domingo, 15 de abril de 2012

Revolución

Madrid - Sporting
 
Pedro Ampudia

El mismo año que Ronald Reagan tomaba posesión por segunda vez de la Presidencia de Estados Unidos, Cristiano Ronaldo nacía en Madeira. Cuentan las biografías del portugués que su padre le puso de nombre Ronaldo en honor al recién reelegido presidente. Sorprende que un humilde jardinero municipal hubiera permanecido impermeable a la propaganda de la progresía europea de entonces que vendía a Reagan como un peligroso y analfabeto belicista. Resultaba lógica la inquina de la izquierda europea para con el antiguo actor cuya palabra más repetida era la que más odiaban, libertad. Reagan pasará a la Historia como el hombre que liberó de la esclavitud a la mitad de Europa con la firmeza propia de los hombres que saben que cuando de la libertad se trata no valen atajos. No necesitó lanzar misiles sobre la miserable Urss; le bastó con enseñárselos para que aquel imperio del terror se viniera abajo como un castillo de naipes.

Cristiano Ronaldo ha sido también denostado por los equivalentes deportivos de aquella inteligentsia a la que acabaría ridiculizando Reagan y a la que ahora ridiculiza el jugador madridista. A Cristiano le han odiado también parte de los suyos, aquellos que duermen en el arcaico colchón de pipas del señorío y prefieren sobre el césped del Bernabéu a chicos feos que no hagan suspirar a sus mujeres. No le ha bastado a Cristiano con mostrar los misiles, ha tenido que lanzarlos a diestro y siniestro dejando las porterías de los campos de España agujereadas por su talento y energía. Esos mequetrefes de la pluma y las ondas al orgullo le llaman chulería y a la alegría le llaman soberbia poniendo a los sustantivos a pasear por la calle Montera.

El miércoles pasado la determinación de Cristiano acabó con un Atlético, que juega contra el Madrid los partidos más cómodos de la temporada pues salta al campo sabiendo que acabará perdiendo. Pareció más difícil en esta ocasión, pues fue un partido que Simeone planteó fiel al espíritu que le conocimos como jugador. Simplicidad técnica, disciplina táctica y juego subterráneo. No nos cansamos de repetir que en esos partidos a cara de perro echa en falta el Madrid un Hierro o un Redondo que muestren sobre el césped quién manda y sometan a su disciplina a los propios y a los contrarios. Nada de todo esto le importa a Cristiano, que es capaz de cosechar de entre la mediocridad del resto, en días de secano, el fruto que nace de la semilla de su talento natural y la labor de su incansable trabajo a lo largo de los años. Decir que no es un buen ejemplo para los niños sólo puede entenderse viniendo de aquellos que desterraron de las escuelas la ética del esfuerzo y que consideran el sacrificio una milonga de sacristía.

Ante el Sporting anoche tuvo que ser también Cristiano el que ganara un partido que se había enquistado en el empate que Higuaín había logrado cerca del descanso. Segurola, comandante en jefe del comando "gauche divine", afirmó en su día que Mourinho era Clemente 2.0 para zaherir al portugués, pero no ofende quien quiere sino quien puede. Santiago es muy de izquierda y valores, pero salió de casa de Cebrián en cuanto Pedro Jota le dió a olisquear un cheque. Clemente ganó dos ligas que le regaló la Transición para subir a los vascos en una gabarra y sacarlos de las herriko tabernas y los batzokis y después no hizo otra cosa que perder en los banquillos que le conseguía José María García. Mourinho es Pessoa al revés, el mismo nombre para hombres diferentes, y Clemente no pasa de criado de algún cashero de La Vida Nueva de Pedrito Andía. Se viene, que diría alguno de los argentinos que despachan con Segurola, la semana definitiva de esta nueva Revolución de la Libertad que, como la primera, lidera un Ronaldo y en la que Mourinho es el médium empeñado en traer de vuelta a este mundo a los niños atrapados por los espectros del tiqui-taca a través de las pantallas de los televisores. "Ya están aquí, son ellos". ¡Caroline, ve hacia la luz, ve hacia la luz!

"Cada revolución es heroica, y en ella entiendo toda la envergadura del heroísmo, que empieza con la brutalidad y termina con el sacrificio", escribió Cioran, y estamos de acuerdo.

Ronaldo en el Calderón