José Ramón Márquez
Menos mal que tenemos en México a Manuel Cascante, nuestro cuate, porque creo que es el único que ha puesto serenidad y periodismo del de verdad a la cantidad de tonterías interesadas, amarillismo, invenciones, morbo de prime time y basurilla en general que se ha escrito por aquí sobre la operación y cura de Tomás tras su cogida del otro día en Aguascalientes. Se pedían cincuenta justos para salvar a Sodoma de la destrucción. Aquí hay uno.
Mientras, en España todo sigue a su ritmo. Muchos creen que Tomás estará en Madrid. Me dice M., hostelero de postín y aficionado de clavel:
-¡Que sí! Que va a estar en junio en Madrid, que los toreros son de otra pasta. Verás como sí que va a estar.
¿Y quién lo sabe? A lo mejor el abrazo que le envía al torero el famoso chino González tiene propiedades taumatúrgicas. A lo mejor con el bálsamo de Fierabrás aquél que inventó su sirviente el Canis Mortis para evitar las caídas de los toros se puede hacer algo con las caídas del cartel. Bueno, pero mientras tanto el tal González presenta al de Mecano -ríase usted de Ruano Llopis-, que ha hecho el cartel de San Isidro. Dice el impar chino: “Con unas pequeñas pinceladas y manchas es capaz de reproducir todo lo que es el interior de la plaza […]. Creo que es una plasmación muy gráfica de lo que es la fiesta de los toros y de lo que vamos a ver en los próximos días". ¿Pequeñas pinceladas? ¿Plasmación de lo que vamos a ver los próximos días? ¡Ah! Debe estar hablando de José Antonio Morante de la Puebla.