José Ramón Márquez
Hoy, viniendo de Sevilla, me he entretenido en el tren en leer la prensa, las opiniones remuneradas, y luego he estado husmeando por al red las opiniones no remuneradas sobre lo de ayer en La Maestranza. A ver qué decían. Como en el arco iris ése que salió ayer sobre la plaza con sus colorines tan monos contra la nube gris plomo, pues resulta que tenemos de todo. Unos dicen que el toro de El Cid, el quinto, fue el toro de la feria (¿se han fijado en cuántos mejores toros de cuántas ferias le tocan siempre a El Cid? ¿No tendrá algo que ver el torero en esa desproporcionada estadística?); otros se ciscan en la corrida por cutre, blanda, y afeitada. Los hay que le dan palos a Ponce -uno, el más bajito y peor hablado, hasta le pide que se largue-, y los hay que le comprenden. Hay quienes no comulgan con El Cid de ayer y otros ven en su incompleta faena atisbos de su grandeza. Hasta hay quien saca la cara por Talavante. Hay un apasionante cruce de opiniones sobre el toro colorado del Puerto de San Lorenzo, que es el primero que veo con esa capa en mi vida en esa ganadería. Un galimatías, en suma.
Pues para echar más ruido y decir mi verdad también, por si a alguno le interesa, de los toros digo que el encierro fue una auténtica basura, retratada perfectamente por el que gritó "¿Dónde habéis comprado los toros?¿En los chinos?"; que el manso toro Rinconcito, sobrero de Toros de la Plata (los manologonzález de Pedro Trapote), recibió leña para dar y tomar en cinco acometidas al caballo; que el toro quinto, con el hierro de La Ventana del Puerto, fue el más armonioso en tipo y hechuras de los que trajeron los antaño escrupulosos ganaderos, aunque el animal andaba con las fuerzas justitas y tuvo un castigo muy medido en dos buenos puyazos.
De las cuadrillas digo que el desorden de lidia del cuarto bis fue como de novillada pueblerina de los años sesenta; que Boni volvió a bregar con suficiencia y maestría (¿a cuántos mejores toros de cuántas ferias ha bregado a Boni?); y que uno de los Tejero se está poniendo hecho un fondón.
De los toreros diré que Enrique Ponce pareció que se quería medir con el toro Rinconcito, hasta que se aburrió o pensó que se le estaba mojando el pelo, y que a continuación dio un mitin con la espada por no querer comprometerse en obsequiar con una estocada aseada a una plaza a la que no debe nada y en la que, por cierto, nadie le espera. De Cid, de quien soy partidario confeso, que estuvo bien por momentos y menos bien en otros, que la sombra sevillana le hurtó la oreja que se pedía con suficiencia y que en los momentos buenos hizo el toreo, planteando una faena con altibajos en la que dejó retazos de su sello. Siempre ha habido faenas así y no pasa nada. De Talavante, que Sevilla le esperaba mucho y se quedaron sin poder darle las orejas o la devaluada Puerta del Príncipe que acaso le tenían preparada. Lo siento, pero no me interesa su forma de torear.
En resumen, una entretenida tarde de toros, con la fortuna de tener cerca a buenos aficionados de Sevilla -algunos hay- y de Bilbao. Para los que ven los toros por la televisión, supongo que sería un plomazo insufrible. No sé cómo lo aguantan, y encima le hacen rico al fenicio Dr. Zaius.