Ignacio Ruiz Quintano
Abc
A Mou, que volvía en familia y cabreado de Nueva York, donde le pilló la nevada, se la lió un grupo de retratistas que lo esperaban en Barajas. Libertad de expresión llama a eso el nuevo periodismo, que es la libertad de retratar a Mou, que es el famoso, y a sus parientes, pues en una democracia que tiene militarizado el cielo... ¿quién no es libre de hacer lo que se le ponga en los c...? Un forero que sigue la noticia ofrece una solución: que Mou aparezca en público con un cigarro en la boca, puesto que lo que castiga la ley con una dureza inusitada es publicar fotos, no de Mou con sus niños, sino de Mou con un cigarro en la boca. El fascismo de la corrección política se ha llevado por delante incluso el puro en la boca del retrato oficial de Churchill. En vez de chicle, tabaco: he ahí el secreto de la felicidad de Mou. ¡Un cigarro! Recuerdo lo que contaba Pemán de un cochero de punto que, molesto porque sus clientes habían comprado tabaco y no le habían ofrecido, al requerirle estos para que les enseñara el San Antonio de Murillo, les enseñó el primer San Francisco que encontró a mano en una iglesia. “Pero éste no es San Antonio, cochero: ¿dónde está el Niño?” “El niño ha ido por tabaco para mí”. Los baretos de Madrid están empapelados con pasquines de “La ley del tabaco mata la noche.” La noche madrileña sólo es hoy una manada de rumiantes del Ministerio de Cultura, pero en lo del tabaco tienen más razón que un santo. Con este cielo militarizado y estas noches sin tabaco, la verdad es que a más de uno se le harán más risueños los días del franquismo, cuando para epatar a la burguesía bastaba con apuntarse a un partido. Ahora los partidos prohíben fumar, y para epatar a la burguesía (y para ahuyentar a los gráficos) basta con echarse un cigarro mientras te preguntas: ¿Por qué Artur Mas, esa mezcla de Johnny Bravo y Pompeyo Gener, pone en Cultura a Mascarell teniendo en Madrid al pulpo Al?