lunes, 22 de abril de 2024

Hughes. Real Madrid, 3- FC Barcelona, 2 El Madrid es esfera


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HUGHES

Pura Golosina Deportiva


El Madrid venía de la extenuación física de Manchester y del estrés resacoso de la gloria, y además estrenaba marcador, una especie de empíreo que rodea el estadio. Lo último antes de la capota eléctrica. Hay hipogeo, césped, primer anillo, segundo anillo, tercer anillo, palcos, los arbotantes ingenieriles, el videomarcador  y el techo. ¿No eran nueve también los niveles del universo dantesco? ¿No alcanza el Bernabéu una realidad de orbe cerrado como cielo o infierno, según se mire?


El videomarcador le cambia la cara al estadio y lo empantalla más. El marcador se hace gigante y panorámico. El Madrid es esfera. Pero la influencia psicológica primera de esto debería ser, por el tamaño del "luminoso", reforzar el resultadismo.


Había que dejar de pensar en esto, de mirar la pantalla (de buscarse narcisistamente allí) y mirar al Barça y la Liga.


El Madrid salía con seis centrocampistas dispuestos de tal forma que Modric y Kroos llevasen el peso del juego. Recordaba al famoso meme "yes, but".


El Madrid fue siempre a remolque. El rival se jugaba más y no fue el mejor partido de Ancelotti.


En los primeros minutos hubo un par de jugadas que nacían de la combinación rapidísima entre Tchouameni, que estuvo muy bien, y Modric. Pero el gol cayó culé. Un saque de esquina luchado por Kroos que no alcanzó Lunin y no defendió el propio Kroos, sobre el que Christensen saltó como quiso.


Tras el Numancia del Etihad, ahora en cada córner culé el Madrid temblaba como membrillo. Era algo psicológico. El Madrid no estaba tan junto, concentrado, determinado...


Pero, a cambio, sí tenía una realidad ofensiva, y muy rápido reaccionó al gol.


En el minuto 13, Cubarsí ya era "un central de época".


El Madrid caía sobre todo por la derecha, con combinatoria de precisión. Lucas llegaba donde Modric no podía, como una extensión. Como un lazarillo o como el que se aprovechaba de las cartas de Cyrano. Por ahí llegó el empate. Un penalti que marcó Vinicius tras inmensa jugada de Lucas, una "cafucada" sin ironía alguna. Una jugada de clase en la que Cancelo no fue cancela y en la que luego tuvo Lucas el honor de que Cubarsí le dejara epocalmente la pierna en clamoroso penalti.


El Bernabéu estalló, sonaba más, la acústica ha llevado el estadio a una cosa turca. Hasta el más inútil en la cocina sabe lo que sucede cuando se tapa la olla de hervir los macarrones.


Tras el gol, en el Madrid se percibió una caída en la agresividad. El Madrid atacaba y se frenaba un poco como Lamine Yamal, que empezaba ya sus elegantes evoluciones por la banda. Era colectivamente Lamine, hacía laminadas: se iba por fuera, se frenaba en seco, se volvía a ir, se volvía a frenar... Y cada córner culé era medio gol o incluso tres cuartos de gol, como uno que sacó Lunin con las manos hirvientes de una matrona... No estaba claro si entró o no y en la polémica descubrimos otro atributo del gol, que es ser indudable. El gol es lo indiscutible. Es lo cierto. Es lo que no admite duda. No es ninguna tontería porque sobre esa fortaleza epistemológica se fundamenta todo lo demás: el gol como Verdad del fútbol. De ahí el daño que hizo y aun hace el gol fantasma de Hurst en la final inglesa del 66 (los yeyés legítimos eran los madridistas ese año).



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El Madrid se hacía largo y se ahuecaba y Lamine empezaba a hacer sufrir a Camavinga, que se llevó una amarilla. No es que hubiera, precisamente, un gran sistema de ayudas.


El Madrid había bajado pero tras el bache acabó la primera parte creando peligro. Algunas jugadas en las que Vinicius buscó a Rodrygo, a un ay del remate. En ese repunte de fuerza final, se notaba que Kroos y Modric, mediocentro e interior, supuestos pulmones, carecían de agresividad y quedaban en evidencia con la pujanza de Valverde. Cuando se desataba su fuerza o la de Vinicius, con Bellingham lanzando tacklings, Kroos y Modric, tan legendarios y provectos, parecían las Campos.


Y esto no se notó menos tras el descanso, pues Xavi sacó a Pedri y a Fermín en su mediocampo. Fermín es una especie de Calderé que sale con un bono de faltas para cometer. Ferran parecía un expósito con ese corte de pelo. Aunque no sea de allí, la verdad es que La Masía últimamente tiene algo de inclusa. Los jóvenes del Barça son como las jóvenes actrices del cine español. Están para provocar una combustión de adjetivos en dos años y luego, cuando la flor se aja, a un cruel olvido.


Xavi había energizado su equipo y Ancelotti decidió que era ese el momento de hacer algo extraordinario: sacó sus manos de los bolsillos y realizó, ¡con las dos! un gesto como de insistir.


Sensibles al derroche gestual, los madridistas reaccionaron, Vinicius el que más, con un tramo de auténtica superestrella.


Los que quizás formen la pareja de mediocentros de la selección francesa estaban encerrados en la defensa. En el Madrid había algo contemplativo, una cierta indecisión. El bloque ni era alto ni era el de Manchester, estaba gallegueando. El Madrid no se iba del todo a por el partido y aun así no dejaba de parecer frágil.


En el 68, Lamine, el mejor culé de largo, recibió, controló, chutó y el rechace lo aprovechó Fermín. El 1-2 era un acierto de Xavi, y fue entonces, tras el gol, ya en el minuto 70, cuando Ancelotti decidió actuar. Cambió el lateral y retiró a Kroos, volviendo a la regla no escrita de sólo una vieja gloria en el centro del campo.


El Madrid tenía un enorme fondo del que tirar y, de nuevo, empató al instante, en una jugada con pase de banda a banda de Vinicius a Lucas, que remató de primeras como soñaba hacer Valverde. En la celebración, en el nombre de todos, Davide Ancelotti agarraba a su padre de la pechera.


Lo de Lucas es marmóreo, digno de monumento, pero ojo a Vinicius: gol y asistencia y una sensación de estar en todos lados y de tirar del carro, y hasta de la grada. Vinicius es a la vez Cristiano, Juanito y Raúl.


Pudo marcar un gol tan de época como Cubarsí en el 78, cuando Lunin le asistió con bello saque listado y él acabó ante Stegen, que sacó manopla milagrosa. Brahim miraba en el otro palo, pero ya Vinicius había sido demasiado generoso en una jugada anterior con Rodrygo.


Quizás por no marcar ese gol, cuando se retiró recibió muchos aplausos pero no la ovación sísmica que merecía. Vinicius ha sido el Cristiano cuando se fue Cristiano.


El partido lo había ganado Ancelotti antes, cuando Militao permitió que Tchoaumeni pudiera subir al mediocampo. Ahí el tresillo estaba en el salón, y no en la cocina ni en el pasillo.


De las míticas Campos quedaba Modric, que perseguía a Yamal hasta el lateral. Yamal tiene una ligereza de fondista. Es fino y escurridizo y exigía que los medios ayudaran al lateral, dicha con la que no contó Camavinga.


En los cambios pasó algo. Unos reajustes muy adecuados. La salida de Vinicius dejaba más espacio a Bellingham, le hacía ganar mando. Si el poder se extiende hasta que otro poder lo enfrenta, el área de influencia de Bellingham se ampliaba y podía mandar con más autoridad, porque Bellingham ataca dirigiendo, es director de los ataques, señala y saca el brazo como un mediocentro.


Se presentía su gol porque se daban las condiciones. Pasaba a ser el importante, y Joselu le preparaba el área. Faltaba la oportunidad, esa que lleva meses buscando, siempre rozando el remate, siempre a punto de llegar o de que le viesen. Y por fin sucedió. Fran García ganó un balón con un gran control y Brahim cortó la media culé, la atravesó por completó, trabajosamente, como una hormiguita zumbona y muy técnica, llegó al área, y abrió a Lucas, que lanzó un pase perfecto, una banana raseante que Joselu amagó con dar en felicísimo semifallo (es de esos jugadores que alcanza lo sublime como subproducto) y ya cuando el balón superaba el otro palo, cuando la jugada alcanzaba su límite, en los márgenes del plano apareció Bellingham, que había pedido la pelota a Lucas antes de que al propio Lucas le llegase. Esta vez, por fin, se cumplirían sus órdenes; la pelota le llegó y el zurdazo mandó al Barça a la pretemporada. Corrió, bailó un inicio de charlestón con Lucas, e hizo el Corcovado ante el nuevo Bernabéu 360º. Panorámica Jude. Era la rúbrica de la Liga 2023/24. La firma con la que empezó y con la que acaba.


Pudo ser él, o Lucas, o Vinicius o incluso Tchouameni, pero el MVP se lo dieron a Yamal. Es mejor así. El Madrid no puede tenerlo todo porque el riesgo mayor es ése: el estadio cerrado como un universo que se bastara, el 360º y el 100% y que haya tantas estrellas que anden todas un poco fuera de sitio, como en el firmamento de un dios un poquito rococó.




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