PEACE FOR OUR TIME
El Club Internacional de Manolos del Bombo de Obama ha derramado la piñata del Nobel de la Paz sobre el noble cráneo de... Obama, llamado a encarnar al Septimio Severo del Imperio Estadounidense. En Afganistán, los campesinos recorren las charcas para, apaleándolas, hacer callar a las ranas mientras se lee el decreto de concesión: "Por su visión de un mundo sin armas nucleares." Se rumorea que el Pentágono ya está deshaciéndose de su uranio en el río, y el mundo permanece a la espera de que la señora o señorita Monge, corresponsal de El País, amplíe sus informaciones sobre ruidos de sables. Bienvenida, pues, sea la humanidad al palomar de la Suprema Bondad: Carter, Esquivel, Arafat, Le Duc Tho, Rigoberta Menchú, Kissinger, Obama... Los rubichis nórdicos que el otro día le negaron al emperador los Juegos Olímpicos lo bendicen hoy con el cheque del inventor de la dinamita rendido al latazo, que no encanto, de Berta von Suttner, la Casandra de Abajo las armas. Con la venda de la Justicia, en algún rincón de Torres (Jaén), el juez que veía amanecer se enjuga una lágrima.
Ignacio Ruiz Quintano
El Club Internacional de Manolos del Bombo de Obama ha derramado la piñata del Nobel de la Paz sobre el noble cráneo de... Obama, llamado a encarnar al Septimio Severo del Imperio Estadounidense. En Afganistán, los campesinos recorren las charcas para, apaleándolas, hacer callar a las ranas mientras se lee el decreto de concesión: "Por su visión de un mundo sin armas nucleares." Se rumorea que el Pentágono ya está deshaciéndose de su uranio en el río, y el mundo permanece a la espera de que la señora o señorita Monge, corresponsal de El País, amplíe sus informaciones sobre ruidos de sables. Bienvenida, pues, sea la humanidad al palomar de la Suprema Bondad: Carter, Esquivel, Arafat, Le Duc Tho, Rigoberta Menchú, Kissinger, Obama... Los rubichis nórdicos que el otro día le negaron al emperador los Juegos Olímpicos lo bendicen hoy con el cheque del inventor de la dinamita rendido al latazo, que no encanto, de Berta von Suttner, la Casandra de Abajo las armas. Con la venda de la Justicia, en algún rincón de Torres (Jaén), el juez que veía amanecer se enjuga una lágrima.
Ignacio Ruiz Quintano