domingo, 3 de abril de 2011

¿Tauromaquia o industria del pepito?


José Ramón Márquez

Mira, para que no se diga que nos agarramos a los rabiosos, tomemos a un crítico pastueño donde los haya y veamos qué es lo que dice de la tercera cita de los posturas con las sabandijas en la plaza de toros de Castellón de la Plana. Esta vez el revistero ve así la cosa:

-Toros de Manolo González y uno (6º) de González y Sánchez-Dalp, sin cara y pobre trapío en conjunto.

¡Hala!, ya está dicho, que las cosas por lo breve se entienden bastante mejor. Sin cara y pobre trapío. ¡Cómo serían las cabras! Tercera befa del toreo en tres días, ¡qué tíos!, ni que lo hiciesen aposta. Si las seis cabritillas no tenían cara ni trapío, ¿entonces, qué tenían? ¿Rabo? ¿Lengua?, ¿Qué es lo que hacía que esos artiodáctilos mereciesen el nombre de toros de lidia?

Frente a ellos, tres héroes del toreo. De ellos sólo uno, el Fashion, S.A. tiene el honor de pertenecer como socio fundador al Trust Antitaurino que se fraguó en el hotel Wellington de Madrid, y junto a él van otros dos, que están ahí los hombres dispuestos a lo que sea por llevarse los cuartos a casa con pocos sudores y menos fatigas. Si sus mayores, los del Trust, lo hacen, ¿por qué no lo van a hacer estos seguidores aventajados y ventajistas? O sea que adelante con los faroles.

El pleno que están consiguiendo los antitaurinos en Castellón es deslumbrante. Han conseguido que en lo que llevamos de feria de La Magdalena aún no hayan visto salir un solo toro por la puerta de chiqueros. Y a cambio de no ver toros, los pacientes aficionados castellonenses han contemplado cómo trotaban por su plaza veinticuatro bicharracos con esos cuerpecitos, con esas lengüecitas, con esos pitoncitos, demandando la llegada de la muerte que les sacase rápidamente de este valle de lágrimas, pidiendo a mugidos que los despenasen para que los hiciesen filetes y, al menos, pudieran servir para algo, aunque sólo fuese para ponerlos entre dos rebanadas de pan y hacer con ellos un ‘pepito’.