"JODIDO, PERO CONTENTO"
El Cid vuelve a Sevilla, la única ciudad del mundo que está donde debe estar. Se lleva las cornadas del muslo y del hombro, que no le duelen, porque forman parte de su azar torero, y el costillazo en el pulmón, que le trae mártir, porque escapa a toda previsión. Lo han curado los mejores médicos especialistas en la clínica Cemtro de Madrid, habitaciones 201 y 202, que componen la suite hospitalaria de Camilo José Cela, el del premio, como consta en la placa. Justicia poética, pues, pero al estilo celiano. "¿Cómo está el maestro?", preguntan las visitas. Y el maestro recurre a la cita de autoridades que hay en la puerta: "Jodido, pero contento." Ha pasado dos días con un tubo extractor clavado por la espalda en el pulmón y, mientras lo arreglan para ir al Ave, con esa alegría que les entra a los sevillanos cuando ven correr al Ave o caminar a Rafael el Gallo, todavía le duele que a El Fundi volviera a darle el toro un revolcón, esta vez con traumatismo torácico. Loli, su mujer, se debate entre la discreción y las prisas. Pepe, su mozo de espadas, cree ver la luz al final del túnel. El torero, como un boxeador alejado demasiado tiempo del ring, hace sombra con la mala fortuna: "Y encima los victorinos de Dax embistieron." Así son estos tíos. Pero sólo El Cid sabe cuándo volverá. A los amigos nos hace mucha falta.
Ignacio Ruiz Quintano