Francisco Javier Gómez Izquierdo
Es conocida la inclinación de los españoles a hacer trampas en lo que sea. A más trampas, más prestigio. España se distingue de Europa por la legión de buscavidas que regatean a la Hacienda pública ante el aplauso general.
Hace casi cuarenta años, la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao tuvieron su particular cruzada contra presidentes de clubs que incorporaron un ejército de oriundos (palabro que hacía español a cualquier futbolista suramericano que quisiera ganarse la vida) a sus plantillas en busca de un mirlo blanco. Uruguayos, paraguayos, argentinos... todos tenían un abuelo que nació en Avilés o en Almendralejo. Es célebre alguna figura de la época que, no conociendo padre en 20 años, vino a buscar la pila románica en la que fue bautizado. A un tal Adorno que jugó en el Valencia no le dolieron prendas en localizar a su antepasado en Celta de Vigo. Provocó hilaridad... pero legalizaron sus papeles. Elche, Murcia, Granada, Las Palmas..., eran los más propensos a contrataciones fraudulentas "a ojos vistas", pero es imposible mudar la pícara condición de nuestro país.
A la espera de enfrentarnos con Paraguay, he recordado un extraordinario Zaragoza de aquella época con varios jugadores inolvidables. Sobre todos ellos destacaba Saturnino Arrúa, el mejor lanzador de penaltys que haya visto nunca. Tanto éste "10" como el resto de sus compatriotas nunca supieron aclarar ni su edad ni su pueblo, pues siempre precisaban mirar lo que habían puesto las autoridades españolas en sus Documentos de Identidad. Además del Nino Arrúa, en el equipo maño militaba Ocampos, un auténtico tronzador de piernas que en mis papeles pone que nació en Paraguay, sin más. Lo mismo que el Lobo Diarte, un delantero centro excepcional, grande, técnico y muy goleador. El zaragüayo más original era Soto, un extremo izquierdo que nunca se supo si era paragüayo o argentino, viajando con su misterioso pasado por Cádiz y Las Palmas. Al hablar de su nacionalidad siempre se recurrió a la palabra "galimatías".
En el actual equipo guaraní, Santa Cruz no es Diarte, ni Lucas Barrios, Arrúa, por lo que pasar la eliminatoria se me antoja tarea exigible a Villa y los Chavis. Admito que no va a ser fácil, pero es obligatorio plantarnos en semifinales ante Alemania. Somos bastante mejores. Basta que apueste por los alemanes para que gane Argentina, pero veo a los argentinos fiar mucho a lo que Messi pueda hacer. Higuaín, Di María, Tévez, Milito... tienen mucho calidad y mucha casta, pero la parte de atrás aún no ha tenido enemigo de enjundia en Suráfrica. El sábado lo va a encontrar en un Muller y un Schweinstenger que me tienen maravillado. Me da que Alemania tendría por deshonroso perder batallas ante un general como Maradona.
Por el otro lado del cuadro, el finalista saldrá del Brasil-Holanda. Los mejores son los brasileños. Mis favoritos y el de todos los aficionados, pero siempre he esperado cosas buenas de Holanda y mañana no va a ser menos.
Es conocida la inclinación de los españoles a hacer trampas en lo que sea. A más trampas, más prestigio. España se distingue de Europa por la legión de buscavidas que regatean a la Hacienda pública ante el aplauso general.
Hace casi cuarenta años, la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao tuvieron su particular cruzada contra presidentes de clubs que incorporaron un ejército de oriundos (palabro que hacía español a cualquier futbolista suramericano que quisiera ganarse la vida) a sus plantillas en busca de un mirlo blanco. Uruguayos, paraguayos, argentinos... todos tenían un abuelo que nació en Avilés o en Almendralejo. Es célebre alguna figura de la época que, no conociendo padre en 20 años, vino a buscar la pila románica en la que fue bautizado. A un tal Adorno que jugó en el Valencia no le dolieron prendas en localizar a su antepasado en Celta de Vigo. Provocó hilaridad... pero legalizaron sus papeles. Elche, Murcia, Granada, Las Palmas..., eran los más propensos a contrataciones fraudulentas "a ojos vistas", pero es imposible mudar la pícara condición de nuestro país.
A la espera de enfrentarnos con Paraguay, he recordado un extraordinario Zaragoza de aquella época con varios jugadores inolvidables. Sobre todos ellos destacaba Saturnino Arrúa, el mejor lanzador de penaltys que haya visto nunca. Tanto éste "10" como el resto de sus compatriotas nunca supieron aclarar ni su edad ni su pueblo, pues siempre precisaban mirar lo que habían puesto las autoridades españolas en sus Documentos de Identidad. Además del Nino Arrúa, en el equipo maño militaba Ocampos, un auténtico tronzador de piernas que en mis papeles pone que nació en Paraguay, sin más. Lo mismo que el Lobo Diarte, un delantero centro excepcional, grande, técnico y muy goleador. El zaragüayo más original era Soto, un extremo izquierdo que nunca se supo si era paragüayo o argentino, viajando con su misterioso pasado por Cádiz y Las Palmas. Al hablar de su nacionalidad siempre se recurrió a la palabra "galimatías".
En el actual equipo guaraní, Santa Cruz no es Diarte, ni Lucas Barrios, Arrúa, por lo que pasar la eliminatoria se me antoja tarea exigible a Villa y los Chavis. Admito que no va a ser fácil, pero es obligatorio plantarnos en semifinales ante Alemania. Somos bastante mejores. Basta que apueste por los alemanes para que gane Argentina, pero veo a los argentinos fiar mucho a lo que Messi pueda hacer. Higuaín, Di María, Tévez, Milito... tienen mucho calidad y mucha casta, pero la parte de atrás aún no ha tenido enemigo de enjundia en Suráfrica. El sábado lo va a encontrar en un Muller y un Schweinstenger que me tienen maravillado. Me da que Alemania tendría por deshonroso perder batallas ante un general como Maradona.
Por el otro lado del cuadro, el finalista saldrá del Brasil-Holanda. Los mejores son los brasileños. Mis favoritos y el de todos los aficionados, pero siempre he esperado cosas buenas de Holanda y mañana no va a ser menos.