haya preguntado si hubo algún stage de pretemporada en la costa croata) y un lateral, Srna, dando estopa a Alba, al que, la verdad, no sé por qué apetece pegar. El partido durante la primera parte fue sobre todo eso: un duelo absurdo entre estos dos laterales, alguna verticalidad truncada de Silva y los primeros rodeos de Iniesta, que a mí me tiene fascinado. Poder disfrutarlo sin la cerrazón fanática de mi madridismo está siendo mi Eurocopa.

Iniesta atrae sobre sí a los rivales, que se le cierran como si fuera un esfinter. Él aguanta, pasa el balón y todo se abre como una flor. Iniesta contrae y dilata al rival, que se aglutina en torno a él reverenciando su talento.

Torres estaba hoy en uno de esos días suyos. No tiene la relación ninja con la pelota de los centrocampistas y le recuerdo en banda intentando un zigzag como si estuviese saltando un taburete.
España la tocaba con la profundidad de paisaje de pintor aprendiz, de esos que pintamos de niños. Al toque se sumaba Arbeloa, que intentaba un autopase con el exterior. Ese autopase de Arbeloa era la señal de alarma de la autocomplacencia hispana.

Xabi Alonso seguía con su aire de llevar a Belle and Sebastian en los auriculares, pulcro y feliz, y lo más llamativo fue quizás la muñequera de Ramos, con barba pelirroja, como si al igual que Bildu él intentara el modelo escocés.

Perdido en el juego, el aficionado de cierta edad quizás reflexionara sobre el deporte balcánico y cómo ha ido perdiendo brillantez tras la disgregación yugoslava. ¿Qué sería lo que le hacía tan especial a esa gente? Quizás la programación sovietizante a orillas del mediterráneo…

-Chicos, llueve- Y era Sara buscándole las vueltas de nuevo a la Calaf. Paco González, mientras, invocaba una forma de talento muy rara que tiene el futbolista español, el talento parsimonioso. Pedía “paciencia y tranquilidad”, pues el talento de estos chicos no es nunca urgente, fulgurante, sino metódico y lento, muy sistemático. Un talento de caligrafista chino.

Al llegar el descanso, mientras daba cuenta del salmorejo del señor Roig, pues yo voy a empezar a ser chino con una estricta dieta de salmorejo, el hijo de Matías Prats Jr. lucía buena cuna y en inglés entrevistaba a Löw, el seleccionador alemán, que yo creo que es el que verdaderamente ha retirado a Pep y no Mou; ha sido Löw porque ha vencido claramente a Pep en el duelo que ambos llevaban en las últimas temporadas por ser el tipo que mejor luciese el suéter de pico. Esa entrevista del vástago Prats en inglés culminaba la estirpe de los Prats, como en un paradójico fin de saga.

Iniciada la segunda mitad se produjo un hecho importantísimo. Avanzaba el equipo español con su dinámica grupal de rugby, de ir pasando en diagonal y hacia atrás la pelota y por diversas geometrías Busquets quedó solo en la frontal del área. El tiro era obvio, obligatorio, pero el locutor nos advertía: “No tiene tiro, no tiene tiro” y Busquets le daba la razón y al pisar el área bajaba la pelota y rechazaba el disparo. El jugador parecía castrado, privado de un instinto primario y lo que es peor, resignado a ello. Yo vi ahí, por primera vez, la enorme tristeza que Busquets acarrea consigo. Minutos después, su incapacidad, su mutilación, fue patente en una contra: Busquets no chutará jamás, para él sería como tocarle un pecho a la hermana.

Italia marcaba mediante Cassano y Balotelli, ambos de córner y Croacia se nos venía arriba hasta hacer que el lucero de Móstoles tuviera que estirarse en bella palomita. Su estela amarilla se reflejaba en los ojos claros de Sara Carbonero, dando a sus pupilas irisación de tigresa.

Mi sobrina, que empieza a decir sus primeras sílabas, pasaba ante la tele y estirando su dedito en dirección al monitor balbuceaba “Na”… “vas”. Unos minutos después, el míster reaccionaba y sacaba al sevillano por Torres, abriendo la incógnita de quién iba a ser el falso nueve (Esa incógnita, por cierto, yo creo que se extiende a la vida nacional: ¿Quién es el falso nueve?)

Sin nueve, porque Del Bosque es incapaz de jugar con menos de cinco centrocampistas, porque quizás cuatro o tres le parecen un descontrol inasumible, los saques de esquina de Xavi, vistos desde su perspectiva, eran una cosa complicadísima. En esos saques de esquina se empieza a ver que Xavi es cada día más pequeño, o que los banderines los van haciendo más altos.

Croacia se abría, pero el pegapases futbolístico español continuaba siendo poco incisivo. Del Bosque llamaba a Negredo. Minuto 88, el delantero en la banda y justo entonces lo que se andaba buscando: la combinación absoluta de meterse con el balón en la portería contraria, tanto que Navas chutó por puro compromiso, porque no hubiera sido necesario y hubiera sido un gol sin chut. Con el cambio pedido, España había vuelto a marcar. La flor de Del Bosque. Del Flower.



El Ángel de Villar

Sin nueve... los saques de esquina de Xavi, vistos desde su perspectiva, eran una cosa complicadísima. En esos saques de esquina se empieza a ver que Xavi es cada día más pequeño, o que los banderines los van haciendo más altos