-Mientras que no tenemos reparos en mostrar la carne viva en cualquier
circunstancia y de cualquier manera, ocultamos la carne muerta. No se
debe, por ejemplo, enseñarla a los niños, no sea que se vayan a
traumatizar. El pecado de la carne es hoy el de la impudicia de la carne
muerta. En los funerales ocultamos el cadáver y contratamos a músicos,
para hacer de la muerte algo sentimentalmente etéreo. Nos cuesta
entender que alguien esté dispuesto a dar la vida por nosotros,
especialmente si después hemos de decidir qué hacer con su cadáver...