F. J. Gómez Izquierdo
En Navidad -"por estas fechas", que diría el presidente por caprichos de la Historia- suelo refugiarme en un pueblecito del parque de Cabañeros con el que emparenté por la vía meática... y allí, como no soy de trasnochar, madrugo para disfrutar a solas con los corzos, ciervos, ginetas, jabalíes y todo tipo de animales que esa tierra da en abundancia gracias al cuidado de sus lugareños.
El día de Año Nuevo recordé un espectáculo -según dicen los que saben de ornitología- del que fui único testigo hará dos o tres meses en el término de Santa Quiteria, pueblo que mandó hacer Franco en el parque para los sin tierra, y que dicen "de colonización". No sé por qué me acordé del Barça y del Madrid. Dos buitres, uno leonado y otro negro, alardeaban entre sí de su envergadura y poderío junto a una encina, posados en el suelo sin carne muerta al lado.
Lo que es prácticamente imposible de ver -las dos especies individualizadas posadas y sin carroñear- en la naturaleza, es moneda común entre los dos buitres de la Liga española. Se inflan y balancean sus atributos por un quítame allá un penalty o un fuera de juego y desprecian al resto de las aves, ya sean discretas y señoriales como el águila, o gritonas y escandalosas como las grullas que descansan de su viaje a orillas de los pantanos y en las dehesas de estos Montes de Toledo. Los banqueros que tienen fincas por aquí -casi todos-, les ponen de comer ciervas y jabalíes en lo que se conoce como "paraero de buitres", gozando del favor de los pudientes y la protección de la autoridad, pues está prohibido hacerles el menor daño.
Ha vuelto la liga y un martín pescador (Osasuna) y una garza real (Villarreal) se han llevado unas migajas del banquete. Un espejismo. Los jamones del jabalí son para los buitres. Todo queda entre dos. Las fotos no son buenas, debido a la torpeza propia y a la modestia de la máquina que, al poner el "zum", muestra sus vergüenzas, pero un guarda forestal, compadre mío, me las ha pedido por lo raro de la situación.