Consuelo Portela, la Chelito
Ignacio Ruiz Quintano
España, país levítico.
No somos demócratas; somos envidiosos, que, siendo lo mismo, es otra cosa: madame Roland se hizo demócrata porque en Palacio la recibían en las estancias de los criados y Unamuno se volvió republicano porque en Palacio le aplazaron una audiencia.
La república, régimen de clase media, asoma siempre por España cuando la clase media se queda sin dinero de bolsillo. Somos los gatopardos de esta clase media a extinguir, y hoy he sentido el síndrome del elefante: me ha tiroteado el quiosquero, tangándome un euro; el revisor del gas, precintándome la caldera que él mismo aprobó; el pintor, negándome la factura; el mesonero, cobrándome doscientos euros por un engrudo arrocero para tres; el tabernero, sirviéndome, por ginebra, garrafón…
Me siento tiroteado, en fin, por lo que un académico en bicicleta llama “honrado pueblo español” frente a lo otro, ya saben, la cacería, ay Jesús, que tiene en un tris a la cursilería académica de la Real Academia, mezcla perfecta de cilicio (progre) y Remy Martin, por emplear una imagen del hermano de Juan Guerra para describir al Opus Dei.
Russell se disculpaba de ser “sir” con el rollo de que, para dejar de serlo, tenía que incurrir en alta traición y ser decapitado en la Torre.
Pero ¿y estos académicos modernos que van de ofendidos a lo Chelito?
“Soy el primer director destituido en los casi tres siglos de Academia”, se quejó, con un par, Pemán a Franco. “¿Tanto?” “Sí… La fundó Felipe V”.
Y viendo impasible al general, puntualizó:
–El rey que perdió Gibraltar.
Pero, en vez de comas, los nuevos académicos sólo cazan tarjetones… y moscas.
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