jueves, 17 de mayo de 2012

Melquiades en Córdoba


Francisco Javier Gómez Izquierdo
 
-Oye majo, que estamos en Córdoba. En una calle que pone Ronda del Marrubial.

           Es la manera de visitar que tiene Melquiades. Sale de Navarra con su furgoneta Mercedes. Echa un colchón en la trasera por si le entra el sueño y hay que parar a dormir... y sin prisas por llegar, vine a ver al amigo a Córdoba. Llama al trabajo para decir que está aquí y que va a tomar unos vinos mientras llego a casa.

    Nada mas colgar el teléfono reparo en el “estamos” y recuerdo que en verano nos contó que andaba pretendiendo a una chica  muy maja que era abuela y a la que toda España pudo ver el día de los penaltys del Bayern en el Bernabéu en la Primera de Televisión Española. Melquiades ya estuvo en Córdoba con Dominique, la madre de sus tres hijos, en un viaje romántico de hace quince años y del que recuerdo que sólo subió a casa la caja de herramientas de la furgoneta porque era lo único que tenía valor del mínimo equipaje. 

    -Melquíades se ha vuelto a enamorar -digo a mi doña en el coche, cuando a las tres dejamos el trabajo.

   ¡Así es! Melquiades nos presenta a Cristina, que transmite esa bondad y nobleza navarra que no ha contaminado la burricie de la Barranca y pedimos salmorejo y pescaíto porque a Córdoba ya han llegado los 35 grados. Melquiades se ha esquilado la melena de cantaor que tanto llama la atención y ahora hasta parece un tío formal:

     -Vino la hija con las tijeras y me dijo que salí muy feo en la tele. ¿Y cómo voy a salir guapo si no lo soy?... pero tuve que cortarme el pelo. Ya sabes que Margot está en Lumbier, en el pueblo que vivo  y donde me he hecho una casa de madera yo solo dentro de un corral en el que tengo unas ovejas y unas cabras. El chico se ha venido de Nueva York a Holanda con una novia holandesa de la misma empresa. Mi hijo vive bien, porque es ingeniero y ha hecho la carrera en cuatro países. Empezó en Francia y como estaba en el centro de alto rendimiento por ser deportista de élite (portero de balonmano) se fue a jugar a un equipo sueco que le pagaba los estudios. Luego estuvo en Holanda y acabó en Estados Unidos, donde está trabajando para Orange. Recorre todo el mundo enseñando las novedades de la marca. A China ya ha ido varias veces. Hace menos de un mes se ha venido con la novia a Holanda, pero tiene que volver a Nueva York a jugar la final de de la Liga de Balonmano. El año pasado ganó el anillo de Campeón, como Gasol, y dice que este año también lo va a ganar. Allí,¡ tú verás!, al balonmano sólo  juegan los europeos.

    Melquíades sigue hablando y se le nota orgulloso de sus hijos. Se ríe con las extravagancias de los sistemas educativos y de cómo la hija que vive en París es arquitecta de exteriores y se dedica a diseñar rotondas para las carreteras de Turquía y Marruecos.

      -Antes de la crisis dibujaba muchas jardines para Rumanía.

     Melquíades cree que no tiene ni siquiera el certificado de estudios primarios. Bueno, tenerlo... es seguro que no lo tiene, pero pocos españoles han aprendido tanto como él.  Cenando en casa con buen vino le dice a mi tierno infante que Europa es un “revolcaero”. Que ha estado en todos los países y que el de mayor nivel es Noruega.

       -El mejor oficio para viajar es el de esquilador. Mi sueño era viajar y me doy cuenta que sólo soy dos cosas: esquilador y viajero. En mi oficio soy bueno, y está mal que lo diga yo, pero hay por ahí en interné una demostración de lo que digo. En Nueva Zelanda soy juez del Campeonato del Mundo de esquiladores. Una cosa como los Óscar en América.

       Mi hijo se queda embobado con las explicaciones de Melquiades y como lo puesto me va pareciendo un poco largo, dejo para un día de estos la cena con el héroe y su enamorada.