As doze luas de mel, de García Viñolas
Pablo Jiménez, de la Fundación Mapfre, solía hablar de la gran colección de dibujos taurinos hechos por toreros que poseía Manuel Augusto García Viñolas, murciano del universo, como lo llamó Ruano, escritor de buenas letras, viajero fundamental, agregado cultural, desde 1946, en Río de Janeiro, donde una cuartilla con una caricatura suya dibujada por García Lorca, y unas palabras de dedicatoria al pie, le servía para acreditarse con el Brasil recalcitrante.
-Río de Janeiro –dice Viñolas- es una geografía muy aparatosa, una ciudad donde la naturaleza se pronuncia con gigantescos ademanes, obligando a las gentes a echarse a volar desde lo alto de las montañas. Por eso el vuelo es como un desahogo del Brasil. Basta recordar las aportaciones de Brasil a la historia del aire; desde aquel prodigioso Bartolomé Lorenzo de Guzmán, inventor de La Passarola (y que por cierto está enterrado de misericordia en una iglesia de Toledo) hasta ese último romántico que fue Santos Dumont. Para librarse de la naturaleza brasileña, de su gran enredo vegetal, hay que volar siempre.
Ruano insiste en que Manuel Augusto es uno de esos seres que en la humanidad doliente y mediocre se producen muy de cuando en cuando para recordar a los ojos más miopes, a los corazones más rencorosos, que el hombre fue creado por Dios.
-¿Cuál es el estilo de España en América?
-El barroco. Un estilo providencial para poblar aquellas inmensidades y refugiarse del vacío.
(...)
-¿Qué es para ti la vocación?
-La comunicación con el ángel. Levadura de ángel.
(...)
-¿Y Roma?
-Roma se escapa de lo mediterráneo. Lo que va de un griego a un romano es lo que va del apetito al hambre. Yo creo que la aparición del cristianismo es el resultado de una ecuación que plantea la horizontalidad de Roma y la verticalidad de Grecia. Una ecuación que resuelve en la cruz la horizontalidad de la verticalidad. Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Yo veo a Cristo entre Marta y María, entre el buen y el mal ladrón. En el ser no hay otro problema que el del equilibrio, el de la dosificación.
-¿Nombres del gran equilibrio español?
-Velázquez. Fray Luis. La serena pasión. Y no hay que confundirlo con las medias tintas, con las vacilaciones.
-Río de Janeiro –dice Viñolas- es una geografía muy aparatosa, una ciudad donde la naturaleza se pronuncia con gigantescos ademanes, obligando a las gentes a echarse a volar desde lo alto de las montañas. Por eso el vuelo es como un desahogo del Brasil. Basta recordar las aportaciones de Brasil a la historia del aire; desde aquel prodigioso Bartolomé Lorenzo de Guzmán, inventor de La Passarola (y que por cierto está enterrado de misericordia en una iglesia de Toledo) hasta ese último romántico que fue Santos Dumont. Para librarse de la naturaleza brasileña, de su gran enredo vegetal, hay que volar siempre.
Ruano insiste en que Manuel Augusto es uno de esos seres que en la humanidad doliente y mediocre se producen muy de cuando en cuando para recordar a los ojos más miopes, a los corazones más rencorosos, que el hombre fue creado por Dios.
-¿Cuál es el estilo de España en América?
-El barroco. Un estilo providencial para poblar aquellas inmensidades y refugiarse del vacío.
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-¿Qué es para ti la vocación?
-La comunicación con el ángel. Levadura de ángel.
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-¿Y Roma?
-Roma se escapa de lo mediterráneo. Lo que va de un griego a un romano es lo que va del apetito al hambre. Yo creo que la aparición del cristianismo es el resultado de una ecuación que plantea la horizontalidad de Roma y la verticalidad de Grecia. Una ecuación que resuelve en la cruz la horizontalidad de la verticalidad. Dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Yo veo a Cristo entre Marta y María, entre el buen y el mal ladrón. En el ser no hay otro problema que el del equilibrio, el de la dosificación.
-¿Nombres del gran equilibrio español?
-Velázquez. Fray Luis. La serena pasión. Y no hay que confundirlo con las medias tintas, con las vacilaciones.