José Ramón Márquez
Pero cómo no se iba a morir ese hombre, el de los relojes Swatch, por Dios, cómo no se iba a morir viendo lo que hace Morante con sus creaciones. Pues al final ha pasado lo que tenía que pasar, que el bueno de Nicholas Hayek, el señor que puso en marcha el emporio relojero suizo, no ha podido más, que el corazón tiene un aguante, y ha tirado la toalla y se ha ido a esperar la resurrección de la carne, pero por lo menos ya se ha librado de tener que estar todo el día viendo cómo un tío, a base de capotazos, muletazos, pingüis y sillas, se va cargando los relojes que se le ponen a tiro; el Swatch... ¡pum!; el Omega... ¡plaf!; el Longines... ¡crash!; el Tissot... ¡cling!; el Breguet... ¡bum!
Vamos, todos los del grupo relojero del bueno de Hayek, que en Gloria esté, los Blancpain, los Jaquet, los Droz, los Glashütte Original, los Leon Hatot, los Calvin Klein, los Certina, los Mido, los Rado, los Pierre Balmain, los Hamilton, los Flik Flak, los Endura... todos ¡craaaaaash!, y las acciones del grupo desplomándose en la bolsa de Ginebra; y el Morante, venga a descacharrar los relojes en los pueblos en fiestas, en las ferias de postín y en las ferias de pasar la gorra, todos los relojes hechos cisco. Eso no hay corazón que lo aguante, ver cómo hay un tío por ahí que se dedica a destruir tu obra sin que le hayas hecho nada, y que encima le rían la gracia: "Morante volvió a descacharrar los relojes en Villatobas con una verónica que paró el tiempo", je, je ¡pues qué bien! Pero es que detrás de ese reloj hay muchas familias, hay muchos accionistas, muchos empleos, y claro, el corazón del buen hombre no ha sido capaz de soportar ver cómo su obra se iba al perdedero y ya está en presencia del Altísimo rindiendo cuentas.
-¿Y Morante? ¿Se habrá enterado de lo de este señor?
-¿Morante? No creo. Está muy ocupado viendo el fútbol, pero como es buena gente seguro que si se entera lo va a sentir. Bueno, sepa que le han dado un premio taurino...
-Imagino que será un premio prestigiosísimo, ¿no?, porque creo que todos lo son.
-Pues no va usted desencaminado, que le han dado el premio que lleva el apodo de Montes... prestigiosísimo-
-¿Montes? ¿Y qué tiene que ver?
-Hombre, usted, que es persona versada, sabe bien que cuando Montes se presentó en Madrid le achacaron que los toros del Duque fueron pequeños, verdaderos becerretes, los dos primeros sin poder ni bravura y los dos segundos mansos y fogueados. Yo creo que el premio prestigioso va encaminado a ensalzar esta parte poco conocida de Montes, por eso se lo dan a los que matan becerretes, que antes se lo dieron por dos años a José Tomás.
- Pero, hombre, no me sea usted malintencionado, ni me quiera confundir, que se del que usted está hablando es Antonio Montes. Por favor, un poco de seriedad. Yo creía que hablábamos de Francisco Montes, Paquiro.
-Claro que si... pero dese cuenta usted de que el caso es que cuadra bastante más Antonio en relación a estos torerillos de hoy en día que el gran Francisco, y por un momento estaba a ver si le embromaba entre montes y oréganos. Ya veo que a usted no se la puedo pegar...
-¡Menos chuflas! Que a Paquiro también le echaban en cara esas estocadas atravesadas que pegaba...
-¡Pero citando a recibir, hombre!, que a estos del premio prestigioso les hablas de recibir y se lo toman por la cosa de que vienen unos de visita a su casa...
- Bueno. Pues que sepa usted que en Madrid, Montes le toreó por verónicas a un toro después de la séptima vara, y luego le hizo el abanico y la tijera... ¿Y qué me dice del cuarteo en cuclillas con el capote puesto por la cabeza? Eso sí es tener facultades.
-Bueno, pero ése no paraba el tiempo como Morante, que lo he leído en los periódicos. Mire, yo no he visto yo jamás a Velázquez y Sánchez o a Sánhez de Neira decir que Montes paraba los relojes...
-Bueno, note usted que en el siglo XIX casi nadie tenía un reloj; pero lo que sí que puedo asegurarle es que lo que él hacía era parar los toros, que a lo mejor es lo que se espera de un torero, ¿no?... etcétera.