Francisco Javier Gómez Izquierdo
Leo que Rubalcaba y su Consejo de Ministros se va a ocupar de Montes Neiro, y no creo pecar de indiscreto si les cuento lo que mi mejor amigo, carcelero de ocupación, respondió a la pregunta de otro amigo, que quiso saber del delincuente del que la familia se preocupaba de continuo en el Canalsur.
La respuesta empezó con un “uffff..” y una sonrisa que daba a entender que contaría menos de lo que sabía.
-Miguel Montes no ha estado 33 años sin salir de la cárcel. Tuvo permisos, terceros grados y hasta ha disfrutado de alguna libertad condicional desde que entró a cumplir penas por primera vez. Lo que no quita para que haya estado siempre bajo la tutela de Instituciones Penitenciarias. Le aprecio porque siempre hablé claro con él los años que estuvo en Córdoba, donde se buscó esta ruina que le va a matar. Montes es considerado alfarero y en la cárcel vieja hacía bustos de Camarón, que fue muy amigo suyo, y muchos motivos granadinos. Creo recordar que también se atrevía con la cerámica califal, pero lo que de verdad le gustaba era el Sacromonte, las noches flamencas y vivir bien... Creo que fue a finales de los 80, cuando un atraco y, como es preceptivo entre delincuentes, se lo achacaron a un tal Rafael -todo un bicho- que murió poco tiempo después de ser detenido. El muerto siempre es el culpable. Luego la moda fue llevar un menor a los golpes para cargar la culpa en alguien que no pagara cárcel. El juez no quiso exculpar a nuestro Montes y lo condenó por “convicción moral”. A los siete ú ocho años, todavía en la cárcel vieja y estando ya en tercer grado, ó puede que durante un permiso, cuatro atracadores veteranos se concertaron para buscar unos millones. El juez dijo que Miguel fue uno de ellos, pero me juró y perjuró que, aunque hubiese estado en el ajo, no debieron condenarlo, pues era indemostrable su presencia. Confió en el abogado Rodríguez Menéndez cuando estaba enredado en líos con Rafael Vera y Barrionuevo, pero el famoso abogado envió a alguien menos ducho y con más vergüenza y el juez volvió a condenarlo por “convicción moral”. Sin pruebas. De los otros tres compañeros del último negocio, uno -en teoría el jefe de la banda- murió hace más de cinco años en su casa. Otro, el amo del coche utilizado, sólo cumplió dos o tres, y el tercero hace vida normal hace mucho tiempo. Miguel se encabezonó con aquella condena injusta y no ha dejado de darle vueltas desde entonces. Me dijo que la traición de Rodríguez Menéndez nunca la perdonaría y que lo de la “convicción moral” sólo se la aplican a él. Imagino que en la cárcel donde esté pasará de explicar nada a los Equipos de Tratamiento, donde seguro manda el psicólogo y votarán en secreto contra su libertad. Además creo que se fugó en el hospital, puede que haya quebrantado algún permiso, es probable que se haya buscado alguna causa más por tocar drogas (esto último no lo aseguro), pero estoy convencido de que todo lo hace desde la desesperación de uno de esos cabezotas a los que es imposible cambiar de opinión. Miguel Montes es KIE en el talego. Todos le respetan y nunca faltará quien pague lo que necesite tras los muros. La verdad es que debía estar en libertad. Ver la generosidad de ciertos jueces dejando vía libre a individuos que siempre hemos tenido por forajidos y comprobar que matar por maldad tiene menos pena que entrar en un joyería por la noche nos hace pensar que Miguel Montes es “el pringao” del Régimen zapaterista. Un sesentón achacoso que sólo aspira a sentarse en el Sacromonte para ver cantar y bailar a su extensa parentela, entre los que hay alguno de cierta fama. Los años de cárcel se los ha buscado él, pero del desquiciamiento en que habita, toda la culpa la tiene una Justicia tuerta que nunca alcanzará la desgracia de quedarse ciega.
Así dijo mi amigo. Si les interesa mi opinión, me atrevo a decirles que siempre ha gustado mucho en el cine el atracador que se libra por falta de pruebas ante un juez convencido de que tiene ante sí a un perfecto caradura. En el cine americano, los Paul Newman, Brad Pitt o George Clooney se van de rositas con la complacencia del espectador, por tratarse de pillos que no matan. Como Miguel Montes Neiro. Pero eso es en las películas americanas. En España, la convicción moral es argumento que no deja hacer películas tan poco aleccionadoras.
De todo corazón, que Miguel Montes Neiro tenga toda la suerte del mundo con el ministro Rubalcaba. Otros, con mucho más delito, la tuvieron.
Leo que Rubalcaba y su Consejo de Ministros se va a ocupar de Montes Neiro, y no creo pecar de indiscreto si les cuento lo que mi mejor amigo, carcelero de ocupación, respondió a la pregunta de otro amigo, que quiso saber del delincuente del que la familia se preocupaba de continuo en el Canalsur.
La respuesta empezó con un “uffff..” y una sonrisa que daba a entender que contaría menos de lo que sabía.
-Miguel Montes no ha estado 33 años sin salir de la cárcel. Tuvo permisos, terceros grados y hasta ha disfrutado de alguna libertad condicional desde que entró a cumplir penas por primera vez. Lo que no quita para que haya estado siempre bajo la tutela de Instituciones Penitenciarias. Le aprecio porque siempre hablé claro con él los años que estuvo en Córdoba, donde se buscó esta ruina que le va a matar. Montes es considerado alfarero y en la cárcel vieja hacía bustos de Camarón, que fue muy amigo suyo, y muchos motivos granadinos. Creo recordar que también se atrevía con la cerámica califal, pero lo que de verdad le gustaba era el Sacromonte, las noches flamencas y vivir bien... Creo que fue a finales de los 80, cuando un atraco y, como es preceptivo entre delincuentes, se lo achacaron a un tal Rafael -todo un bicho- que murió poco tiempo después de ser detenido. El muerto siempre es el culpable. Luego la moda fue llevar un menor a los golpes para cargar la culpa en alguien que no pagara cárcel. El juez no quiso exculpar a nuestro Montes y lo condenó por “convicción moral”. A los siete ú ocho años, todavía en la cárcel vieja y estando ya en tercer grado, ó puede que durante un permiso, cuatro atracadores veteranos se concertaron para buscar unos millones. El juez dijo que Miguel fue uno de ellos, pero me juró y perjuró que, aunque hubiese estado en el ajo, no debieron condenarlo, pues era indemostrable su presencia. Confió en el abogado Rodríguez Menéndez cuando estaba enredado en líos con Rafael Vera y Barrionuevo, pero el famoso abogado envió a alguien menos ducho y con más vergüenza y el juez volvió a condenarlo por “convicción moral”. Sin pruebas. De los otros tres compañeros del último negocio, uno -en teoría el jefe de la banda- murió hace más de cinco años en su casa. Otro, el amo del coche utilizado, sólo cumplió dos o tres, y el tercero hace vida normal hace mucho tiempo. Miguel se encabezonó con aquella condena injusta y no ha dejado de darle vueltas desde entonces. Me dijo que la traición de Rodríguez Menéndez nunca la perdonaría y que lo de la “convicción moral” sólo se la aplican a él. Imagino que en la cárcel donde esté pasará de explicar nada a los Equipos de Tratamiento, donde seguro manda el psicólogo y votarán en secreto contra su libertad. Además creo que se fugó en el hospital, puede que haya quebrantado algún permiso, es probable que se haya buscado alguna causa más por tocar drogas (esto último no lo aseguro), pero estoy convencido de que todo lo hace desde la desesperación de uno de esos cabezotas a los que es imposible cambiar de opinión. Miguel Montes es KIE en el talego. Todos le respetan y nunca faltará quien pague lo que necesite tras los muros. La verdad es que debía estar en libertad. Ver la generosidad de ciertos jueces dejando vía libre a individuos que siempre hemos tenido por forajidos y comprobar que matar por maldad tiene menos pena que entrar en un joyería por la noche nos hace pensar que Miguel Montes es “el pringao” del Régimen zapaterista. Un sesentón achacoso que sólo aspira a sentarse en el Sacromonte para ver cantar y bailar a su extensa parentela, entre los que hay alguno de cierta fama. Los años de cárcel se los ha buscado él, pero del desquiciamiento en que habita, toda la culpa la tiene una Justicia tuerta que nunca alcanzará la desgracia de quedarse ciega.
Así dijo mi amigo. Si les interesa mi opinión, me atrevo a decirles que siempre ha gustado mucho en el cine el atracador que se libra por falta de pruebas ante un juez convencido de que tiene ante sí a un perfecto caradura. En el cine americano, los Paul Newman, Brad Pitt o George Clooney se van de rositas con la complacencia del espectador, por tratarse de pillos que no matan. Como Miguel Montes Neiro. Pero eso es en las películas americanas. En España, la convicción moral es argumento que no deja hacer películas tan poco aleccionadoras.
De todo corazón, que Miguel Montes Neiro tenga toda la suerte del mundo con el ministro Rubalcaba. Otros, con mucho más delito, la tuvieron.