lunes, 3 de abril de 2023

Domingo de Ramos. Márquez & Moore. Los Cuadri arreglaron la tarde

 

El Guernica de Cuadri


JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ

 

El que inventó eso de los “desafíos ganaderos” debía ser pariente del que inventó lo de las “corridas concurso” ¡Qué pocos grandes toros, no de volumen sino de lo otro, hemos visto en las corridas concurso! Y qué poco nos han interesado esos inanes desafíos, que tan a menudo sólo desafían a la paciencia del sufrido espectador. Desde chico lo que a uno le gusta son las corridas de seis toros de la misma ganadería, defendiendo cada uno de ellos el honor de la divisa y no estas mezcolanzas que se han ido poniendo en solfa en los últimos años por las razones que sean. El particular desafío que planteó la empresa de los viajes a pachas con el señor don Bernard Domb para el Domingo de Ramos en Madrid fue el de traer tres toros de la ganadería de Los Maños y otros tres de Pallarés a dirimir no se sabe qué entre ellas. Por las cosas de la ciencia veterinaria, ese esotérico saber que admite o rechaza toros basándose en la observación del forro de sus propias gónadas, de igual manera que los etruscos lo hacían observando el hígado de un cordero, la decisión de los arúspices fue la de desechar los tres toros de Los Maños, que se fueron de vuelta a Luesia (Zaragoza) tras conocer los corrales de Las Ventas y recibir los mimos de don Florencio. Se vinieron de Aragón algunos seguidores de la ganadería y esos serían los únicos maños que hoy ha habido en Las Ventas, donde muchos de ellos están tan a gusto como en su casa, porque los santacolomas fueron sustituidos por unos Cuadri que, al parecer, eran parte de una corrida que tenían preparada en Comeuñas para dar en Madrid después de San Isidro.


La cosa, pues, se quedó en tres de Pallarés y tres de Cuadri y como el primer Pallarés se fue al mundo de irás y no volverás acompañado de la parada de bueyes, asomó por chiqueros uno de Martín Lorca, que no hay boda sin la Tía Juana, en este caso la primera juampedreada de la temporada para ir abriendo boca. Vendrán muchas más.


Para el asunto del toreo hicieron el paseo triunfal, tras las grupas de los jamelgos montados por la gentil doña Rocío y el severo señor González, los diestros Esaú Fernández, Adrián de Torres y Gómez del Pilar. A la muerte del primer toro, doña Rocío en una de sus promenades por el callejón saludó al hijo del Maletilla de Oro, aún gerente de Las Ventas, con un par de afectuosos besos.


El primero en la frente fue el toro blandengue, Romano, número 42, que debía ser romano de los tiempos de la decadencia porque estaba más a tumbarse en el triclinio de arena de miga del ruedo que a mantener la posición vertical: ahí tenemos que
el primer toro que holló el ruedo de Las Ventas en la Temporada 2023 fue expulsado del mismo por su manifiesta debilidad y tendencia al desplome. A los gitanos no les gustan los buenos principios, o sea que lo mismo hay que alegrarse de ello. El cadente romano fue sustituido por el primer subproducto de las derivaciones Domecq, de los centenares que nos quedan por ver de aquí a octubre, se llamaba Querencia, su número el 35. Sus trazas, las del olvido y el tedio.


Los dos Pallarés que se salvaron de la quema –de los posibles seis toros del cartel original sólo dos permanecieron– los pobres recibieron injustos chiflidos por su apariencia, porque realmente estaban en lo que debían ser en cuanto a trapío, especialmente el tercero, Pantera, número 28, aunque no parece que la sensibilidad de hoy día esté dispuesta a admitir este ganado, que las cosas cambian con el tiempo y si en 1995, 9 de abril, una corrida de Hernández Pla que hoy habría sido protestada desplegó su vendaval de casta, de movilidad y de bravura, encumbrando a Domingo Valderrama y llevando a Mariano Jiménez, pura impotencia, a cortarse la coleta en el ruedo, hoy probablemente los discípulos de Hernández Tabernillas (qDg) habrían oído la silba de la afición. De la lidia de estos dos toros reseñemos dos enormes capotazos de Curro Javier, bregando en banderillas, y tres naturales muy compuestos aunque de poca hondura de Adrián de Torres, muy jaleados. Gómez del Pilar no resaltó más que por lo feo del vestido con cabos negros que se trajo a los madriles.


La parte de Cuadri es ya otra corrida diferente de la que hasta ese momento llevábamos. La vibrante salida de Mediador, número 20, playero y de gran cuajo, llegando impetuosamente hasta el burladero del 10 sirvió para declarar que venía otra cosa distinta. Cuando derribó el caballo de Benedicto Cedillo con un seco golpe de riñones de pura bravura, un escalofrío recorrió la Plaza de Toros al ver ahí por fin al toro. El vibrante galopar al caballo de Revisor, número 25, fijo en su presa y con el rabo enhiesto como la catenaria de un tranvía nos hizo relamer de satisfacción de ver al toro que acude presto y alegre, que recarga y no rehúye la pelea y las tres entradas de Paracaidista, número 6, al cite de Juan Manuel Sangüesa, que abandonó el ruedo entre vítores y ovaciones, nos mostraron algo que está a mucha distancia de lo que vemos cotidianamente, de esas entradas al caballo de puro trámite con más pena que gloria y con buena parte del público pensando que para qué servirá eso de la suerte de varas. Hoy hubiéramos querido que Sangüesa hubiese picado toda la tarde, para poder disfrutar de su soltura de jinete y de sus ganas de hacer las cosas perfectamente, para disfrutar de la suerte de varas, tan vilipendiada por lo general, a la que los toros de Cuadri dieron dimensión y empaque.

 
En la parte de banderillas los pupilos del Cuadri, que dejaban la arena marcada con los charcos de su sangre, se quedaron parados, costándoles lo suyo arrancar y no dando facilidades lo cual redundó en un gran número de capotazos y de pasadas en falso. Llegaron a la muleta con poco ánimo colaboracionista. El de Esaú le ofreció cinco o seis embestidas para luego proponerle otro juego basado en demostrarle que se había enterado perfectamente de cómo iba aquello y Gómez del Pilar se encontró frente a uno de los Toros de Guisando, que no hizo intención de acometer a su muleta ni una sola vez, toro berroqueño el de Cuadri, puro granito.


Y Adrián de Torres, que se queda para el final porque con un toro de una arboladura impresionante y con unas intenciones clarísimas de querer echarle mano, con un toro de lámina pavorosa y de un peligro evidente ha optado por plantear la pelea de tú a tú sin amilanarse, echando mano de un valor seco y de un arrojo desmedido, tratando de robar un muletazo a un animal que en el centro de la suerte ya estaba girando y buscándole. Adrián de Torres ha aguantado impávidamente el catálogo completo de artimañas que el Cuadri ha urdido para mandarle a los dominios de Padrós, y vive Dios que ha intentado denodadamente lo imposible, que era robarle al toro un muletazo entero. Donde (casi) todos habrían tirado por la calle de en medio, De Torres ha optado por no rehuir la pelea y cuando se ha ido a por el estoque era porque él y con él la Plaza entera sabíamos claramente que no había manera de que Revisor se tragase un muletazo entero, ni con la derecha ni con la izquierda. Se va el torero a la barrera a por el estoque, vuelve despacio hacia el toro y le deja igualado entre las rayas, se perfila y no le gusta el sitio elegido, saca un poco más al toro hacia los medios y vuelve a perfilarse también en la suerte contraria, muy bien colocado y cobra una perfecta estocada hasta la gamuza. En Cenicientos marró con la espada, en Madrid, toros de Adolfo en la Feria de Otoño, marró con la espada y hoy, en su hora crucial tras el esfuerzo frente a un toro sumamente difícil, cuando nadie le hubiera censurado que se echase a los bajos, a la degollina, ha pegado un estoconazo soberbio que por sí solo vale la oreja y que proclama urbi et orbe su torería.

 

 

Homenaje a Felipe IV, de Pietro Tacca sobre dibujo de Velázquez

 y asesoramiento técnico de Galileo y Montañés


ANDREW MOORE

 

Confidencias




Adrián de Torres

FIN