El crítico de Telemadrid, Moncholi, merienda cada tarde (en el cuarto)
por todos los periodistas de España
En la imagen, durante la corrida de la Prensa
Jorge Bustos
La Corrida de la Prensa en Las Ventas se sigue llamando así, supongo, porque pase lo que pase en el redondel será el gremio el que salga corneado con toda seguridad, tal y como están las cosas. Y la culpa no cabe atribuirla precisamente a los toros, pobres, que lo que se dice embestir, más allá de unos tiernos apretones contra el peto del caballo, no es que embistan lo más mínimo, faltos como andan de casta, fijeza, bravura, trapío, constitución, peligro y todo lo que a uno le enseñan a apreciar en el toreo. A los buenos aficionados esto les cabrea más de lo que debería atendiendo al argumento de Ortega:
—La historia de las corridas de toros revela algunos de los secretos más recónditos de la vida nacional española durante casi tres siglos. Y no se trata de vagas apreciaciones, sino que, de otro modo, no se puede definir con precisión la peculiar estructura social de nuestro pueblo durante esos siglos, estructura social que es, en muy importantes órdenes, estrictamente inversa de la normal en las otras naciones de Europa.
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