Los requetés catalanes bailan sardanas en San Sebastián de los Patos, Ávila
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Hartos de chupar raíces, los franceses han votado por una vuelta al “coq au vin”.
Menuda República es ésa donde primero se presenta la señora y, si no gana, entonces se presenta el marido. (Y un guasón pepero me dice que a lo mejor es una solución para ganar en Andalucía.)
En fin, allá los franceses con su Hollande, y acá nosotros con nuestro Guardiola, cuya carrera electoral arrancó en la sardana del Nou Camp.
Desde que Margarita Nelken, cogida de la mano con un boticario de la República y con un político de Pontevedra amigo de Camba, Laureano Paratcha, se dejó retratar bailándola en la celebración del Estatuto, no se recuerda una sardana “tan emblemática” como la del sábado en el Nou Camp.
La sardana es el baile de Cataluña independiente. El propio Camba cuenta cómo a principios de siglo (veinte) algunos naturales del Ampurdán solían reunirse los domingos en cierta calle de Barcelona para bailar la sardana, y los barceloneses se morían de risa contemplando el espectáculo de su futuro baile nacional.
Desde luego, la sardana es baile de conjunto, con movimientos y compases de ejercicio militar. Antimarianista, porque no se puede ejecutar llevando el “tupper” de la cena en la mano (como Mariano). La sardana es baile agarrado, y por consiguiente, contra la austeridad. Contra la austeridad del “tupper”. Pero contra la austeridad, a fin de cuentas.
La sardana del Nou Camp, que exaltó a los poetas (“¡Pep per sempre!”, gritó Juan Cruz), a mí me recordó al gimnasio francés del coronel Amorós y vi en Pep al Hollande español, otro Zapatero (lo dice Jordi Sevilla), pero con niki de Purificación García.
Sardana gauche divine