Ignacio Ruiz Quintano
Abc Cultural
La suprema lección de Jeff Espinoza es la humildad, pero la humildad del sabio, no la humildad de Zetapé, que una tarde dijo en la tribuna del Congreso:
–A humilde no me gana a mí nadie.
Y la Cia americana informó a la Casa Blanca de que Zetapé era un amante del “footing”, porque lo habían fotografiado en chándal, y de la poesía, porque lo habían pillado dándole al Gamonéu, versión láctea del ex pobre Gamoneda.
A Jeff Espinoza lo vi el otro día subir al escenario de unas fiestas de barrio, las de la Melonera en la Arganzuela, para cantar con “Vucaque”, un grupo de chavales entre el rock y el blues que abrevan de los 70. Armónica en mano, Jeff se arrancó con “Sweet Home Chicago”:
–Ooh, baby don't you want to go? / Back to the land of California, to my sweet home Chicago…
Y hasta los patos del Manzanares, arregladitos como par air de boda, repetían: “Ooh, baby don't you want to go?”
Porque Jeff Espinoza, que ahora es una mezcla de Alfonso Reyes y el coronel de Kentucky, viene de California, aunque ese Espinoza me huele a Burgos, a Benito Espinosa, “el más noble y el más amable de los grandes filósofos”, dicho por Bertrand Russell, que terminó en Ámsterdam puliendo lentes y haciendo observaciones inquietantes:
–Todas las cosas excelentes son tan difíciles como raras.
Cómo será la cosa de los Espinosa con Burgos que Jeff cuenta entre sus lugares predilectos “Casa Pancho”, en la burgalesa calle de San Lorenzo, con sus picantes “cojonudos” y sus riberas magníficos.
–Al menos una vez al año paramos con el grupo en Casa Pancho.
Jeff Espinoza llegó a España en 1980 con “No Justice”, y se quedó. Pasó a “Flying Gallardos”, y luego a la “Vargas Blues Band”, hasta la creación, con Francisco Simón, de “Red House”.
–La idea es cruzar Estados Unidos, de Este a Oeste, con una TV –dice el gran Jeff de la voz de oro, mientras aguarda para su “Sweet Home Chicago” en la Arganzuela.
Abc Cultural
La suprema lección de Jeff Espinoza es la humildad, pero la humildad del sabio, no la humildad de Zetapé, que una tarde dijo en la tribuna del Congreso:
–A humilde no me gana a mí nadie.
Y la Cia americana informó a la Casa Blanca de que Zetapé era un amante del “footing”, porque lo habían fotografiado en chándal, y de la poesía, porque lo habían pillado dándole al Gamonéu, versión láctea del ex pobre Gamoneda.
A Jeff Espinoza lo vi el otro día subir al escenario de unas fiestas de barrio, las de la Melonera en la Arganzuela, para cantar con “Vucaque”, un grupo de chavales entre el rock y el blues que abrevan de los 70. Armónica en mano, Jeff se arrancó con “Sweet Home Chicago”:
–Ooh, baby don't you want to go? / Back to the land of California, to my sweet home Chicago…
Y hasta los patos del Manzanares, arregladitos como par air de boda, repetían: “Ooh, baby don't you want to go?”
Porque Jeff Espinoza, que ahora es una mezcla de Alfonso Reyes y el coronel de Kentucky, viene de California, aunque ese Espinoza me huele a Burgos, a Benito Espinosa, “el más noble y el más amable de los grandes filósofos”, dicho por Bertrand Russell, que terminó en Ámsterdam puliendo lentes y haciendo observaciones inquietantes:
–Todas las cosas excelentes son tan difíciles como raras.
Cómo será la cosa de los Espinosa con Burgos que Jeff cuenta entre sus lugares predilectos “Casa Pancho”, en la burgalesa calle de San Lorenzo, con sus picantes “cojonudos” y sus riberas magníficos.
–Al menos una vez al año paramos con el grupo en Casa Pancho.
Jeff Espinoza llegó a España en 1980 con “No Justice”, y se quedó. Pasó a “Flying Gallardos”, y luego a la “Vargas Blues Band”, hasta la creación, con Francisco Simón, de “Red House”.
–La idea es cruzar Estados Unidos, de Este a Oeste, con una TV –dice el gran Jeff de la voz de oro, mientras aguarda para su “Sweet Home Chicago” en la Arganzuela.