domingo, 7 de julio de 2024

Paralelismo histórico de guerras conectadas


"Antonino Pío, cuyo reinado fue tan pacífico que apenas si puede comentarse algo de él”

(De un libro de Historia)



Martín-Miguel Rubio Esteban

Doctor en Filología Clásica


El paneslavismo de los zares del siglo XIX –sobre todo de Nicolás I y Alejandro III– trajo la independencia de las naciones eslavas de la Europa Oriental que habían estado sometidas al Imperio Otomano. La independencia de Serbia, Rumanía, Montenegro y Bulgaria es una hazaña de la eslavofilia rusa. Tras el cobarde asesinato en 1853 de una docena de monjes ortodoxos en Belén, Nicolás I exigió al sultán de Estambul que se permitiera a los fieles ortodoxos acceder libremente a los Santos Lugares –aquellos corónimos frecuentados por Jesucristo según los Evangelios: Belén, Nazaret, Jerusalén y el Monte Tabor, y que le nombrara protector de los fieles ortodoxos en el Imperio Otomano. Los turcos no sólo se negaron, sino que no hicieron nada contra los asesinos de los clérigos. Como respuesta Nicolás ocupó los principados turcos de Valaquia y Moldavia, algo así como “Las Asturias” de Rumanía. Francia e Inglaterra –la OTAN de entonces se posicionaron al lado de Turquía. La propia reina Victoria escribió en francés al zar –el francés era entonces la lengua de la diplomacia, hoy despreciada por el propio Macrón– el 14 de noviembre de 1853, una carta para expresarle su preocupación ante la política paneslava y panortodoxa de Rusia: “No seguiré ocultando a V.M. la dolorosa impresión que ha producido en mí la ocupación de los dos Principados” (Letters of Queen Victoria, Londres, 1907, serie 1837-1861, Tomo II, págs. 561-564). Pero hay que decir en honor la verdad que en 1850 Palmerston había enviado la flota británica frente al Pireo para proteger los “pequeños intereses” de los súbditos británicos, como advertencia a Rusia tras haber llegado a las costas del Mar Negro, ya muy cerca de Los Dardanelos. Es así que el conflicto cristiano-árabe en el antiguo territorio de Israel desata la Guerra de Crimea, cosa que se vuelve a repetir hoy; dos guerras conectadas en los mismos lugares que hace 170 años. Gran Bretaña y Francia se unieron entonces a Turquía y enviaron sus ejércitos y armadas para proteger la nación musulmana de Oriente Próximo, genocida de cristianos orientales a mansalva, curiosamente. El propio Papa apoyó efusivamente la guerra contra Rusia, exactamente igual que hoy, como si las iglesias orientales estuvieran más lejos de Roma que La Meca. Los británicos y franceses esperaban un enfrentamiento breve, pero pronto se vieron envueltos en una guerra sangrienta que no cesaba. Ambos bandos sufrieron innumerables bajas. Con la llegada del pacífico zar Alejandro II, un zar bueno, europeísta y proalemán, se concluyó la sangrienta guerra. Aunque el gobierno de Aberdeen había querido una alianza con Rusia, el 27 de marzo de 1854 la Guerra de Crimea se extiende a Europa. Rusia se enfrenta a una coalición de Turquía, Francia, Gran Bretaña y Cerdeña. A España se la invita a participar, pero ni O´Donnell ni Espartero quisieron saber nada – tenían más agallas que Sánchez y Feijóo. Disraeli echa la culpa de la guerra con Rusia a Aberdeen: “La formación del gobierno de Aberdeen fue la señal para el gabinete de San Petersburgo de comenzar su ataque contra la independencia de la Sublime Puerta”. Y más adelante afirmará: “Estamos en el umbral de graves acontecimientos y es muy conveniente que la población de este país esté preparada. Los proyectos de Rusia deben ser contrariados por una política vigilante y hábil”. Mientras, el príncipe Alberto, el adorado marido de la reina Victoria, es acusado de injerencia en los asuntos públicos y en particular en la política exterior británica en favor de Rusia y de Alemania. Los aliados vencerán en Alma, en Inkerman, en Balaklava, en donde los casacas rojas se mostraron heroicos, pero Sebastopol resistirá durante mucho tiempo y allí el heroísmo ruso fue reconocido hasta por los ingleses. Por fin, el 8 de septiembre de 1855 Sebastopol cae, y llega una “paz honorable para todos”. Rusia no pierde territorio, pero acepta la independencia y neutralidad de los países danubianos y que la navegación en el Mar Negro esté abierta a todos los países de acuerdo al derecho internacional. El objetivo más importante de la política exterior británica fue siempre contrarrestar el avance de Rusia sobre Turquía y mantener Constantinopla bajo la Soberanía de la Sublime Puerta. Respecto a los Santos Lugares el jedive Ismail, marioneta del Reino Unido, se comprometerá a la defensa de todos los peregrinos. Por otro lado, la rebelión de los polacos contra Rusia en 1863 estuvo a punto de producir una gran guerra en la Europa Central, pero ni los ingleses ni los alemanes ni los franceses entendían que la aristocracia polaca, que vivía con gran lujo y opíparamente en Londres y en París, incitaran a sus desafortunados compatriotas a insurrecciones o a rebeliones sin esperanza, sin marchar ellos mismos al combate. La guerra no se produce tampoco porque los Rothschild han prestado quince millones de libras a Rusia y treinta millones a Italia, y las guerras impiden siempre o al menos retrasan y ponen en el aire la devolución del crédito con intereses. Por otro lado, las operaciones en Polonia podían perjudicar los apoyos de Francia e Inglaterra en la independencia italiana, y contra ello Cavour encarga a la bellísima condesa de Castiglione, Virginia, seducir a Napoleón III para ganarlo para el proyecto de reunificación italiana y de liberación del territorio. Virginia conquistará a otros soberanos europeos con los mismos propósitos patrióticos.


Platón discutió los problemas de la alta política en su República. En una conversación entre Sócrates y Glaucón demuestra que la guerra es endémica en la civilización. Empezando por la ciudad en su forma más simple, señala que, conforme la civilización avanza, mayor es la necesidad de potencial humano, y que las tierras que antes bastaban para sustentar una civilización primitiva son insuficientes para mantener a otra de tipo avanzado. La sustancia de su argumentación queda contenida en el siguiente extracto:


Sócrates.- Entonces, ampliaremos nuestras fronteras; porque el Estado original ya no es suficiente…y proliferarán animales de muchas otras especies, si la gente accede a comerlos.


Glaucón.- Desde luego.


Sócrates.- El país que bastaba para sustentar a los habitantes primitivos será ahora demasiado pequeño e insuficiente.


Glaucón.- Es cierto.


Sócrates.- Anhelaremos, pues, un pedazo de territorio vecino para dedicarlo al pastoreo y a la labranza, y ellos querrán un pedazo del nuestro, si, al igual que nosotros, sobrepasan el límite de su necesidad y ceden al deseo de acumular riquezas sin límite. ¿No es cierto?


Glaucón.- Eso será inevitable, Sócrates.


Sócrates.- Iremos a la guerra, Glaucón, ¿no te parece?


Glaucón.- Desde luego.


Sócrates.- Entonces, sin determinar aún si la guerra ocasiona beneficios o daños, podemos afirmar que deriva de las mismas causas que las de casi todos los males de los Estados, tanto particulares como públicos.


Glaucón.- Indudablemente.


Esta traducción, que resume quizás de una manera excesiva los parágrafos platónicos que van desde el 373a al 374a (resumir a Platón es siempre amputar sustancia), es en cierta manera un predesarrollo de la idea conquistadora y bárbara que veinticuatro siglos más tarde la conocemos por Lebensraum, o espacio vital, y que será fundamentalmente defendida por ideólogos nazis, Alfred Rosenberg (vid. El Mito del siglo XX), Gottfried Feder, Moeller van der Bruck– que es él, y no Hitler, el autor del concepto de “Tercer Reich”, Oswald Spengler y su La Decadencia de Occidente, Karl Haushofer– el inventor de la noción exitosa de “geopolítica” –Hans Grimm– que su libro Volk ohne Raum (Pueblo sin Espacio) desarrolla arrolladoramente la doctrina del Lebensraum, etc., etc. Ahora bien, lo que nos dice Platón es la realidad, aunque no guste a nuestros principios humanistas. Los nazis eran unos cínicos al defender estar realidad inhumana, pero no dejaban de afirmar la experiencia de una verdad histórica.


Así también es curioso observar el tremendo “prestigio” –palabra que como nos recuerda nuestro Unamuno en el pasado significaba “engaño”– que ha tenido la guerra en la historia política. Saquemos al azar una frase de un manual de historia escolar: “Adriano falleció en el año 138, siendo sucedido por Antonino Pío, cuyo reinado fue tan pacífico que apenas si puede comentarse algo de él”. Es decir, de un político o gobernante pacífico no merece la pena señalarse nada en un libro de historia. Un dirigente digno de pasar a los anales políticos (¡también contemporáneos!) tiene que haber sido ovacionado por sus hazañas militares, o maldecido de modo indeleble por sus derrotas militares. Miles de epónimos de nuestras calles son de generales y otros grados militares, y no se nos ocurre llamar a una calle con el nombre de un vecino pacífico y bonachón. Sin embargo, tales “burradas” se siguen escribiendo en nuestros libros escolares sin darse uno cuenta –supongo, y hasta por autores pacifistas y antimilitaristas, a quienes no cito por considerarles no del todo conscientes del uso que hacen de tales redacciones. Es difícil escapar del influjo de eso que llamaba Gramsci la “hegemonía cultural”. 


[El Imparcial]

Comedia y existencia (I)



Charlot y Edhar Neville 


Armando Pego Puigbó


Después de una serie de artículos que en estos últimos meses he dedicado a la función litúrgica que la representación de la conciencia pudiera mantener todavía en algunas novelas actuales, me permitirán los lectores de Ideas un salto también serial hacia otro género literario y… hacia otra época. Con este artículo me gustaría volver a plantear por qué la comedia hace no sólo llevadera sino hasta consoladora nuestra existencia. Me acogeré a unas obras tan nuestras y olvidadas que estarán de acuerdo conmigo en que es de justicia ir a rescatarlas. ¿Me acompañarán ustedes tras las huellas de Edgar Neville, Enrique Jardiel Poncela y Miguel Mihura?


Que la vida acaba mal es una obviedad melancólica que unas sociedades histéricas como la nuestras se empeñan en silenciar asépticamente. En su fondo late el misterio de la risa trágica que Nietzsche encomendaba al culto de Dionisos. Aun extenuados, cuando no abrumados, por las contorsiones de las bacantes, no nos queda otra que investigar el secreto de las lágrimas cómicas que encienden nuestras mejillas con una esperanza escéptica o, mejor dicho, con un indestructible escepticismo esperanzado. Allí va ejerciendo su labor de zapa la comedia.


En El nombre de la rosa Umberto Eco convirtió otra vez el libro perdido de la Comedia aristotélica en el motivo recurrente de una posmodernidad hedonista que encarnaba en Jorge de Burgos el mundo cerrado y fanático de la religión. Nos decía que la búsqueda de la verdad, tan autoritaria ella, defendía su pretensión prohibiendo la risa. Se difuminaban aquellos rostros contraídos y concienciados del progresismo europeo de los años 50 y 60 que acusaban a las comedias hollywoodienses de escapismo comercial y de alienación capitalista. Las comedias italianas dejaban al final con un nudo en la garganta y un rictus contraído, mientras las despiadadas e inteligentísimas sátiras de Billy Wilder hacían creer que se estaba en la clave de una crítica social, cuando en realidad describían, de una manera divertidísima sin duda, la disolución moral de cualquier atisbo de inocencia. Woody Allen, primero, y luego Nanni Moretti procuraban mostrar que, antes que arrojarse de cabeza a un vertedero, mejor era no tomarse demasiado en serio. Acaso sea verdad que, como ocurre con cualquier poder implacable, ante el nihilismo es imposible reír; tan sólo esbozar una sonrisa perpleja.


Si se relee la Poética de Aristóteles, empieza uno a sospechar que quizás no fuera casual que el Estagirita abandonase la idea de completar sus notas sobre la creación mimética. Aparte de que, por la naturaleza apolínea consustancial al alma griega, le atrajesen sobre todo los géneros nobles —la epopeya y la tragedia—, no cabe descartar que fuese consciente de que la comedia, con su apariencia desenfadada y trivial, está llena de peligros teóricos. Sea bajo los auspicios de Apolo o de Dionisos, la tragedia —máxime la sofoclea, que era la modélica para Aristóteles— nos habla de “una acción esforzada y completa […] en lenguaje sazonado” que nos permite a los espectadores la purificación (la famosa catarsis de origen médico) de las dos pasiones que Aristóteles había presentado como ejemplares en la Ética a Nicómaco: el miedo y la compasión. La tragedia nos propone el camino áspero y humano de la virtud. Pero ¿y la comedia?


En sus Lecciones de Estética el mismísimo Hegel, con esa sistemática seriedad germánica, rodea la comedia con el foso de sus observaciones sobre la tragedia. Parece atribuir a la primera la función de atemperar el paroxismo al que acabaría conduciendo un coherente espíritu trágico. “Cómica es, en efecto, en general subjetividad que lleva a contradicción y disuelve por sí misma su acción, pero permanece asimismo tranquila y cierta de sí”, dice el filósofo del Espíritu Absoluto. La comedia acabaría así reducida la cuestión de un concepto que hará furor en todo el siglo XX, desde Freud y Bergson y Jankélevich: el humor.


Sospecho que el realista Aristóteles advertía que, de ser coherente, se vería obligado a plantear si el poder disolvente de la comedia empuja al hombre al vicio, por contraste con la tragedia cuyos efectos tienden a la virtud. Sin embargo, resulta indudable que la comedia conlleva una profunda comprensión de la condición humana que un griego no podía despachar sin más como mala, pues, en modo alguno sino más bien al contrario, presupone ignorancia.


De hecho, en El Banquete los adversarios con los que Sócrates debe medir su discurso sobre el eros no son otros que Agatón, el representante de la tragedia, y sobre todo su gran rival Aristófanes, el comediógrafo. Como señala Allan Bloom en Amor y amistad el discípulo de Diótima reconoce al final del diálogo que lo mejor sería podía combinar las lágrimas trágicas con la risa cómica, precisamente, porque como apunta Aristófanes, la comedia constituye un poderoso desafío a la visión filosófica. A fin de cuentas, Aristófanes no consideraba divino al eros. Para el autor de Las nubes, la comedia constituye la compensación que nos resarce de la sujeción a las leyes de la ciudad. Su expresión de nuestras carencias posee, pues, un potencial subversivo que al mismo tiempo se encarga de contener. A Sócrates, que incluía la fealdad como esa parte de pobreza que define la aspiración a la abundancia erótica, no podía dejar de estimularle y de inquietarle esta amenaza que con y contra la polis él mismo habría de librar.


Sobre este horizonte decidirse a tratar la comedia debía resultarle a Aristóteles tan tentador como para diferir su ejecución. ¿Cómo podría definirla? Como hemos repetido, la tragedia, mediante una acción completa y enérgica, causa la purificación de los excesos y los defectos del temor y la compasión. El héroe trágico, preso de su desmesura, nos conduce a los espectadores a la virtud poética. Cabe insistir: ¿Y la comedia, entonces? Perdónenme el atrevimiento de darle la vuelta a la definición aristotélica caracterizándola como la imitación de una acción precaria e incompleta que, mediante lo risible y lo feo, lleva a cabo la diálisis de tales categorías. ¿No es acaso ésta una definición sesgada y sofística, como todo lo que la comedia parece tocar? Si la tragedia se nutre de un fondo dionisiaco, la comedia es de condición hermética: alada, interpreta nuestros deseos y sus frustraciones más hondas. La comedia custodia el secreto anárquico de nuestra existencia.


Volvamos a nuestra definición. Etimológicamente diálisis quiere decir disolución. ¿Obliga lo cómico a evitar el exceso (el sarcasmo y la monstruosidad) y el defecto (la ridiculez y lo grotesco)? En suma, en un caso u otro, ¿no se apresta a diluir la desgracia? Más que de vicios, la comedia entraría así en ese incierto terreno de lo que en la Ética a Nicómaco se caracteriza también como la disposición moral de la (in)continencia. Para Aristóteles su relatividad, que no impide que, según las circunstancias, sea virtud o vicio, le deja un amplio margen de caracterización, pues “es evidente que, tanto los continentes y firmes como los incontinentes y blandos, tienen que ver con los placeres y dolores”. El espectador puede temer y compadecer al Edipo de Sófocles, pero no así al Sócrates de Aristófanes. En cambio, puede gozar de un Sócrates feo y burlado, sin tener que compadecerse de ninguna apariencia temible.


La comedia lograda resulta así de un delicado juego de equilibrios que, quizás, no se preocupa de la moderación, pero sí de una contención igualmente poética. Divierte, hace reír, puede llegar a trocar la carcajada en un amago de lágrimas o al revés. La tragedia puede purificar nuestras pasiones, perfilarlas en su exacto equilibrio; a la comedia le toca una tarea igual de difícil: disolverlas o librarlas, con su gracia área, de su pesada seriedad. ¿No resuenan siniestras las risas y las burlas de los poderosos? ¿No repugnan los afeites con que se embellecen? La comedia desmonta la tramoya de ese mundo poniéndola al descubierto tal como aparenta ser…


Van alargándose demasiado estas líneas. Si ha llegado hasta aquí la paciencia de los lectores, les ruego que no desesperen. En las próximas entregas intentaré ir cumpliendo, autor tras autor, la promesa que les había hecho en el primer párrafo. Les cito de aquí a unas semanas con La vida en un hilo de Edgar Neville.


Leer en La Gaceta de la Iberosfera 

Domingo, 7 de Julio

 


Las bicicletas son para el verano

Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.

 DOMINGO, 7 DE JULIO


En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?" Y estaban desconcertados. Pero Jesús les dijo:


-Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa.


Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.


Marcos 6, 1-6

sábado, 6 de julio de 2024

Turnismo y bipartidismo


A dos mil euros el selfi

 

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc



    La oligarquía de partidos-lapa en el Estado fue una imposición del ejército de ocupación a la Europa derrotada. Un sistema de control para la Guerra Fría: elimina la política (la conquista del poder) y la sustituye por el consenso (reparto del poder mediante pacto o corrupción). El pueblo no decide nada, pero se le vende que lo decide todo, y siendo necio, lo compra. Su necedad se nutre de la guerra cultural entre la Komintern de Willi Münzenberg y la CIA de Michael Josselson, con su plan de engorde para intelectuales (los famosos liberalios) de la socialdemocracia, donde militan todos (¡aquel Julián Andía de Tierno!).


    

Y ahora, conectamos en directo con la guerra fría de la cultura –era un gag de la BBC.


    

Los ingredientes de la oligarquía de partidos son dos colas de león (coleo de derecha a izquierda) y muchas cabezas de ratón destinadas a la extracción de dinerales. Al colear de las colas por turno llaman bipartidismo, cuando ni siquiera sería turnismo, como el de la Restauración, que ya era malo, visto por Galdós: “Los dos partidos son dos manadas de hombres que no aspiran más que a pastar en el presupuesto. Carecen de ideales, y llevarán a España a un estado de consunción que, de fijo, ha de acabar en muerte. No harán más que burocracia pura, caciquismo, estéril trabajo de recomendaciones, favores a los amigotes, legislar sin ninguna eficacia práctica, y adelante con los farolitos...”


    

Bipartidismo es otra cosa. La grandeza americana de los Founding Fathers fue admitir el fracaso de su primera Constitución, confederal y parlamentaria, y elaborar la de la Convención en Filadelfia, federal y presidencialista, de elección directa y separada, invento que al reducir a dos las opciones trae por consecuencia el bipartidismo, que es, como la mayoría absoluta (enemiga de la oligocracia), un distintivo de la democracia.


    

Bipartidismo y mayoría absoluta constituyen anomalías graves en la partidocracia, de sistema proporcional, que el Régimen, que está muy bien vigilado, se apresura a corregir, y ahí tenemos las obras maestras de Podemos y de Vox como tapagrietas del montaje, que han conseguido devolver al corral a las churras y las merinas que se habían desengañado del cuento, con lo que hablar aquí de bipartidismo es ignorar bajo qué régimen político se vive. El sistema proporcional, que disuelve la conciencia nacional, da por sentada la imposibilidad de la democracia.



    Sin presidencialismo, pues, no hay bipartidismo (ni división de poderes, claro). Pero ¿sería compatible con la Monarquía?



    –Una Monarquía presidencialista es democrática. Una República parlamentaria es oligárquica –concluyó el genial autor de la “Teoría pura de la República”, que en el 74 entregó al Conde de Barcelona un proyecto constitucional de Monarquía presidencialista (nada que ver con “la monarquía futurista” de Yarvin) que a Maurice Duverger, con quien lo consultó Don Juan, le pareció “que habría hecho soñar a Benjamin Constant”.


    Poco nos suben los impuestos.


Julio, 2022 

El apoyo de Estados Unidos a Franco y al antifranquismo



Javier Bilbao


Es sabido por toda persona prudente que no conviene meter todos los huevos en el mismo cesto: en el ámbito de las apuestas se conoce como hedging a jugarse el dinero por ambos rivales en un mismo evento, aunque si hay un terreno donde aquella enseñanza tiene una especial validez es en la política internacional. En concreto, resulta particularmente interesante por la influencia que ha tenido en nuestra propia historia la compleja relación con todos sus altibajos, acercamientos y suspicacias entre los sucesivos gobiernos estadounidenses y el régimen franquista.    


Una vez concluida la Guerra Civil e iniciada la Segunda Guerra Mundial, de la que aquella sirvió de prólogo, Franco era consciente de que su propia supervivencia dependía de mantenerse en el poder —«Yo no haré la tontería de Primo de Rivera. Yo no dimito; de aquí al cementerio»— y esto sería más factible en un orden internacional en el que vencieran las potencias del Eje, que inicialmente llevaban la ventaja militar. Su triunfo le parecía ineluctable, como proclamó en diciembre de 1942: «Estamos asistiendo al final de una era y al comienzo de otra. Sucumbe el mundo liberal, víctima del cáncer de sus propios errores, y con él se derrumba el imperialismo comercial, los capitalismos financieros y sus millones de parados». Sin embargo, ya ese mismo año en Londres y Washington tenían la confianza de que España no se implicaría directamente en la guerra, entre otros motivos por la pérdida de poder dentro del régimen de la Falange (germanófila) y por el soborno a generales en posiciones influyentes, gracias a la mediación de Juan March —que ya había financiado la insurrección en 1936—, a quienes se prometió en total diez millones de dólares situados en un banco de Nueva York. Por hacernos una idea, su sueldo mensual era equivalente a 238 dólares, al menos se vendieron caro…  


Para 1943 el curso de la guerra comenzaba a virar, con batallas decisivas como la de Stalingrado, así que el Caudillo reforzó su posición neutral proponiendo un acuerdo de paz y cubriendo su apuesta, tal como Stanley Payne explica en El régimen de Franco: «A partir de entonces, Franco expondría su teoría de las ‘tres guerras’ y de la actitud diferenciada de España hacia cada una: neutral en el conflicto entre los Aliados y Alemania, a favor de Alemania en su lucha contra la Unión Soviética, y a favor de los aliados en la guerra en el extremo Oriente contra Japón». Una posición que fue reforzando en los meses siguientes, de manera que en mayo de 1944 firmó un acuerdo con los Aliados sobre, entre otros asuntos, suministros de materias primas, y para diciembre en una entrevista con un medio estadounidense Franco aclaró que «no tenía nada que ver con el fascismo (…) porque no podía España ligarse ideológicamente con quienes no tuvieran la catolicidad como principio».


Señala Payne la paradoja de que, a estas alturas, desde la perspectiva de la propia continuidad del régimen a la que antes aludíamos, «a pesar de las inciertas perspectivas de Franco después de la victoria aliada, lo que resulta más irónico es la posibilidad de que su futuro hubiera sido más dudoso si Hitler hubiera ganado. Los constantes virajes, aplazamientos y disimulos del Generalísimo habían acabado por irritar a Hitler de tal manera que, según Albert Speer, juró que se vengaría de Franco empleando a sus enemigos internos para derrocarle». Finalmente, había logrado mantener a España fuera de una guerra en la que las muertes en cada país contendiente se contaban por cientos de miles o millones, pero quedaba ahora ante sí la dificultad de superar el aislamiento en un nuevo orden mundial que no lo veía con simpatía. Ahí interviene Estados Unidos.


Tan pronto como en diciembre de 1944, un informe del Departamento de Guerra, que recoge Joan E. Garcés en una obra imprescindible como Soberanos e intervenidos, se muestra notablemente profético: «el curso más probable de la política española en el futuro inmediato será la continuidad del régimen de Franco, que gradualmente va a despojarse de los atavíos fascistas, restaurar las formas políticas españolas tradicionales (con un acento propagandístico en torno de una ‘democracia a la española’ [‘Democracia Orgánica’ terminó llamándose]), y extender de mala gana la mano a los exiliados políticos (…) Si Franco cree que las Naciones Unidas van a insistir en su retirada del cargo, sacará su as en la manga, restaurar la monarquía. Suceda lo que suceda, España no va a tener asignado un papel relevante en el mundo de la posguerra. Ninguna de las grandes potencias ha mostrado disposición alguna de considerarla mucho más que un emplazamiento geográfico». Y eso es exactamente lo que ocurrió, que EE.UU. consideró a nuestro país de valor estratégico para sus bases militares en el nuevo contexto de la Guerra Fría, que Franco abrazó con entusiasmo pues situaba como enemigo al comunismo.


En 1947 Estados Unidos votó en contra en la Asamblea de las Naciones Unidas de tomar algún tipo de represalias contra el régimen franquista y en 1949 un grupo de senadores y congresistas lo consideró «el gobierno más violentamente anticomunista del mundo», razón por la que consintieron darle un crédito para facilitar su desarrollo económico. Para 1951 se produjo un intercambio oficial de embajadores y dos años después tienen lugar los Pactos de Madrid, por los que se acordó instalar cinco bases militares norteamericanas en territorio español. Nunca ha dejado de causarme asombro que una película tan transgresora como Bienvenido, Mister Marshall, un retrato prodigioso en cuatro pinceladas de toda una época y un lugar, fuera estrenada precisamente ese año. ¿Cómo fue posible semejante obra maestra en tal contexto? Tal vez superó la censura como una forma de demostrar que España estaba alineada con los valores democrático-liberales o quizás, simplemente, su apariencia tan humilde y dicharachera la hiciera parecer inofensiva…


No obstante, la apuesta de Estados Unidos por el régimen franquista tenía su hedging. En un informe del Consejo de Seguridad Nacionalen 1952 se recomendaba «trabajar con y a través de los grupos dominantes actuales y, al tiempo que respaldamos su permanencia en el poder, usar nuestra influencia para inducirles a acomodarse tanto como sea necesario a las nuevas fuerzas que vayan emergiendo. A medida que surjan nuevos grupos de liderazgo, nosotros debemos también obrar para asociar sus intereses a los nuestros y, en el caso de que, y en el momento en que alcancen el poder, cooperar con ellos».


El temor se daba a un cambio revolucionario que volviera hostil a un país a los intereses norteamericanos, incrementado a partir del triunfo de Fidel Castro en 1959, año en que otro informe aconsejaba que «sería sensato y prudente para EE.UU. empezar a cultivar y mostrarse simpático con uno o más grupos de la oposición española que puede tomar el control de España después de Franco, con la perspectiva de tratar de proteger y mantener para entonces los intereses de EE.UU en España (en especial las bases aéreas)». También otro informe de esos días especificaba que «Franco tiene 67 años. Para cuando deje de mandar deben sucederle de inmediato líderes fuertemente orientados hacia el Oeste (…) Antes de que Franco deje de mandar deben hacerse preparativos para asegurar que España continúa bajo un gobierno fuertemente prooccidental». Es curioso que aquél fuera, además, el año de la visita de Eisenhower a España, de manera que mientras estrechaban su mano ya empezaban a hacer guiños a sus opositores… Así son las maneras de la diplomacia, como dijo Lord Palmerston en política exterior «no hay aliados eternos ni enemigos perpetuos, solo intereses eternos y perpetuos».   


Por todo ello, en Washington fue afianzándose la idea ya sopesada desde los años 40 de una transición ordenada hacia un sistema democrático y monárquico —ya desde 1945 promovieron un acuerdo entre Franco y Don Juan de Borbón—, en el que hubiera una dualidad política/ideológica que se alternase en el poder dejando fuera al comunismo y permaneciendo siempre leal al bloque occidental. En ese camino suponía un obstáculo la figura de Carrero Blanco, quien no sólo amenazaba con prolongar el régimen, sino que alentaba iniciativas como el Proyecto Islero, por el cual España lograría armamento nuclear (la idea era hacer pruebas en el Sáhara Occidental con el plutonio de la central de Vandellós I). Bombas atómicas significa, en el mundo moderno, soberanía.


Quiso la casualidad que sufriera un atentado y los planes de Washington pudieron hacerse realidad poco tiempo después, con una Constitución, dice Garcés, donde «las cesiones de soberanía posibles son prácticamente ilimitadas, superiores a las impuestas a Alemania e Italia después de su derrota en 1945. Y expeditas: basta una simple Ley orgánica para transferir a organizaciones o instituciones internacionales competencias inherentes al Estado, sin ninguna limitación». Hay que sumarle la fragmentación de la soberanía nacional en 17 pequeñas taifas en un proceso de disgregación aparentemente interminable y la llegada de un carismático político socialista cooptado que haría efectivo el ingreso de España en la OTAN —sorteando el inicial rechazo mayoritario de la opinión pública—, así como en lo que por entonces era la Comunidad Económica Europea. De forma que todo terminó saliendo a pedir de Milhouse, como dirían en Los Simpson.


Leer en La Gaceta de la Iberosfera

viernes, 5 de julio de 2024

El nihilismo rosa bebé


La desolación de Jean Palette
 en su Andanada de los nihilistas


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


La última vez que me veréis antes de que muera (“Last time to see me before I die”), es el reclamo Monty Python de la gira de John Cleese. ¿Es esto nihilismo?


Cuando Jean Palette, un amigo francés descendiente de húsares, llegó a la Andanada del “9” en Las Ventas, le pareció haber caído en un cónclave nihilista de nihilistas sistemáticos que maldecían a los bueyes de labor que se corrían en el ruedo, y pedían toros de lidia. Los bueyes fueron gratos al público de clavel, y se quedaron, pero yo no volví.


¿Qué es en realidad nihilismo? –pregunta, con sorna, el fundador de la ciencia constitucional–. Cuando una persona viaja a una velocidad superior a 40 km a la hora, señores míos, eso es nihilismo. Una respuesta profundamente aescolástica. Una respuesta, a los ojos de los estafadores, nihilista.


Dostoyevski tuvo el genio de novelar el nihilismo político en “Los demonios” como Proust novelaría luego la traición social en “La recherche…”. El novelista ruso pone en boca de uno de sus personajes: “¡Es un incendio intencionado! ¡Esto es nihilismo! ¡Si algo arde, es nihilismo!”. Es Lembke, el gobernador de la provincia, objetivo de los conspiradores, que daba órdenes que nadie cumplía.


La civilización muere en la guerra del 14, y el nihilismo (negación de la civilización) fue su causa, no su consecuencia. Aquel nihilismo se llevaba rojinegro, mientras que el de hoy, dice Muray, “es rosa bebé”: pastel baboso y corazón de oro, tarots new-age, yogures con bífidus, karma, mueslis, desarrollo de energías positivas, astrología y ocultismo-cocooning.


Muray escribió hace veinte años, pero Emmanuel Todd, que escribe ahora, ve en el nihilismo contemporáneo una pulsión destructiva de cosas y de personas, “noción muy útil a la hora de estudiar la guerra”, pues “el nihilismo tiende irresistiblemente a destruir la noción misma de verdad, a prohibir cualquier descripción razonable del mundo”. Y ve que América y Ucrania han unido sus fuerzas “sobre una base nihilista”. Remite a “El gran tablero mundial” de Brzezinski en el 97: Rusia se derrumbaba, y se podía acabar con ella, si se la separaba de Ucrania, que la privaría para siempre de su estatus imperial.


Si la guerra en Ucrania conduce finalmente a la caída del Imperio estadounidense, Brzezinski pasará a la historia de la geopolítica como el mayor humorista involuntario de todos los tiempos.


El nihilismo es un culto a la mentira: niega la realidad y la verdad. En la ideología nihilista, “que avanza sin cesar en Estado Unidos”, la traición pasa a ser algo normal: “Nuestro problema intelectual es que amamos a Estados Unidos, que nos mostró el camino para alcanzar la prosperidad y una vida tranquila… Y para aceptar plenamente la idea de que hoy están marcando la vía que conduce a la pobreza y a la atomización social, es indispensable el concepto de nihilismo”.


Pero en la colonia, la vida sigue, en forma de terracita de Ayuso, bajo el cocotero.


[Viernes, 28 de Junio] 

Segunda Novillada Nocturna en Las Ventas. Un sinvivir. Pepe Campos


Bonifacio


PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas.

Jueves, 4 de julio de 2024. Segunda novillada nocturna de verano. Algo más de un tercio de entrada. En los calores de julio.



Novillos de López Gibaja (procedencia Juan Pedro Domecq, vía El Torero, línea Salvador Domecq), bien presentados, de acusada mansedumbre, flojos; calamocheadores, propio de la falta de fuerza y del descaste.

Terna: Álvaro Sánchez, de Cabanillas del Campo (Guadalajara), de verde botella y oro, con cabos blancos; silencio tras aviso y saludos; de veinticuatro años; en 2023, ningún festejo. Carlos Domínguez, de Badajoz, de azul oscuro y oro, con cabos blancos; silencio y silencio; de veinticuatro años; en 2023, cinco festejos. Álvaro de Chinchón, de Chinchón (Madrid), de azul celeste y oro, con cabos blancos; vuelta al ruedo por su cuenta y silencio tras aviso; de veintidós años; en 2023, ocho festejos. Álvaro Sánchez y Álvaro de Chinchón, se presentaban en Las Ventas.

Suerte de varas. Picadores: Primer novillo —Javier Díaz—, primera vara, detrás del hoyo de las agujas, segunda, picotazo trasero. Segundo novillo —Manuel Jesús Ruiz ‘Espartaco’—, primera, picotazo trasero, segunda, detrás del hoyo de las agujas y tercera, trasera, que rectifica, detrás del hoyo de las agujas, fuerte, dándole. Tercer novillo —Luciano Briceño—, detrás del hoyo de las agujas, con metisacas y detrás del hoyo de las agujas, caída, con metisacas. Cuarto novillo —José Antonio Rodríguez—, vara tras el hoyo de las agujas, caída y tras el hoyo de las agujas. Quinto novillo —Mario Benítez—, detrás del hoyo de las agujas y picotazo detrás del hoyo de las agujas. Sexto novillo —Héctor Vicente—, trasera, fuerte y trasera.


Las novilladas nocturnas de los jueves van camino de convertirse en «un sinvivir» para la afición, por tanta mediocridad y desventura taurina que se aprecia en el ruedo y fuera del mismo. En primer término, porque el ganado contratado por la empresa —de origen Domecq— no tiene ningún contacto con los significados de la palabra bravura, ni en la acepción de la Real Academia Española de la Lengua, ni en la más popular del aserto de «aquellos toros que se crecen ante el castigo». En segundo lugar, porque los novilleros elegidos para realizar las lidias y dar muerte a los novillos, vienen sin ningún bagaje, ni conocimientos suficientes que les pueda afirmar en el territorio de su difícil profesión, la de futuros matadores de toros. Y en un tercer aspecto, porque a las novilladas de Madrid, en general, últimamente —ya lo hemos significado en otras ocasiones— acude un público joven, que si, por fortuna, viera algo con cierto sentido que les explicara en qué consiste el toreo y su mundo, seguramente, se irían aficionando a la fiesta de los toros. Y no, como suelen hacer, emplear el tiempo, en las noches de los jueves de Las Ventas, en beber, en fumar y en vivir —que son dos días—. Todo un recetario éste de usos sociológicos en los que merecería la pena introducirse, para valorarlos y sacar conclusiones sobre cómo es el elemento joven actual —digamos, al menos, éste que no pone pegas al hecho de ir a los toros; porque existen otros mundos jóvenes, diferentes, no seamos ingenuos—. Nuestro cometido no se basa en hacer malabarismos sobre el funcionamiento actual de las sociedades humanas —aunque los toros son una metáfora de la vida social española—, sino en contar lo que sucede en el ruedo venteño los jueves nocturnos.


Hablábamos más arriba de «la bravura», ausente en los novillos de ayer noche, de procedencia Domecq —esa plaga de nuestro tiempo táurico—. Y hemos señalado la mansedumbre de su naturaleza, desarrollada a partir de la selección de vacas que en las tientas realizará D. Antonio López Gibaja. Una condición de animales mansos aderezada de blandura en el comportamiento, de flojedad en las extremidades, de agotamiento ante las exigencias del juego taurino, de pautas calamocheadoras de los novillos que se defienden, y quieren, como último fin, defender cara su vida. Todo un proceso en las conductas de esta vacada desde los orígenes de la genética, de la selección y de la última prueba, la práctica de la lidia en los ruedos. Un camino penoso que muestra una elección que se aleja, en definitiva, de la bravura. Pero no seamos del todo negativos, pues la mansedumbre también puede encerrar un aprovechamiento de la experiencia. Así, para aquél que se hace torero es un momento idóneo, el hecho de medirse a astados mansos y que rehúyen la pelea, pues sería el instante de ensayar, la técnica de los terrenos y la del mando en los toros, o la de saber aliñar con brevedad y torería. Puede que sea pedir mucho. Pues la enseñanza de la tauromaquia hoy va por caminos contrarios, aquellos que pasan por enfrentarse a toros o novillos nobles —eso sí, desrazados—, colaboradores, dóciles, para hacerles faenas artísticas, es decir, ponerse bonito delante de ellos, componer la figura y expresarse y sentirse con tales dechados de bondad. Ayer noche, no salió por chiqueros este tipo de astado. Si no el manso, el que huía y por ello no colaboraba, y al que había que llevar con la fortaleza del brazo que manda en los movimientos de la muleta, como un látigo y con un pulso de acero, para que se pueda producir el temple y la conducción del astado, desde la obediencia, con coherencia, por delante de la figura del matador, en demostración de dominio.


Todo esto último estuvo ausente ayer noche, pues no hubo casi ni un pase, ni un lance, limpio. Todo fue un despropósito. Por las características blandas y rajadas de los novillos, y por la impericia de los novilleros para lograr una cierta autoridad sobre tanta embestida intemperada, de tanto bóvido a la defensiva. Asistimos a un recital de destemplanzas. Si entramos en la actuación de los novilleros, lo mejor será seguir el orden de su antigüedad. Álvaro Sánchez, en su primer novillo, quiso y no pudo, inicio su labor por bajo, sin dominio, el animal fue sacando cierto genio defensivo, y ante ello se encontró con una muleta a la que topar y golpear y no pudo ver nunca el camino libre. Sánchez lo mató en la suerte contraria, de tres pinchazos, en el último dejando el acero, y un descabello. En el cuarto novillo, la usencia de temple motivó un sinfín de enganchones, rutinas y desarmes. Toreó por fuera y despegado. Mató en la suerte contraria de estocada delantera y en el rincón.


Carlos Domínguez, en el segundo novillo, también toreó despegado y por fuera, quiso empezar su trabajo por bajo sin llevar al animal; y con la muleta en uve o haciendo arco, retrasada, sólo pudo conseguir enganchones. Mató en la suerte contraria, de un bajonazo. En el quinto novillo, que tuvo un comportamiento más suave en su recorrido, inició la tarea de rodillas, con enganchones, y ya de pie sacó un pase desmayado. Luego todo fue a peor, con enganchones y desarmes, por no correr la mano. Mató en la suerte contraria, de un bajonazo perpendicular.


Álvaro de Chinchón, fue el único novillero que corrió un poco la mano, en ocasiones, ante las embestidas desatentas de sus enemigos. En el tercero inició la faena con pases de tanteo por alto, consiguió muletazos sin enganchones, pero metiendo pico, despegado, por fuera, sin mandar en el novillo. En esa guisa, consiguió una tanda ligada, esa fue la novedad de la noche y el respetable se le entregó. ¡Menos da una piedra! Recorrió mucho ruedo tras el novillo. Lo mató en la suerte contraria de una estocada en el rincón, atravesada. En el último novillo de la noche, la cosa varió hacia los enganchones y la falta de dominio. Lo mató en la suerte contraria, tras tres pinchazos, el segundo caído, el tercero dejando el acero, y un descabello.


Resaltar que Juan Carlos Rey quiso lidiar al cuarto novillo con sensatez y que Rafael González, en el quinto, en el tercio de banderillas logró poner orden con el manejo de su capote. 

jueves, 4 de julio de 2024

Bipartidismo


Emily Deschanel


Ignacio Ruiz Quintano
Abc


Rivera , el jefe del “partido centrista”, que tiene ese aire sabihondo de Emily Deschanel (Temperance Brennan, la doctora en la serie “Bones”), resumió en una frase el encuentro Rajoy-Snchz:


Es el fin del bipartidismo.


Y lo dice, primero, como si el bipartidismo fuera malo, y luego, como si el bipartidismo existiera en España. Eso no es estancarse en las encuestas; eso es estancarse en el Bachillerato, donde cualquier alumno sabe que el bipartidismo, cosa la más democrática del mundo, es el fruto magnífico del presidencialismo americano.


Nosotros, menos modestos que los “Founding Fathers”, que inventaron sin saberlo la “democracia representativa”, tenemos a sabiendas un “Estado de partidos”, y en un “Estado de partidos”, basado, además, en un sistema proporcional, ¿cómo va a haber bipartidismo?


A Rivera le suena el Pacto del Pardo (ni se sabe si existió), donde Alfonso XII, agonizante, tomando la mano de su esposa (lo cuenta don Claudio Sánchez-Albornoz), le dice:

Cristinita, no llores, todo puede arreglarse en bien de España. Guarda el c…, y de Cánovas a Sagasta y de Sagasta a Cánovas.

Pero el canovismo (“…the two principles of conservation and correction” de Burke), no es bipartidismo, sino pastel (consenso, para el vulgo), con Cánovas, que “bisojeaba”, toreando a la revolución, y al quite, Sagasta.


Nuestro “bipartidismo”, hoy, es un malentendido interesado. Lo invocan Rivera y Pablemos, que vienen a refrescar el sistema, como los “juampedros” que se adquieren para arreglar la ganadería que ya no embiste.


Lo que hay es dos primos de Zumosol, PP y PSOE, y alrededor, muchos primillos comiendo como sabañones, cuyo día grande será el 21, con el obsceno festín de los pactos poselectorales (¡otro “Carmena” al PP!), origen de toda la corrupción que Susan Rose-Ackerman analiza en “La corrupción y los gobiernos”.

¿Tampoco sabe Rivera que, con el “bipartidismo” que él agita, Pujol ha mandado (y manda) en Madrid más que Aznar y González juntos?


Diciembre, 2015 

Jueves, 4 de Julio

 


Cerramos Junio, Julio y Agosto
Volvemos en Septiembre

miércoles, 3 de julio de 2024

Eurocopa. Detalle por detalle


El Sublime Puertas


Francisco Javier Gómez Izquierdo


Los entrenadores no se cansan de repetir que en campeonatos como la Eurocopa los partidos se deciden por detalles. ¿Qué es un detalle? Un detalle puede ser que Maignan, el portero de Francia, le haga un paradón al capitán de Bélgica en el minuto 82 que pudo ser el 0-1 y en el 84 el veterano Vertongen se cuele en propia meta el gol que no pudo meter Tchouameni tras tres cañonazos, ni Mbappé con otros tantos calambrazos, ni Thuram en plástico testarazo. El detalle que decide el partido es la parada de Maignan. De Francia esperamos todos más lucidez en su juego y que no siga pasando por jerarquía  y por detalles como el del minuto 82.


El detalle en el Portugal-Eslovenia no lo ve servidor en el penalti fallado por Cristiano al final de la primera parte de la prórroga. El detalle está en el tremendo error de Pepe (¿a qué tanto incienso periodístico por un central que no está para echar carreras?) corregido por Diogo Costa ante un Sesko que tuvo el gol de la clasificación eslovena al final de la prórroga. Luego,el portero portugués detuvo los tres penaltis  de la serie, que son tres detallazos, pero el detalle clave saltó en el minuto 115 cuando el cancerbero del Oporto copió a los porteros del noble deporte del balonmano.


En el Rumanía -Holanda el detalle insospechado es que los rumanos fueran primeros en el grupo E y los neerlandeses terceros en el grupo D. La diferencia de calidad ya la señalamos aquí. Es posible que uno tenga inclinación por Holanda por tanto como me ha hecho disfrutar desde mi tierna infancia. Ahora no son ni parecidos a aquellos Rep, Cruyff, Neeskens, Rensenbrink setenteros, ni a los Gullit, Van Basten, Rijkaard, los Koeman... que por fin campeonaron en el 88, pero al camino de su cuadro le han espantado las fieras y me ha dado la impresión de que hay jugadores que han crecido mucho; a saber, los dos mediocentros: Schouten y sobre todo Reijnders; el extremo Malen que tan mal empezó pero se nota que le gusta a Koeman y, ¡cómo no!, Gakpo, el delantero que más se está haciendo respetar.


Por último, el Turquía- Austria nos deja dos detalles cruciales.  El primero en el minuto uno, cuando en  córner sacado por Arda Guler pilla a la defensa austriaca sin lavarse las legañas y de la consiguiente caraja, Demiral pone el 1-0.  El segundo detalle en el último minuto cuando Baumgartner, el mejor jugador austriaco, cabeceó un balón con un 99% de posibilidades de que fuera gol a ojos de todos los espectadores, pero apareció Günokel portero turco en felino detalle, para maravillar con el 1% salvador que coloca  a Montella frente Koeman en cuartos.  Yo veo más valiente al holandés que al italiano.

La idea




Ignacio Ruiz Quintano
Abc


Desde el principio el 155 no fue sino un show (lo jurídico era el 116) para enfriar a los de la bandera en el balcón.


La idea del Consenso sigue siendo, para entendernos, que Cataluña sea a España lo que Cuba a Venezuela, un “chulaje” con pasillo madridista (el Barça, más que un pasillo, hace un “calvo”), según lo pactado en la San Sebastián del 30 y en La Moncloa del 78.


En París me siento parisino de nacionalidad española, pero en Barcelona me siento barcelonés con un exacerbado sentimiento antimadrileño y antimadridista –dice el lúser de moda en España, Manolo Valls, el niño pijo del pintor, por cierto, más envidiado por Tàpies.


Valls es un charletas al que nadie escucha en Francia (¡hizo gigante a Macron!), y viene a España a comerle la oreja, en collera con el novio de Isabel Preysler, que está estudiando la Revolución francesa, al primer cateto que pasa. Lo hace con el 155, del que nada sabe.

Nadie pide a Valls que hable de “nación política”, “sujeto constituyente” y demás conceptos que él no domina y que el español ignora, pero podría ser útil hablando a los menos espabilados, como Rivera, del artículo 89 de la Constitución francesa, copiada (mal) de la americana por De Gaulle:

No podrá iniciarse ni proseguirse ningún procedimiento de reforma mientras sufra menoscabo la integridad del territorio. No podrá la forma republicana de gobierno ser objeto de reforma.

Pero aquí, el Consenso, antidemocrático por definición, metió en la melodía de la unidad nacional los coros y danzas del separatismo (¡el troyano que se come como un Pac-Man al sujeto constituyente!), aberración que los consensitos llaman ahora “federalismo”, tratando de hacer de España (hoy, por el sistema autonómico del 78, una voluntad de separación entre unidos) otra América del Norte (desde hace dos siglos y medio, por la Constitución del 87, una voluntad de unión entre separados).

La democracia es coser heridas –musita Iceta, Bibendum del Consenso, que va de sastrecillo valiente. 


Diciembre, 2017

martes, 2 de julio de 2024

Las dos realidades


Eric Voegelin


Ignacio Ruiz Quintano

Abc


Para entender la política manicomial que padecemos en Occidente, el alemán Eric Voegelin promocionó en los 30 el término “pneumopatología”, acuñado por Schelling, para designar las enfermedades espirituales de naturaleza pneumopática, no psicopática: es el espíritu, no el alma el que enferma.


El mundo occidental atraviesa un proceso de descomposición cuya causa es la secularización del espíritu –dirá Voegelin, que no cree que pueda combatirse una fuerza satánica (que haberla, háyla, y nos lleva a la guerra) sólo con moralidad y humanidad, “pues lo satánico no es sin más lo moralmente negativo, lo repulsivo, sino una fuerza y, ciertamente, una fuerza con un gran poder de atracción”.


Décadas más tarde, el polaco Andrzej Lobaczewski tomó de un científico húngaro el término “patocracia” para designar la “ponerología política” (estudio del mal) en el sistema soviético, en seguida copiado (¡y perfeccionado!) por las oligarquías liberales de Occidente, como avisó (“la UE es la nueva URSS, un monstruo que debe ser destruido antes de que se consolide como un Estado totalitario”) Vladimir Bukowski, sin el éxito de Catón con Cartago.


Lo que viene, viene, y cuando llegue, nos encontrará a la altura de las circunstancias –resume Thomas Mann este cruzarse de brazos ante lo inexorable.


No fue Hitler, sino la corrupción generalizada de la sociedad (moral, intelectual y espiritual) la que determinó el fin de Weimar. Las iglesias, que estaban obligadas a defender la dignidad humana, padecían la misma corrupción que la sociedad: también ellas habían perdido el contacto con la realidad.


De una sociedad corrupta, dice Voegelin, no puede brotar ninguna elite (“no nos interesa la realidad, tenemos otros valores”) capaz de preservar el orden.


La “pneumopatología” conlleva la pérdida de la primera realidad (la real) para situarnos en la segunda realidad (la imaginaria), realidad paralela creada por la ideología, donde hoy nos tienen viviendo a todos.


La segunda realidad es una construcción que nace del deseo del “más allá” en esta vida. El rechazo de percibir lo real no es resultado de la ignorancia, sino fruto de la voluntad deliberada de no comprender. Cuando se toma conciencia de que las fantasías son irrealizables, surgen los arrebatos de ira.


En “Hitler y los alemanes”, Voegelin niega el carácter “inhumano” del Führer; era, dice, absolutamente humano, aunque su humanidad estaba enferma o perturbada por una “pneumopatología” que hace que la imagen falsa de la realidad sustituya a la auténtica realidad. Surge así el conflicto entre las dos realidades, reflejado en la construcción de sistemas forzosamente falsos, pues ningún sistema puede representar la realidad, lo cual obliga al engaño. ¡La voluntad de engañar! El resultado del conflicto no es la estafa, sino la mentira, con el fin de hacer pasar la segunda realidad por la primera.


De ahí que en el corrupto Estado de Partidos todo sea mentira menos lo malo.


[Martes, 25 de Junio] 

lunes, 1 de julio de 2024

Fútbol. Euforia


Agujeros en la Roca


Francisco Javier Gómez Izquierdo


   El 4-1 suena a contundente e incontestable, pero creo como eterno pesimista que es uno, que España corre muchos riesgos a pesar de la valentía y lo pinturero del sistema. De la Fuente sale a ganar mandado y es decisión que nos pone el cuerpo jotero. "Que se preocupen ellos" parece decir Don Luis a lo Cruyff, pero sin el desparpajo holandés. Ellos, incluso los de limitadas calidades técnicas, saben que un error de Rodri, ni siquiera un error, un resbalón traidor, puede darles un golito. Saben que tras un robo de balón a ese medio que en realidad es un delantero camuflado (Pedri), el ladrón debe lanzarlo al galgo corredor dispuesto por su entrenador en los lados del prado sin guarda porque los laterales trabajan como interiores y pasan más tiempo luciendo guapura en el escaparate que vigilando la puerta del negocio.


  Me he pasado una temporada poniendo pegas a tan ofensivo sistema, pero ¡oiga! al final el mister Iván Ania se ha salido con la suya y nos ha subido al Córdoba. ¡Ojalá don Luis entierre con resultados las razones de, no los críticos, sino de los medrosos y pusilánimes que es como voy a ser bautizado como siga con mi "machacandeo".


 El pase a cuartos de España era más que obligatorio. También el de Alemania, aunque el gol anulado al lento Andersen con 0-0, no entiendo cómo lo comprenden y explican los que dicen saber y tanto hablan. Eso es gol. El fuera de juego milimétrico no lo contempla el reglamento del fútbol que además no se redactó para convertirlo en televisero. Si el VAR es tan tiquismiquis, que dé corner o lo quite cuando yerra el árbitro que es cosa que ocurre a menudo y puede legalizar goles mucho más fraudulentos.


   Eslovaquia, para servidor, ha sido la selección de mejor presencia táctica. Discretos peloteros, pero fenomenal entrenador este Calzone al que Bellingham, que está bendecido, le arrebató por sorpresa lo que había merecido. Soutghate se ha librado de un KO sonoro pero la suerte en los cruces y las riñas periodísticas le van empujando a la final.


  Decepción tremenda con Italia, que pierde como equipo menor. Cae sin enfadarse, sin morder, sin juntar los dedos protestones ante el árbitro. Bien Suiza. Se vale de gente mayor que se mueve con inteligencia: Xhaka, Scharr, Sommer, Freuler... pero con cierta pitoseria que contagian tal que Embolo y sobre todo Vargas, dos tíos capaces de liarla a la sombra de un cardo y luego a ver cómo remontas ante gente de tanto oficio.


   Espera un Alemania -España que conforme al sentir general puede ser "el partido".  Que sea para bien.