miércoles, 29 de febrero de 2012

50 años sin Camba. El secreto de Julio Camba es un secreto, 1


Almudena Revilla Guijarro


Una de las virtudes de Julio Camba era la discreción. No tanto por pasear por la vida de manera silenciosa, sin alharacas, como por el sentido con el que utiliza esta palabra Cervantes en su obra universal: “El lenguaje puro, el propio, el elegante y claro, está en los discretos”. El autor gallego tenía un don al seleccionar las palabras, la medida de las frases y de los artículos. La constancia del que quiere vivir sin trabajar y el deseo de juventud de hacer literatura tienen la culpa. Los poemas publicados en el Diario de Pontevedra, en la Revista Gallega y, al otro lado del océano, en El Correo de España, órgano de los emigrantes españoles en Argentina, dan fe de ello.

Pero también existía el sueño de un Camba viajero: “Si la fortuna no es segura en Buenos Aires, por lo menos es posible”. Julio Camba deja Galicia porque ambicionaba aventuras. Sin embargo, su vida libertina y revolucionaria en Argentina estuvo llena de penalidades económicas; la ley de residencia, que expulsaba a los extranjeros responsables de actos de agitación social, fue entonces la mejor excusa para regresar a España. La estancia en la capital bonaerense se convirtió así en la primera etapa de un viaje iniciático: el del abandono de la tierra, y la niñez, y el del conocimiento de los movimientos ácratas.

Esta relación con el anarquismo se reforzó aún más en Madrid. “Cuando un gallego se arriesga a ir a Madrid”, decía, “es con el propósito firme de llegar a ministro. Cualquier otro cargo inferior a éste no le compensaría de las fatigas del viaje...”. Camba asume este riesgo y llega a la capital en busca de una gloria diaria. Bien en forma de “bistec gordo”, como señalaba Rafael Cansinos-Assens, bien como artículo contra las normas impuestas. Estos textos se publicaban en medios más o menos radicales como La Protesta, El Porvenir del Obrero..., pero a Camba no le bastaba con una colaboración en una de estas publicaciones y decidió crear un periódico libertario, El Rebelde. En estos años es procesado por delitos de imprenta y recibe el requerimiento para declarar como implicado en el juicio del atentado contra Alfonso XIII. Historias sugestivas que ya hablaban de su espíritu disconforme.

El celo por su independencia, su acusado individualismo, le alejó del movimiento anarquista. Sustituyó el “éxtasis creador” por la crónica social del periódico lerrouxista El País. La agresividad de sus primeros años se reposa y se transforma en escepticismo. El Parlamento le abrió las puertas del humor. Las crónicas políticas de Camba en España Nueva le dan a conocer como certero y fino ironista. Sus escritos, salpicados de anécdotas, narraban las peripecias políticas o el comportamiento ridículo de los diputados, y denunciaban los defectos del sistema parlamentario, como la ausencia de elecciones honradas: “Si hay algo sagrado en materia electoral, es el voto de los muertos. Un muerto que se levanta de su tumba en el amanecer de un día de elecciones y que se dirige al colegio para inscribir su nombre en una papeleta, realiza un acto ejemplar y les da a todos los vivos una lección de civismo. (...) No hay nada más respetable que la voluntad de un muerto. Yo soy un escéptico; pero yo creo que los muertos tienen derecho a votar”. El humor en estas crónicas es la expresión de la inadaptación, el planteamiento de un “método que no tiene método”. Estas crónicas del descontento obtuvieron una respuesta positiva entre el público, como prueba las palabras de un lector muy especial, Benito Pérez Galdós: “Leo todos los días el Diario de un escéptico. Me gusta el tono general que usted ha dado, pero me parece que debiera usted ser más escéptico todavía. Ante una farsa tan odiosa como la farsa parlamentaria hay que revestirse de un escepticismo profundo y violento”.
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Prólogo de Haciendo de República
Ediciones Luca de Tena, 2006

Julio Camba