viernes, 20 de enero de 2012

Giocondas

Gioconda

Griñán

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Una encuesta, o así, reveló que Botella supera en estima a Gallardón, y la alcaldesa apareció en el fútbol radiante como una novia, o como una mourinhista más.

Ser gitano es difícil y ser catalán también –dice Mas.

Hombre, en Madrid lo difícil es ser mourinhista, ahora que las fuerzas de progreso reanudan la ofensiva para colocar en el Bernabéu a Michel y recuperar a Pedro León, que es Zidane, con el pretexto de que el Madrid no gana al Barça en la Castellana por la misma regla de tres que España no ganó a Suiza en Suráfrica.

El penúltimo crimen de Mourinho es haber dado el visto bueno a lo de Pepe, como dicen que Fraga hizo con lo de Grimau. “La ejecución ilegal de Grimau”, en expresión del profesor Elorza, que no cree, el hombre, que “los demócratas deban perdonárselo”, con la de cosas que tienen perdonadas los demócratas, empezando por el apoyo entusiasta de Einstein a los procesos (ejecuciones) de Moscú.

Me intrigó la sonrisa de la alcaldesa en el palco. ¿Era la de la Gioconda, que no iba a pagar el cuadro, o la de Griñán, que no pagará las cigalas? Su herencia son una deuda como la alemana de Versalles y un programa cultural, obra de Alicia Moreno, que supone un PER para la Ceja, incluida la exposición de “escapularios, pubis y malestar católico” (con foto, ay Jesús, de Nuria Espert) en el Español del sobrino de Mario Cabré, que eso son goles, y no los que el Barça le mete con la uña a Casillas.

¿Dónde está el Indiana Jones que husmee en los números de Madrid Arte y Cultura S. A.?

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